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Crónica:INTERNACIONAL
Crónica
Texto informativo con interpretación

La encrucijada de Birmania

Los actuales acontecimientos en Birmania son profundamente inquietantes. El venerado monje Sayadaw U Satetara, un firme defensor de la encarcelada premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, falleció la semana pasada, y muchos sospechan que no fue por una causa natural.

Suu Kyi, quien fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz debido a su campaña para restaurar la democracia y las libertades civiles en Birmania por medios pacíficos, sigue encarcelada y se la mantiene incomunicada. Los recientes ataques contra Suu Kyi, líder del partido opositor Liga Nacional por la Democracia, y sus partidarios, fueron orquestados por miembros de la línea dura del régimen militar birmano, quienes le temen a la permanente popularidad de la dirigente opositora y al proceso de reconciliación nacional apoyado por miembros más tolerantes de la Junta de gobierno.

Los militares deben liberar a la premio Nobel Suu Kyi, reabrir las oficinas de la opositora Liga Nacional por la Democracia y aceptar un calendario para la transición

Los llamamientos a favor de la liberación de Suu Kyi por parte de países amigos y vecinos de Birmania parecen haber caído en el vacío. Por cierto, que ello no augura nada bueno para el país, y Birmania puede pagar un alto precio debido a la intransigencia de la línea dura del régimen militar.

Japón, el más destacado donante extranjero de Birmania, hasta hace poco excesivamente cauto en su enfoque de las cuestiones referidas a los derechos humanos en la región, ha decidido interrumpir casi todo su apoyo al país.

Los dirigentes de la Asociación de Naciones del Sureste de Asia (ASEAN) también mantienen la presión sobre los generales birmanos. Los ministros de Relaciones Exteriores de los países de la ASEAN -asociación de la cual Birmania es miembro- recientemente rompieron un tabú contra la injerencia en los que tradicionalmente se han visto como asuntos internos de las naciones integrantes del grupo. Preocupados por el daño que estaba sufriendo la reputación internacional de la ASEAN debido a las graves y sistemáticas violaciones de los derechos humanos en Birmania, los cancilleres reclamaron en su reciente reunión anual en Phnom Penh que Suu Kyi sea liberada inmediatamente.

China, como potencia regional, también debe seguir el ejemplo de Japón. Por más que sea comprensiblemente cauta en su conducta en materia de relaciones exteriores y que no quiera que se le tenga por un matón regional, China no puede eludir su responsabilidad ni evitar desempeñar un papel central en la solución de conflictos en el umbral de su propio territorio.

También hay un papel a jugar por la India. Como la más antigua democracia de Asia y la mayor del mundo, la India está en condiciones de influir en los generales birmanos para que éstos aflojen su férreo control sobre la nación. Nueva Delhi ha tenido experiencias diplomáticas de tratos con Rangún dentro del ámbito del Movimiento de No Alineados. En este momento crucial, India no puede dejar de asumir sus responsabilidades. Como potencias regionales, China, Japón e India, trabajando estrechamente con Indonesia en su actual posición al frente de la ASEAN, deben hallar una solución para este callejón sin salida. Si fracasan en ello, debilitarán a la ASEAN y socavarán su influencia internacional.

Vientos de cambio

En la década de los setenta fuimos testigos del silencio regional y de la complicidad que rodeó a la tragedia de Camboya. Sería nefasto que se adoptara la misma actitud con respecto a Birmania. Pero los vientos de cambio están soplando a través de la región y hay signos estimulantes en el sentido de que la ASEAN se está volviendo cada vez más preparada para hacer frente a las violaciones de los derechos humanos en su propio ámbito.

También en China hay una apertura, aunque siga siendo un Estado de partido único. Sólo dos países, Birmania y Corea del Norte, siguen congelados en el tiempo. Sin embargo, hay esperanza para Birmania. El régimen militar birmano puede aprender de las lecciones positivas de sus vecinos, Tailandia, Malaisia, Singapur, Filipinas, Indonesia y Camboya. Quizá no sean democracias perfectas, pero son relativamente abiertas y económicamente exitosas.

Al trabajar a favor de una transición política pacífica y estable, el movimiento democrático en Birmania, así como la comunidad internacional, también debe considerar la concesión de salvaguardias e incentivos a quienes actualmente detentan el poder para permitir que siga adelante la evolución. A los militares deberían ofrecérseles seguridades de que no habrá una vendetta contra ellos una vez que la democracia sea restaurada en Birmania.

Entretanto, Estados Unidos y la Unión Europea deberían responder a cada paso significativo dado por el Gobierno militar con medidas tales como una gradual reducción de las restricciones para viajar a los miembros del régimen y el suministro de ayuda humanitaria a través de organizaciones no gubernamentales.

También debe haber un papel a desempeñar para las Naciones Unidas en Birmania. La ONU, en estrecha consulta con los líderes de la ASEAN, debe involucrarse para facilitar y supervisar los pasos hacia la realización de elecciones libres dentro de tres años.

Pero para que todo esto ocurra, los militares deben, antes que nada, liberar a Suu Kyi y a sus partidarios, reabrir las oficinas de la Liga Nacional por la Democracia y aceptar un calendario claro para la restauración de la democracia en Birmania.

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