De la música
Como al presidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, a mí también me gusta mucho la música. Y creo que no somos los únicos. Pero en su desmedida melomanía, el señor Ruiz-Gallardón no ha dudado en afirmar que la música es -para él, supongo- más importante que la política.
Así, a bote pronto, más de uno habrá pensado que debería haber seguido su auténtica vocación, la de pianista, violonchelista u organista. O gerente de un auditorio, si es que sólo domina el órgano auditivo. Pero intentando ser ecuánime y asignando la credibilidad que es razonable conceder a un representante de la clase política en plena campaña electoral, la verdad es que no capto el mensaje que ha pretendido transmitir.
No sé si relajarme ante un presidente -alcalde in péctore- que parte de su tiempo lo tiene ocupado oyendo a Verdi, con lo cual seguro que dispone de menos tiempo que dedicar a "mejorar" la cosa pública, o deducir que alguien a quien le gusta tanto la música no puede ser tan malo en el fondo. Lo que sí creo es que muchas personas habrán pensado que tales equiparaciones sólo las puede establecer una persona que tiene personalmente sus mínimos -bastante altos- muy bien cubiertos.
No creo que un parado de Móstoles, pongo por caso, se haya planteado nunca tales disyuntivas, ya que espera que la política, los políticos más concretamente, le resuelvan sus acuciantes problemas laborales y sociales, que es a lo que les obliga su cargo. Una vez cumplida la obligación, cada uno puede elegir su devoción. Y, desde luego, mejor la música que otras.
