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Columna
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Exorcistas

Extraños signos así en la tierra como en el cielo recuerdan aquel final del felipato de Sevilla, muerto de éxito tras doce años de gobierno y sin que nadie quisiera consultar con los augures para adivinar la causa y finalidad de tanta desgracia. Las catástrofes han jalonado ahora el curso 2002-2003 para el PP. Deslices estratégicos aparte, es decir, decretazos, banderazos, reconquista de isla de Perejil y como caudillo del Eje responsabilidad de Aznar distinta y distante en la guerra de Irak, el inventario de catástrofes materiales se convierte en contrapunto, casi paisaje tenebroso de los deslices estratégicos. El chapapote; el accidente del avión ucraniano que repatriaba tropas españolas; las insuficiencias de un tren de baja velocidad, casi incapaz de llegar a Zaragoza; la aparición de socavones bajo las vías del recorrido de tan retrasado tren; el accidente ferroviario de Chinchilla; otro talgo que días después choca con un camión en un paso a nivel; y por si algo faltara, una excavadora empeñada en que avance el tren de Alta Velocidad, ha provocado el hundimiento de una amplia zona de valor ecológico, zona protegida, es decir, mal protegida.

Rodríguez Zapatero ha recordado con maldad que en el Reino Unido, tras la salvaje política de privatizaciones de la señora Thatcher, los trenes empezaron a llegar tarde y a chocar los unos contra los otros, objetivando así los efectos de la descapitalización de las infraestructuras en manos del capital privado. Cuando los desastres acosaron al PSOE en 1995, a pesar de que les avisé de la necesidad de recurrir a augures y profetas para desentrañar tanta desgracia, un partido en parte compuesto por socialistas científicos, se negó a asumir sobrenaturalidades. No debiera ser el caso del PP, formación que comprende todas las religiosidades católicas, desde la más heavy formada por los Legionarios de Cristo, hasta los congregantes marianos partidarios del método ogino, pasando por el Opus Dei. Un buen exorcista contratado en el Vaticano podría liberar los espíritus más demonizados del PP, que de no remediarse la penetración satánica pueden ir a parar al Hotel Glamour en alguna próxima edición del programa. Posiblemente la del curso 2004-2005.

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