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Reportaje:

Luna menguante

Una clínica veterinaria de Córdoba, premiada por lograr que una perra pierda nueve kilos

Hasta hace poco, lo que más le gustaba a Luna en el mundo era el salmorejo, esa crema de tomates, ajos, aceite, vinagre y pan que se hace tan bien en Córdoba. También era aficionada a los garbanzos, a la lechuga, al gazpacho, y, como la mayor parte de los perros, a todo lo que sobraba de la mesa.

Comía desordenadamente; a los cinco años, en la flor de su vida canina, Luna tenía muchos kilos de más y serios problemas en las articulaciones. Le costaba subir y bajar las escaleras, no corría bien. Ahora, tras cinco meses de tratamiento, Luna pesa nueve kilos menos, y salta por la clínica veterinaria como una rana negra, enorme y sonriente que llevase un abrigo de piel.

¿Cómo se consigue esto? Con ciencia. La clínica veterinaria San Bernardo de Córdoba lleva años tratando animales domésticos con sobrepeso, calculando en cada caso qué nutrientes necesitan, administrándoles dosis exactas de un pienso especial, bajo en calorías y alto en fibra, y prescribiéndoles ejercicio controlado. Ahora, por segunda vez consecutiva, su trabajo ha sido reconocido en un concurso nacional promovido por la casa Hill's, que premia a "la mascota más en forma".

No es cuestión de estética. Pilar Moreno, doctora en Veterinaria, y David Pedraza, su auxiliar, explican qué les sucede a los perros y gatos sobrealimentados. "Capas de grasa les envuelven el corazón, los pulmones, los riñones, el hígado. Se les sobrecargan las articulaciones, cualquier problema que tengan se agudiza, y la dificultad de cualquier intervención quirúrgica se multiplica", relatan.

Pilar pone un ejemplo. "Incluso para una simple limpieza de boca, hay veces que me planteo si la hago o no, porque en un perro gordo la anestesia implica un riesgo importante". La lista de dolencias ligadas a la obesidad se parece mucho a las que sufrimos los humanos, y es, por tanto, larga y preocupante: enfermedad cardíaca, diabetes, artritis, hernias de disco, problemas respiratorios, óseos...

"Es un círculo vicioso", explican David y Pilar. "Un animal obeso no tiene ganas de hacer ejercicio, y como no lo sacan a correr, porque se cansa, se ahoga y se acalora enseguida, se pone cada vez más gordo".

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Lo que hace falta es un cambio de hábitos gradual. El caso de Luna lo refleja a la perfección. Antes no le apetecía mucho moverse ni corretear. Padecía displasia de cadera, un problema de huesos agravado por su sobrepeso, y debía tomar unos fármacos para combatirlo. Además, le dolía.

"Ahora no hay quien la canse, y ya no necesita la medicación", dice orgullosa Pilar, mirando a la perra, que no para quieta. Luna se acostumbró sin ningún problema a tomar 350 gramos de pienso diarios; a veces se llenaba con menos. Como premio, unas galletitas light con forma de hueso que equivalían a cinco gramos de pienso. Todo medido; y lógicamente con la colaboración de sus dueños. "La familia estaba muy controlada y muy concienciada", remata la veterinaria.

Sedentarios y desordenados

El primer paso para conseguir que un animal doméstico pierda peso es educar... al dueño. "Ellos comen lo que tú les des", señala Pilar, "y si se les dan los nutrientes necesarios, quedan saciados". El problema, aclara la veterinaria, suelen tenerlo los propietarios de los perros y los gatos, que se sienten culpables porque no les dedican el tiempo suficiente. Como no los pasean ni juegan con ellos tanto como debieran, tienden a compensar estas carencias con caprichos comestibles. "Es mucho mejor compensarlos con caricias", sugiere Pilar.

"Para los dueños suele ser una ofensa que les digas que su perro está gordo", explica David, "así que hay que ser diplomático". A saber, y aunque el animal no quepa por la puerta: "Tiene un poquito de sobrepeso, yo creo que estaría mejor con unos kilillos menos".

Y después de pesar, medir y fotografiar al perro (de perfil y desde arriba, para ver si tiene cintura o no), y de probar, palpándole las costillas, el espesor de la capa de grasa que lo recubre, llega el interrogatorio, es decir, una batería de preguntas al dueño sobre los hábitos del animal. Hay que saber cómo se alimenta, cuánto y cuándo, y qué ejercicio hace.

Es frecuente que los perros coman pienso, y a veces lo que sobró del almuerzo, y alguna chuchería muy calórica... Pero el propietario, si no se le presiona y se le piden detalles, responderá invariablemente "pienso, sólo come pienso".

"Los animales suelen tener problemas parecidos a los de sus dueños", resume Pilar. "Viven en pisos pequeños donde no hay apenas sitio para correr". Y si los dueños no encuentran tiempo para hacer ejercicio ellos mismos, ¿de dónde lo van a sacar para dedicárselo al perro?

Éste no es el caso de Luna, que vive en una casa grande y sale mucho a la calle. Lo cuenta una de sus dueñas, Amalia García, contenta con todo lo que ha ganado la perra al perder nueve kilos. "Antes, cuando iba a correr a los jardines, a los cinco minutos se sentaba en el césped, de cansada que estaba. Ahora no para, está mucho más contenta".

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