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SAN FERMÍN
Columna
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Abismos de pasión

Unos japoneses mostraron este año un interés desmesurado en correr el encierro, pero ponían a su tour operator una condición sine qua non: que se les garantizase por escrito que no iban a sufrir ni un mal rasguño en la apasionante carrera. Pues no hubo manera de meter en la mollera a tan valerosos nativos de las Islas Ninja que eso no iba a poder ser y que además era imposible. No por el momento. Otro gallo le cantará al visitante de la Costa Supernintendo el día que tengamos en nuestro Museo de los Sanfermines la máquina de realidad virtual. Es de prever que la máquina tendrá al menos un seguro y dos programas: Encierro y Encierro Reloaded. En Encierro podrá haber distintos niveles de susto, desde el "¡Ay mi madre!" hasta el "¡Cielos, he vuelto a nacer!". En Encierro Reloaded la aventura puede ir del leve puntazo a la mala cornada. Seguro que a la salida, en la tienda internacional del museo, se encontrarán versiones de estos programas para PC, PlayStation y Gamecube. Y el ninja turístico podrá bajarse al móvil nuestras inolvidables melodías, pulsando tono, espacio, riau riau.

El día que muchos visitantes y cadenas de televisión descubran el encierro del Pilón de Falces, no sé que va a ser de nosotros
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Los 'miuras' sorprenden con un atípico y peligroso encierro

Un año, unos ingleses que estaban delante de la sucursal del Barclays preguntaron a ver a qué hora de la noche abrían el banco. Habían leído en una guía que en las fiestas de Pamplona es costumbre dormir en cualquier banco. En cualquier banco, sí; en el Barclays, no. Es verdad que en las cajas de ahorro, en según qué cajeros automáticos, se puede disputar un hueco para echar una cabezadita. No es que a los banqueros les guste que lo hagas, pero sorprendentemente todavía no cobran comisión por ello.

Como el encierro lo graban en los bares y luego la cinta no reposa en todo el día, los hay convencidos de que la carrera es perpetua. Esos son los que preguntan a las tres de tarde por las calles en las que se está corriendo en este momento. Las fiestas son muy, pero que muy suyas, y por idiosincrásicas razones que no hay quien desentrañe, aquí no se practica la muy celtibérica costumbre festiva de soltar al ganado por el pueblo desde el punto de la mañana hasta el amanecer. Tampoco hay licencia para cizañar a los bichos o despeñarlos.

Entre nosotros, este año tenemos a una cadena estadounidense de televisión por cable, especializada en retrasmitir, veinticuatro horas al día, siete días a la semana, deportes de susto y aventuras de infarto. Apasionante, ¿no? Todo el día y toda la noche sin parar de echar emocionantes safaris en el África tenebrosa, abismales descenso en canoa por el los cañones de los ríos bravos, titánicos maratones en barrizales infestados de caimanes y todo tipo de vuelos sin motor. El día que muchos visitantes y tantas cadenas de televisión descubran el encierro del Pilón de Falces, no sé que va a ser de nosotros. Lo de Falces, no lejos de aquí, sí que es un abismo de pasión. Allí, aprovechando que la naturaleza enclavó a las puertas del pueblo un barranco de vértigo, sueltan al ganado por el borde del precipicio y lo de menos es correr: lo de más es apartarse a tiempo sin despeñarse.

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Falces, según se nos ha prometido, estará en el futuro museo virtual de los sanfermines. Lo que nos has dicho todavía es si la máquina virtual va a tener un programa con su abismal encierro. El programa podría llamarse Abismo, Desesperado o Peñas abajo. Su nivel de dificultad no será apto para nipones con dolencia coronaria. Cuantísima pasión abismada en el tropical y tumultuoso fin de semana. Tropical y algo cenagoso. Tumultuoso y todavía con temibles desfiladeros por delante. El mundo es un pañuelo lleno de abismos de pasión y alienígenas asombrados.

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