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Crónica:CAMPEONATOS DEL MUNDO DE NATACIÓN | Aguas abiertas
Crónica
Texto informativo con interpretación

David Meca cuadra su sueño

El español gana la medalla de bronce en 10 kilómetros tras una épica remontada final desde la sexta posición

Eran las dos y cuarto de la tarde cuando el grupo comenzó a vislumbrarse ya en las cercanías de la Porta de la Pau. Había recorrido la mayor parte de los 10 kilómetros en aguas abiertas por las proximidades del puerto de Barcelona y la carrera estaba en su punto culminante. Y David Meca, la única esperanza española de medalla, no parecía en condiciones de subir al podio. Era sexto, cerrando el grupo de cabeza. Llegó a los últimos 50 metros bien enfocado y lanzó un último ataque.

"Si alguien va a ganarme", se dijo, "tendrá que lucharlo, porque yo no voy a regalar nada". Focalizó su mente en el esfuerzo que había realizado para llegar a aquel punto. Se abstrajo de todo lo demás y convirtió la medalla en el único objetivo de su vida. Y lo logró. Entró en la misma brazada que el gigante ruso Yevgeny Bezruchenko, pero le superó por una décima de segundo. Inapreciable. Por delante, otro ruso, Vladimir Diattchine, y el alemán Christian Hein se habían asegurado ya el Oro y la Plata, respectivamente.

"Recibí un golpe en la nariz, creí que me la habían partido, y una patada en los genitales"
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La medalla fue de bronce, pero a Meca, de 29 años, le supo a gloria. "Ya puedo retirarme", exclamó al salir del agua, con la voz todavía entrecortada por el agotamiento. "Es un sueño hecho realidad. Ganar una medalla en unos Mundiales, en tu propia ciudad, colma mis aspiraciones. No puedo pedir más". Su carrera profesional había estado ya jalonada con éxitos de relumbrón. En 1998 ganó la Plata en los Mundiales de Perth en su prueba, la de 25 kilómetros (el sábado buscará otra medalla en Barcelona por esta distancia). Y en 2000, en los Mundiales de aguas abiertas en Honolulú (Hawai), coronó una brillante actuación que le llevó al podio en las tres pruebas: Oro, en 10 kilómetros, y Plata en 25 y 5 kilómetros.

Sin embargo, este tercer puesto en Barcelona se lo toma como una victoria aún mayor: el final de un desafío personal que mantenía contra la Federación Internacional y el COI, contra la incomprensión de los estamentos oficiales, contra sus propios compañeros de equipo, contra todo el mundo, tras ser suspendido por dopaje. "Hemos sufrido mucho durante estos últimos años", reconoció Meca. "Pero mi éxito de Honolulú y, sobre todo, esta medalla demuestran que se equivocaron conmigo. Estoy de nuevo ahí, ya sin sospechas, y sigo ganando medallas".

En el verano de 1999, Meca afrontó una sanción de cuatro años, que luego se quedó en dos, tras dar positivo por nandrolona en un control antidopaje efectuado en Brasil. Siempre negó haber tomado productos dopantes. Litigó judicialmente contra el Comité Olímpico y contra la Federación Internacional de Natación tratando de demostrar su inocencia. Consiguió que le suspendieran temporalmente la sanción y gracias a eso pudo competir en Honolulú. Pero al final tuvo que cumplir los dos años y se vio apartado de los Mundiales de Fukuoka en 2001.

Por todo eso, la cita de ayer era tan especial para Meca. La había trabajado a conciencia, trasladándose incluso a Los Ángeles para prepararla mejor. Durante los últimos meses se levantaba cada día a las cinco menos veinte de la madrugada y empezaba a nadar a las ocho. 25 kilómetros cada día. A las ocho de la noche, a la cama. "Los últimos días sentí mucho la tensión", reflexionaba. "Dormía mal, tuve que tomar pastillas para calmarme e incluso vomité varias veces esta última noche".

Ayer, Meca realizó una mala salida. "Me asusté", comentó, "cuando ví que tenía a más de 20 tíos delante de mí". Tuvo que apretarse los machos desde el principio y comprendió tras la primera vuelta (cinco kilómetros) que podía luchar por la medalla. Porque estaba en el grupo de cabeza y tenía incluso el oro a su alcance. La carrera parecía un tira y afloja entre los alemanes Mauer y Hein, el americano Demarco, el holandés Van der Weijden y el mexicano López. Tanco Meca como Jordi Jou, que acabó 22º, pasaban inadvertidos en medio de grupos impersonales. Tampoco los rusos, los grandes especialistas de las largas distancias, parecían levantar cabeza.

Pero cuando la carrera comenzaba a decidirse, entonces los grandes nombres aparecieron de pronto. Ahí estaban Vladimir Diattchine y Yevgeny Bezruchenko, subcampeón y campeón, respectivamente, en Fukuoka en 10km., junto al alemán Christian Hein, el búlgaro Petar Stoichev y el australiano Mark Saliba. Al paso de los 500 últimos metros ya todo valía. "Recibí un golpe en la nariz y me pareció que me la habían partido", explicó Meca. "Y luego una patada en los genitales".

Su fuerza mental le salvó. Le permitió afrontar con más positivismo que sus rivales la parte más dura de la prueba, cuando aparecieron rachas de viento y el agua se encrespó. Y le concedió el aliento necesario para luchar. "Hasta el último metro pude quedarme fuera del podio y también pelear incluso por la plata", concluyó Meca. "Al final, vi a mi lado a Bezruchenko, un gigante de dos metros, y supe que entre él y yo estaría el bronce. En la última brazada no sabía qué había ocurrido. Pero alcé la vista y alguien me indicó con los dedos que yo había sido tercero. Entonces estalló todo. Me dije que ya podría retirarme tranquilo. En mi carrera lo he conseguido todo".

David Meca celebra feliz su medalla de bronce.
David Meca celebra feliz su medalla de bronce.CARLES RIBAS

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