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UN PAÍS DE CINE / DVD / | 'El desencanto'

Oscuros secretos de familia

EL PAÍS ofrece en su colección en DVD 'El desencanto', de Jaime Chávarri

Creyendo que podía ser tema para un cortometraje, Jaime Chávarri le contó al productor Elías Querejeta que la familia de su amigo Michi se había visto obligada a vender pertenencias de su padre para sobrevivir. La familia no era otra que la de Leopoldo Panero, poeta de la generación del 36 y luego considerado por algunos como el poeta oficial del franquismo. Su viuda, Felicidad Blanc, y sus hijos Juan Luis, Leopoldo María y Michi parecían dispuestos a expresarse ante las cámaras, con la condición de no saber ninguno lo que los otros hubieran dicho. Logró el director que los cuatro se confesaran íntimamente, sin rubor, desvelando recuerdos, ajustando viejas cuentas, levantando polvo escondido bajo las alfombras... Impresionados con el resultado, productor y director acordaron que el proyecto debía ser un largometraje documental, por insólita que entonces fuera una propuesta semejante.

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Tras nueve horas rodadas a lo largo de un año y cinco meses de montaje, El desencanto se concluyó, como recuerda Emilio Toibero, "poco después de que un largo proceso tromboflebítico acabara con la existencia del generalísimo Francisco Franco", lo que quiere decir que cuantos hicieron la película trabajaron "atravesados por la inevitable descomposición, tensa y mortuoria" del franquismo. El mismo año en que se estrenó El desencanto (1976) se aprobó en referéndum la llamada Ley de Reforma Política, mientras que a Santiago Carrillo le detenían disfrazado con una peluca... A El

desencanto, pues, "empezaron a sacarle significado político quienes en la muerte del padre encontraron una sinonimia con la muerte de Franco... La sociedad española estaba entonces en total decadencia", le comentó Jaime Chávarri a Ruth Baza.

Siempre bajo la sombra alargada del padre muerto, personaje que la película nunca muestra, con excepción de la estatua cubierta por una lona sujeta con cuerdas, como convidado de piedra, la viuda y los tres hijos desgranan ante las cámaras aspectos de su familia, que para el menor de ellos, Michi Panero, representan "la sordidez más puñetera que he visto en mi vida", la historia de un derrumbamiento, el final de una época. En uno de los encuentros más duros de la película, Leopoldo María asegura que a la muerte del padre "no nos convertimos en la metáfora paterna, sino en su realidad". Felicidad Blanc reconoció en una entrevista de Tomás Delclós que durante el rodaje "mis hijos se confabularon contra mí: cuando Leopoldo me responsabilizó de haberlo enviado a un psiquiátrico, lo hizo a traición. Antes de rodar habíamos quedado en hablar de otras cosas, de recuerdos... Al verme atacada me puse muy nerviosa".

Sobre la personalidad de Felicidad Blanc, quizás el personaje más inquietante de la familia, a pesar de su elegante serenidad, o precisamente por ella, escribió Jorge Semprún: "Luminosa y oscura como una madre; tierna y cruel como una madre; comprensiva y cerrada como una madre; estimulante y castatriz como una madre. Hay que oírla a ella misma, hay que verla, hay que ponerse a la escucha de estas voces que nos hablan de nosotros, de lo más turbio y soterrado de nuestra intimidad". Que El desencanto es una película que va más allá "del circuito cerrado de la familia Panero" fue defendido, entre otros, por Fernando Lara: "Sus testimonios conforman un relato en el que aparece la configuración más íntima de la familia burguesa española, sus módulos de comportamiento, su sistema de relaciones. Los problemas exactos de estas personas pueden no identificarse plenamente con los del espectador por estar llevados a un clímax que quizá supere la media habitual, pero el entramado es el mismo, el trasfondo idéntico". La película muestra "la célula primaria del franquismo", aunque, según Chávarri, "lo único que enseña El desencanto es una parte de la máscara que se lleva en la vida".

El modesto estreno de la película no estuvo exento de polémica. Previamente, Elías Querejeta y todo el equipo la habían retirado del programa del Festival de San Sebastián, en apoyo a la huelga general que se había convocado en Guipúzcoa como protesta por la muerte de un manifestante vasco por disparos de un policía. Luego, los Panero recibieron amenazas e insultos, que a Felicidad Blanc no le importaron: "Una vez hecha la película me he sentido libre. Sabía que podía molestar y no me importaba. Lo que de verdad me halaga es la reacción de la gente, de personas mayores que te reconocen y te dan las gracias". A Jaime Chávarri incluso intentaron lincharle tras una proyección en Granada, según les contó él mismo a Rosa Alvares y Antolín Romero.

Más tarde, algunos de los Panero dijeron no estar de acuerdo con el montaje definitivo de la película, lo que Jaime Chávarri negó en Fotogramas: "En el ministerio me exigieron una carta suya en la que se mostrasen conformes con la película para darme la autorización, y la familia no tuvo el menor inconveniente en firmar la carta". Casi veinte años después, los hermanos Panero aceptaron rodar una segunda parte, convencidos de que El desencanto había transformado a una familia normal "en una leyenda". Después de tantos años (1994) fue dirigida por Ricardo Franco.

Sea como fuere, El desencanto no es sólo una "película fundamental en nuestro cine por lo que tiene de original e insólita", tal como escribió Jesús Fernández Santos en este periódico, sino que se transformó en un símbolo, como reconocería Chávarri, ya que el término desencanto "pasó a formar parte, de la noche a la mañana, del acervo político de la transición".

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