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Crítica:ORTIGUEIRA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Noche de fe (entre el griterío)

Aquellos que ven en la música de filiación celta un género redundante, de posibilidades limitadas y en franca regresión habrían hecho bien en acercarse a la segunda jornada de Ortigueira para aventar prejuicios. El gaitero pontevedrés Xosé Manuel Budiño y los escoceses Shooglenifty constituyen dos poderosos argumentos para no perder la fe en estos sonidos nervudos y ancestrales, pero perfectamente aptos para la recreación y la puesta al día.

El de Moaña anda dándole vueltas a su tercer trabajo, después de que aquel Arredor (2000) no le acabara de refrendar como ese artista despierto e ingenioso que siempre pareció ser. Indaga ahora en una franja más mestiza, donde su gaita puede trazar intersecciones con un rapeado de Carlinhos Brown, las cantareiras de Anubía, un pinchadiscos marroquí o las travesuras de ese gamberro ubicuo que responde al nombre de Antón Reixa. La fórmula promete, aunque la idiosincrasia actual propicie paradojas como que el proyecto carezca aún de cobijo discográfico.

En cuanto al sexteto de Edimburgo, seguirá siendo una de las factorías más poderosas del gremio mientras esa máquina llamada James MacKintosh aporte el sustento de sus ritmos poliédricos. El grupo aprovechó para adelantar los sabrosos contenidos de un disco recién salido del horno, The arms dealer's daughter, que de algún modo reniega del aparato electrónico de Solar shears, su controvertido antecesor.

Latido electrizante

Antes de eso, Hedningarna ya había elevado la temperatura de la bahía con el latido noctívago y espectral de las forestas escandinavas, más electrizante en directo que en CD. Y, desde Bretaña, los hermanos Molard, Jackie (violín) y Patrick (gaita), acercaron el muy interesante Bal Tribal, donde se conjugan la tabla hindú con voces búlgaras o desarrollos jazzísticos.

Sólo sobraban esos acercamientos a la música de las bandas de gaitas escocesas, una vertiente para la que la adhesión a la causa céltica ha de ser casi ilimitada.

Ortigueira remata su edición del 25º aniversario con una asistencia en avalancha, más de 100.000 personas, según la organización.

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