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LA CRÓNICA
Columna
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Village people

Robert Álvarez

- VIP NARANJA, VIP CRISTAL. Me voy al Village. El Village entra epistemológicamente dentro del pack del X FINA Campeonatos del Mundo de Natación. La cosa se ubica en el Anillo Olímpico, a la sombra de la torre inclinada Calatrava, una mezcla de torre de Pisa y torreta del señor Spock. Son 5.000 metros cuadrados -un payés me ha comentado que eso es mucho-, en los que durante 17 días el Consorcio de la Zona Franca, presidido por el ideólogo Enrique Lacalle, mantendrá construida una edificación efímera denominada Village. Las edificaciones efímeras son importantes porque ilustran sensibilidades de permanencia. Las edificaciones permanentes, por el contrario, a menudo las miras y no tienen sensibilidad.

El Hospitality Village de los Campeonatos del Mundo de Natación es un gueto al revés. Sólo se accede con tarjeta VIP.

- SENSIBILIDAD VILLAGE. El Village consiste en una zona gastronómica, subdividida en dos restaurantes, a saber: a) el Restaurante -a cargo de El Bulli; capacidad para más de 300 cubiertos; dos menús a cincuenta y pico euros; Caprabo y Lacalle pasarán a la historia como las personas jurídicas que más han acercado Ferran Adrià a las masas-, y b) el Taller -40 cubiertos, ciento y pico euros, chupito gratis-, en el que se darán cita los all-stars de la cocina española, única cosa española abiertamente federalista -vienen, guau, Pedro Morán, Sergi Arola, Carme Ruscalleda, Paco Roncero, Andoni Luis Aduriz, Joan Roca, Adolfo Muñoz, Koldo Royo, Juan Pablo Felipe y José María Boix-. El Village consiste una zona de shopping para grandes solistas del shopping. El Village consiste en una pasarela de moda sobre la que se celebrará el concurso Operación Top-Model, con el que se ha solidarizado Judith Ma

scó, una de nuestras intelectuales más internacionales. El Village consiste en varias terrazas diurnas, desde las que mientras te tomas un copón puedes ver relajadamente los Campeonatos del Mundo -se tendría que hacer una instalación así para ver el programa de Sánchez Dragó-. El Village consiste en una zona de bailongo nocturno, con DJ's, y camareras que nacieron con 18 años. El Village consiste en varios fiestorros -tienen nombre de fiestorro en Up & Down o en la guardería Patufet: Festa de l'aigua, del foc, dels colors, de les estrelles-, y varios actos -el día 22 no se pierdan la presentación del libro Piscinas climatizadas enfrente del reto de la sostenibilidad, una panorámica del mundo post-11-S-. El Village consiste en varios sets de tele, desde los que, me juego algo, acabará hablando a cámara Pocholo. Y, por encima de todo o en medio de todo, el Village es una zona VIP exclusiva. Es como un gueto, pero al revés. Sólo se puede acceder con tarjeta VIP. En un prospecto leo que las tarjetas VIP se han repartido entre personas influyentes, autoridades y empresarios, lo cual puede ser una buena definición de la sociedad civil. O, ahora que lo pienso, del partido de Tamayo. Se han repartido unas 70.000, con lo que por fin queda censada la sociedad civil catalana: si se le juntan las diferentes federaciones mundiales de natación, suma unos 70.000.

- SOCIEDADCIVILING. Llego al Village. Descripción plis-plas-system: es una mezcla conceptual de Village del Godó a lo bestia y un Sonar para adultos. Antes del hard core del Village hay un forillo, donde la sociedad civil se retrata por parejas, para parar el golpe en ausencia de Pocholo. Sociedad civil: esta noche tiene aspecto de la gente que iba a los fiestorros Barcelona 92, pero con 11 tacos más + delegación de empresarios que viajan con Bush a Suráfrica. Mucho señor vestido de barcelonés -de negro-, mucho señor vestido de madrileño -de colorines-, y mucha tanga girl, tanga lady y tanga grandma. Rozando el límite de la sociedad civil hay una señora con lentejuelas, otra con traje estampado en leopardo y otra con los labios tan operados que nunca jamás podrá decir Pampolona. Meditación: creo que soy el único con durezas en las manos -esta tarde acabo de montar dos armarios Ikea-. Tomamos champanete hasta que el alcalde Joan Clos y Lacalle inauguran el acto. Accedemos al restaurante, donde sirven mi marca favorita de comida. La marca Gratis. Hoy, ¡yupi!, cocina Ruscalleda, me dicen. Cerca de 800 personas se dividen entre un salón interior y una terraza. Los del interior parece que vayamos en business class. Los de fuera, en ex avión ex soviético. Mucho PSC, mucho CiU, mucho PP. Poco o nada ICV y ERC. Presidiendo el acto hay una mesa con autoridades ad hoc. Pero también es una mesa metáfora de la sociedad barcelonesa, esa cosa tan rara que necesita kremlinólogos para explicarla. De hecho, la mesa ilustra las incorporaciones a la sociedad civil -esa zona VIP- desde 1939 -Samaranch- hasta la transición. El último incorporado a la mesa, y recibido con abrazos sonoros, es Joan Laporta, el triunfador de la noche. Laporta saluda a todo el mundo con su mejor sonrisa y ese aspecto juvenil de tipo que quiere que acabe el acto para irse con su señora a un after hours. Uno no sabe si esa actitud es un aire nuevo en esa mesa o si todas las incorporaciones a esa mesa fueron así.

- TU CUERPO COMO TARJETA VIP. Finaliza el cenorrio y nos vamos al recre. A esta hora -0.30- empieza el fiestorro del día. Empieza a llegar el personal que siempre se cuela en una zona VIP. En Barcelona eso es un arte y una metáfora. Son fundamentalmente chicas del extrarradio con ganas de pegarle un crujido a la vida. Las mulatas y las argentinas con su mejor vestido ilustran las recientes incorporaciones al Charnego Power. Cuando salgo del recinto me cruzo con una concursante de Gran Hermano y con Boris. Pocholo no puede tardar.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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