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COYUNTURA INTERNACIONAL
Columna
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Banca y deflación

El análisis sobre la deflación se ha vuelto a poner de actualidad. Aunque tanto la inflación como la deflación tienen costes, en el caso del sistema bancario, éstos son considerablemente más elevados en un escenario deflacionista.

La definición clásica de deflación es una caída persistente en el nivel de los precios. Este proceso suele ir ineludiblemente asociado a tipos de interés nominales cercanos a cero y, por tanto, a tipos reales próximos a la magnitud de la deflación. Desde el punto de vista del margen de intermediación de las entidades financieras, los bajos tipos de interés nominales reducen tanto la rentabilidad de las inversiones como el coste del pasivo. Sin embargo, en un entorno de tipos prácticamente nulos, el recorrido a la baja de este último es inferior, lo que se traduce en un estrechamiento del margen financiero. Este desfavorable efecto-precio tampoco puede ser compensado por un aumento del volumen de negocio. Los escasos episodios de intensa deflación vividos en el siglo XX -la Gran Depresión estadounidense o la actual crisis japonesa-, han venido acompañados de agudas recesiones. Una intensa contracción económica y un coste real de la financiación positivo desaniman la demanda de crédito.

La banca juega un papel central en los episodios de deflación, siendo uno de los sectores más vulnerables a este fenómeno

Con todo, en una deflación el efecto más devastador para la banca tiene lugar sobre su solvencia patrimonial. Ello se debe a que los episodios deflacionistas generan un incremento de las deudas en términos reales lo que, unido a un entorno recesivo, deteriora la calidad de la cartera de crédito. Este efecto puede ser particularmente problemático cuando, como ocurre en la actualidad, los ratios de endeudamiento de determinados agentes o sectores se sitúan en cotas elevadas.

Cuando un escenario tan negativo termina por afectar de manera significativa a la solvencia bancaria, se produce una restricción en la oferta de crédito que eleva considerablemente la probabilidad de que la deflación se enquiste en la economía. Por tanto, el sector bancario desempeña un papel crucial en estos episodios. Las negativas repercusiones que una caída prolongada en los precios puede tener sobre la actividad y la intermediación financiera aconsejan, tal y como ha anunciado la Reserva Federal, estar vigilante para evitar que este riesgo pueda materializarse.

Carmen Hernansanz es economista-jefe de Banca, Sistema Financiero y Nueva Economía del Servicio de Estudios de BBVA.

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