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CiU se mueve

Francesc de Carreras

Que el amplio cambio de Gobierno en la Generalitat tiene una intención claramente electoralista no parece que sea una opinión discutible, sino algo obvio y lógico: hemos entrado de lleno en una dura e importante carrera electoral. A un año escaso de los comicios autonómicos, sería un garrafal error político provocar una crisis de gobierno sin tener en cuenta que hay unas elecciones a la vuelta de la esquina. ¿Que el cambio es únicamente por motivos electorales? Pues, probablemente, también. Lo cual sigue pareciéndome igualmente legítimo y, por supuesto, acertado. Desde esta finalidad electoralista, la reciente crisis de gobierno es de fácil interpretación.

En primer lugar, intenta reforzar a Artur Mas como nuevo líder. Los comentaristas más afines a CiU se han precipitado inmediatamente a destacar que éste no es ya un Gobierno de Pujol, sino un Gobierno de Mas: el conseller en cap empieza, pues, a realizar tareas de presidente y el presidente se ha autocalificado de 'telonero'. Más claro, agua.

En segundo lugar, la crisis se ha aprovechado para reequilibrar el Gobierno en las dos vertientes que hacen fuerte a CiU: la soberanista y la moderada. Felip Puig -número dos del ahora apestado Pere Esteve cuando era secretario general de CDC- pasa a ocupar el visiblemente mediático cargo de portavoz del Gobierno: ¿quién puede poner en cuestión que el soberanismo está en el meollo del equipo de Mas? Por tanto, flanco cubierto.

Por otro lado, la entrada de Fernández Teixidó es bien significativa: fue de los pocos miembros de la ejecutiva de CiU -quizá el único- que se mostraron partidarios de entrar en el Gobierno de Aznar cuando éste, hace pocos meses, lanzó aquella famosa OPA, ciertamente hostil, al partido de Pujol.

Como representación de los votantes moderados hubiera sido mucho mejor, sin duda, una persona con el perfil de Carles Tusquets Trías de Bes, financiero y hombre representativo del influyente Círculo de Economía, a quien se le propuso el cargo antes que a nadie. Pero ello no ha podido ser -aunque es significativo que Tusquets aceptara de inmediato- y lo que se ha perdido por un lado se ha ganado por otro. Si Tusquets podía representar al selecto mundo de la alta y mediana empresa catalana, Fernández Teixidó está estrechamente conectado con los pequeños y medianos comerciantes. En todo caso, ambos permiten que se reconozcan en la nueva Convergència de Artur Mas los sectores de votantes centristas y catalanistas moderados que le fallaron a Pujol en el último ciclo electoral y que se corre el peligro de que hoy se fuguen hacia el PP de Piqué. En todo caso, se ha cubierto el flanco moderado, complementario del soberanista.

En tercer lugar, había que intentar borrar toda huella de los pasados -pero judicialmente vivos- escándalos de presunta corrupción: especialmente el caso Pallarols y el caso Turismo. Franco y Subirà han sido los sacrificados, el segundo con mayores responsabilidades que el primero, sin ninguna duda. Pero el hecho de que Unió pierda su tradicional cartera de Trabajo es un elemento significativo de esta crisis. Los que directa o indirectamente están relacionados con estos escabrosos asuntos que tanto daño pueden hacer en una campaña electoral ya no están, pues, en el Gobierno. Conseguido, así, un nuevo objetivo.

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Por último, la crisis intenta dar una imagen nueva de CiU y de las posibilidades de cambio que Mas puede representar. Tengo la impresión de que Pujol vio claro en el último ciclo electoral que tanto él personalmente como el círculo que le rodeaba estaba gastado, viejo, y debía iniciar la retirada. Parece que Pujol, en el plano personal y familiar, lamenta no haber atendido a su familia, especialmente a sus hijos, en las edades de la infancia y la pubertad debido a su absorbente dedicación a la política. Ello es muy humano y natural: sucede a todo padre con voluntad de serlo que se encuentre en circunstancias iguales o equivalentes. Hay buenas épocas de la vida que no pueden repetirse y ésta es una de ellas. Pues bien, estos hijos ya tienen edades comprendidas -si no me equivoco- entre los 30 y los 45 años. Trasladándolo a la sociedad catalana, Pujol se dio cuenta de que él y su entorno tradicional generaban cansancio, aunque sólo fuera por esta causa. Su retirada es inteligente y responde a una buena percepción de la realidad social catalana de hoy.

¿Podrán Artur Mas y su entorno relevar a una generación convergente ya gastada? En el nuevo Gobierno las caras políticas más veteranas -si dejamos de lado a buenos técnicos como Pomés- son, probablemente, las de Homs y Núria de Gispert, aparte del propio Mas. Hace 10 años ninguno de ellos era relevante en la política catalana. En tres años, pues, Pujol ha hecho una renovación política importante y la nueva imagen que pretendía está bastante conseguida.

En definitiva, la maniobra de fondo que pretende este nuevo Gobierno va en paralelo con la reciente conferencia del conseller en cap: rectificar respecto al periodo inmediatamente anterior a 1999, cuando CiU estuvo a punto de perder el Gobierno de la Generalitat, su único activo político de importancia. La política actual de Mas intenta recuperar el voto perdido por el flanco soberanista -propuesta de nuevo Estatuto, concierto económico al modo vasco y con Felip Puig en un puesto relevante en el Gobierno- y por el flanco moderado -necesidad de una administración eficaz, acercamiento al Partido Popular, macrodepartamento para la persona que defendió esta opción sin complejos-. El peligro es que, a veces, queriendo contentar a todos no se logra convencer a ninguno.

Ahora bien, da la sensación de que CiU se mueve. Lo que no está nada claro es que con la rémora de ineficacia que arrastra y con el cansancio que ha originado su viejo discurso victimista, consigan recuperar credibilidad. Le quedan, en todo caso, muy pocos meses.

Francesc de Carreras es catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.

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