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Reportaje:

Madrid, capital mundial del circo

La ciudad reúne en las navidades a los mejores artistas y atracciones de todos los continentes

Es una tradición de toda la vida: en Navidad llega el circo a la ciudad. Y este año más aún, porque de pronto se han juntado en Madrid varias carpas. Por un lado está la del Circo du Soleil, levantada desde octubre en el distrito de Moratalaz. A ésta se han sumado otras dos, pero esta vez con espectáculos del circo de toda la vida, con elefantes, tigres osos, payasos tontos y listos o tiradores de cuchillos. Son las del Gran Circo Mundial, que un año más ha tomado la plaza de toros de Ventas y el mítico Circo de los Muchachos, una formación de origen español que presenta su espectáculo Niños del Mundo en el parque de la Bombilla. Esto, además de otros espectáculos también circenses que se reparten por diversas grandes superficies, como el centro comercial Sexta Avenida.

El Gran Circo Mundial se ha propuesto este año echar el resto. "Hemos intentado seleccionar las mejores atracciones de los mejores circos del mundo", asegura José María González, director de la formación. Así, ha conseguido reunir artistas de 22 países diferentes y que, junto a los técnicos, forman una pequeña ciudad de 200 habitantes que residen en caravanas aparcadas junto a las Ventas. Y, como centro de esa pequeña comunidad, una gran carpa de 50 metros de diámetro y 20 de alto. Por ese espacio se suceden todos los días números tan increíbles como el del hombre-botella, apodo que recibe el argentino Hugo Zamoretta quien, con una estatura de 1,80 metros, consigue encerrarse en una botella que mide 45 centímetros de alto y 40 de ancho. Como suena. "Es de esos números singulares que difícilmente se ven en el mundo del circo", señala el director.

De Corea del Norte procede la troupe de 12 trapecistas que realizan dos números nunca vistos en el mundo del trapecio, tal y como señala González. "Es algo verdaderamente inédito. Ganaron el Clown de Oro en el último festival de Montecarlo", señala el director. El más difícil todavía continúa con una joven domadora británica que se encierra en una jaula con leones, tigres, panteras, leopardos y dos osos americanos, a los que mantiene a raya "con guante blanco y amor", según las palabras del director.

Otro número con animales es el de los tres elefantes asiáticos, que realiza también un domador inglés, o el de los 30 perros caniches blancos, que llegan acompañados de artistas y acróbatas del Circo de Moscú.

La lista es interminable. Entre la representación española está el payaso que lleva el hilo conductor del espectáculo y los integrantes de Pekín Leon Trío, descendientes de una importante familia de cómicos. Pero a pesar de la tradición, el mayor espectáculo del mundo no para de modernizarse, y no sólo en la pista: como explica el director y promotor del espectáculo, los incómodos bancos de madera han pasado a la historia. Hoy, el respetable público ocupa unos asientos que poco tienen que envidiar a los de las modernas salas de cine.

Lo que no cambia, tal y como cuenta con orgullo José María González, es el espíritu de solidaridad que reina entre los cientos de artistas que salen a la pista. "Aquí ningún artista es más que otro. No hay primeras figuras en los carteles. Y si el payaso se pone enfermo, llega un trapecista que no tiene ningún reparo en colocarse una nariz roja y salir a la pista", afirma.

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En cambio, la frase mítica de "más difícil todavía" ha saltado de la pista a las oficinas. Allí han tenido que trabajar duro, y en varios idiomas, durante meses para conseguir reunir el cartel de artistas que figura en las Ventas. Meses y meses hablando con embajadas y consulados para obtener los visados y los permisos de trabajo que se requieren.

De manera parecida se expresa el padre Silva, impulsor y alma desde hace 36 años del famoso Circo de los Muchachos. Esta compañía añade un componente más a cada uno de los números de su espectáculo: un fin social a beneficio de los niños olvidados del mundo. "Los niños son los seres más desprotegidos. Ellos no tienen sindicatos ni partidos que les apoyen. Todos estamos en deuda total y absoluta con ellos", protesta el padre Silva. Por eso, cada salto, pirueta o mortal de este circo es una denuncia, una llamada de atención. "Los únicos que pueden cambiar el mundo son los santos, los revolucionarios y los artistas", añade.

En el Circo de los Muchachos participan 120 artistas de 15 nacionalidades; todos son artistas de edades comprendidas entre los 12 a 18 años, y formados en la propia escuela de este circo, la de Benposta, cuya sede original se encuentra en Orense, aunque cuenta ya con sucursales en varias partes del mundo. En la pista se suceden acróbatas, trapecistas, funambulistas que hacen pirámides de 15 metros, alambristas y, como único representante del reino animal, los caballos.

Además, el padre Silva ha querido que la función del 7 de enero esté dedicada a los hijos de los pescadores gallegos, que sufren estos días las consecuencias de la tragedia del hundimiento del petrolero Prestige. Ya están en marcha las negociaciones para que 50 de estos pequeños formen parte del público ese día. "La recaudación de ese día será para los hijos del mar", declara Silva.

Gran Circo Mundial. En la plaza de toros de las Ventas hasta el 19 de enero. Funciones a las 16.30 y a las 19.15. Domingos también 12.30. De 8 a 30 euros. Circo de los Muchachos. Parque de la Bombilla. Hasta el 12 de enero.

La pirámide de los muchachos

Existe en el Circo de los Muchachos una máxima que dice: "Los fuertes abajo, el débil arriba y el niño en la cumbre". Esta es la frase que, desde hace 36 años, se traduce sobre la pista en la famosa pirámide humana de este circo, un número que esta compañía ha representado en los cinco continentes y que supone siempre el colofón del espectáculo y resumen de su mensaje. Los mayores y musculosos sostienen sobre los hombros a sus compañeros más pequeños. Y siempre, en lo alto, el benjamín. Es su forma de mostrar ante el auditorio que su espectáculo encierra un discurso de hermandad, continuación de aquello que aprenden en Benposta, esa pequeña ciudad situada a las afueras de Orense, creada por el padre Silva cuando era un cura de 22 años que soñaba como un auténtico reino de niños para niños. La ciudad ha crecido mucho. Ahora recibe habitantes de varios países, que siempre entran por voluntad propia (además de con el permiso paterno), cuenta con un alcalde elegido democráticamente entre los miembros de la comunidad; un banco y, sobre todo, mucho trabajo, porque a la enseñanza obligatoria y propia de un colegial, se suman las de las técnicas circenses y el trabajo en la pista.

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