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Savater defiende el papel de la educación cívica en la construcción europea

El filósofo participa con Olivier Mongin en París en el debate '¿Qué valores y para qué Europa?'

La Unión Europea se amplía al mismo tiempo que discute su futura Constitución. Los diarios Le Monde, Gazeta Wyborcza y EL PAÍS, las revistas Claves y Esprit, la radio France Culture, con el mecenazgo de Altadis, organizan durante tres días en París un debate alrededor del tema ¿Qué valores y para qué Europa? Fernando Savater defendió ayer la educación de la ciudadanía para lograr "la gestión paritaria de los asuntos públicos y para distinguir entre lo justo y lo injusto".

El pasado mes de enero, en un encuentro propiciado por el club La Republique des Idées, el comisario europeo Pascal Lamy recordaba que "hasta ahora hemos hecho la Europa de lo que tenemos, pero hay que pasar a la Europa de lo que somos". Para el filósofo español Fernando Savater, "nuestras democracias aspiran a transformar y mejorar sus instituciones, no a destruirlas", y para conseguirlo necesitan protegerse del "predominio general de la ignorancia". Y sólo unos ciudadanos educados, es decir, "preparados para vivir políticamente con los demás en la ciudad democrática, participando en la gestión paritaria de los asuntos públicos y para distinguir entre lo justo y lo injusto", son capaces de aportar un plus al debate europeo, de ir más allá del simple mercado único.

Si Olivier Mongin, el director de Esprit, quiso trascender el enfrentamiento entre "la joven y la vieja Europa" recordando que "Spinoza preconiza en su Tratado político la seguridad a condición de que, a diferencia de lo que se dice en los textos de Hobbes, vaya asociada a un proyecto político, a una esperanza", Savater prefirió poner las bases del debate hablando de educación y tolerancia. Se dijo dispuesto a "intentar algo radical y profundo para que los mejores logros civilizados no sean simples promesas o patrimonio exclusivo de algunas élites", sin que ello tenga que suponer "compartir el simplismo brutal de quienes creen que basta con bombardear a los fanáticos" para deshacernos de ciertos terrores.

Revolución necesaria

Para Savater, "esa revolución difícil pero necesaria" debería comenzarse por la ya citada educación cívica, por recordar al Aristóteles que afirmaba que "nadie puede llegar a gobernar sin antes haber sido gobernado". En su proyecto para protegernos de la ignorancia y la demagogia, "la primera asignatura debería consistir en enseñar a deliberar y en dotar de medios imprescindibles para la deliberación a los ciudadanos neófitos". Y, si deliberamos, no es para discutir de dónde venimos, sino para saber hacia dónde vamos. "En una palabra, deliberamos sobre el rumbo a seguir y no sobre el puerto de partida". Para convencer en el debate hay que "ser capaces de persuadir y estar dispuestos a ser persuadidos", confiar en la razón que nos permite "preferir y reforzar, no acatar cualquier tradición", y no confundir "la tolerancia con la indiferencia suicida".

Mongin coincidió con Savater al considerar como valores que "han marcado la historia de Europa la tolerancia, la seguridad y la urbanidad", prefiriendo el espíritu de Erasmo al de Lutero.

Savater, para prevenir tanto del fanatismo como del relativismo que lleva a afirmar que "todas las opiniones son respetables", dijo que no hay que perder nunca de vista que "en un Estado democrático existe el derecho a la diferencia, pero no la diferencia de derechos", es decir, que todas las creencias son posibles, pero no se admite que nadie convierta la suya en deber o dogma para los demás, e hizo hincapié en la "maestría psicológica" de Nietzsche cuando establece que "el fanatismo es la única fuerza de voluntad de la que son capaces los débiles".

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