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La 'cruzada' de Jordi García-Soler

Por razones que pertenecen a lo insondable del alma humana, Jordi García-Soler ha emprendido una curiosa cruzada contra lo que él llama "integrismo" católico y en la que me sitúa junto con E-Cristians y la Convención de Cristianos por Europa, supongo que por el simple hecho de que presido ambas, ignorando la composición de estas dos organizaciones de encuentro de personas y entidades católicas en el primer caso, y cristianas en el segundo, por cuanto participan las iglesias reformadas, anglicana y ortodoxa. Sólo por este dato o la tarea de construir áreas de trabajo con judíos y musulmanes, ya dice de la desinformación de nuestro cruzado. Su artículo en estas páginas, con el terrorífico título de La amenaza integrista (EL PAÍS, 20 de marzo), es una muestra de ese empeño desinformador que también repite por dos semanas consecutivas en la revista El Siglo. En este último caso no éramos "integristas", sino "ultracatólicos".

Creo que García-Soler escoge un mal momento para descalificar como integristas a quienes como católicos asumen el magisterio del Papa en todos los asuntos, y no sólo en lo que encaja con la consigna del partido. A favor de la vida y por tanto frontalmente contrarios a la guerra de Irak, como ya años antes y entonces en solitario, contra la guerra de Irak; como ya años antes y entonces en solitario, contra la guerra del Golfo y, por el mismo razonamiento y en la misma línea, a favor de la vida de todo ser humano concebido. A favor del uso de células madres adultas, cuyos usos terapéuticos ya se explican con éxito, y contra el empleo de embriones humanos como materia prima para experimentos. A favor de la condonación de la deuda de los países en vías de desarrollo, del desarme arancelario que permita un comercio justo no como algo anecdótico, y contra el actual modelo de globalización económica por injusto y contrario al respecto a la dignidad de toda persona, y así sucesivamente. No estamos con el Papa sólo por el aborto, como determinados católicos, pero no contra el ataque a Irak o viceversa, estamos en todo su magisterio, como otros cientos y cientos de millones de personas en el mundo porque eso es lo normal no sólo en la Iglesia, sino en toda asociación humana. García-Soler, con quien hablé privadamente antes de decidirme a escribir en estos términos, nos descalifica como integristas "porque estamos contra el aborto" y porque seguimos al Papa. Es difícil encontrar un razonamiento tan absurdo. Con esta lógica, todo miembro de una asociación que asuma con plenitud su propuesta es un ultra o un integrista. ¿Los seguidores de Maragall y su programa serían acaso ultrasocialistas? Me temo que a García-Soler se le da mejor el adjetivo descalificativo que el razonamiento:

En El Siglo nos llama ultracatólicos por algo tan políticamente incorrecto como asumir la doctrina de la Iglesia, y en EL PAÍS nos llama integristas para meternos en el mismo saco que George W. Bush y Donald Rumsfeld. Parece difícil casar nuestra identidad con la Iglesia y el Santo Padre, que se opone frontalmente a la belicosa política norteamericana, y al tiempo unirnos a esa corriente tan especial de la Iglesia reformada de la que es partícipe Bush. Pero supongo que esa obvia incoherencia no le importa a García-Soler porque quizá piense aquello de "difama -a escala industrial- que algo quedará". ¿Cómo se puede calificar si no una frase como ésta: "Este nuevo integrismo cristiano es tan peligroso o más que el integrismo islámico o judío porque dispone de muchos más medios económicos y materiales"? O sea, que los explosivos y los atentados del islam violento y los tanques de Ariel Sharon no son nada comparados con E-Cristians y la Convención de Cristianos por Europa. ¡Es tan absurdo, tan demagógico! Se descalifica por sí mismo y en ese sentido no importa, pero lo que sí cuenta es que existan personas que puedan dedicarse a emponzoñar tan irresponsablemente el ambiente. Cualquier persona puede estar de acuerdo o discrepar de la voluntad de E-Cristians de fomentar la unidad de actuación de los católicos en el espacio público en las cuestiones vinculadas directamente a la fe. Podemos equivocarnos en un determinado planteamiento y razonar sobre ello, pero resulta una brutalidad difamar situándonos al mismo nivel de quienes matan en nombre de sus ideas. Al escribir en estos términos comete un grave daño no a quienes intenta difamar, sino al necesario espíritu de convivencia social. Porque en esta sociedad plural sabemos que son necesarias dos cosas. El respeto al otro, al que es radicalmente distinto a mí y el diálogo desde la diferencia, porque precisamente el pluralismo sólo es posible si se dan esas dos condiciones: respeto y diálogo. Jordi García-Soler está empeñado en destruir ambas cosas.

Josep Miró i Ardèvol es presidente de E-Cristians.

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