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La crisis del puente de Todos los Santos

En la reestructuración del Consell Executiu ha tenido prioridad la forma sobre el fondo, reconocen fuentes de CiU

Francesc Valls

La sexta crisis del Consell Executiu que Convergència i Unió (CiU) administra en tres años de gobierno tiene características especiales. Es la primera que Jordi Pujol afronta y que protagoniza su sucesor, el conseller en cap, Artur Mas. Fuentes de CiU coincidían ayer en afirmar que no es el Gobierno que Mas hubiera deseado. Es una aproximación para visualizar que el delfín ya gobierna, que lleva las riendas aunque no ocupe el cargo de presidente de la Generalitat.

Esa crisis de Gobierno fue resuelta en cuestión de horas. El pasado domingo por la tarde, Pujol se reunió con Mas y posteriormente con el secretario general de la federación y líder de Unió, Josep Antoni Duran Lleida, en el Palau de la Generalitat. Poco a poco fueron desfilando los cuatro consejeros cesantes y los dos nuevos. A las once de la noche el círculo se había cerrado. Crisis resuelta en tiempo récord. Los destituidos se enteraron de su nueva situación laboral a la vuelta del puente: se fueron con empleo el día de Todos los Santos y se quedaron sin él después de los Fieles Difuntos.

Pujol resolvió en siete horas una crisis que había negado un mes antes
Los moderados de CiU no ven con buenos ojos que Felip Puig sea portavoz del Ejecutivo

Habían sido víctimas del celo con el que a Pujol le gusta dirigir sus operaciones políticas. El propio presidente de la Generalitat reconocía ayer haber ocultado deliberadamente -incluso negado- a los medios de comunicación la crisis de Gobierno, tal como Mas pretendía el pasado mes de septiembre (véase EL PAÍS del pasado 17 de septiembre). En aquella ocasión Pujol llegó a desautorizar públicamente los cambios sugeridos por su propio conseller en cap. Mas tuvo que llamar entonces a los consejeros para tranquilizarles y decirles que no había nada previsto.

'Como trascendió a los medios de comunicación, el presidente decidió dar marcha atrás', aseguraron ayer fuentes de la federación. No era el momento. Anteayer sí tocaba, en terminología de un Pujol que cerró la crisis como a él le gusta: en un visto y no visto. Era preciso visualizar que el delfín lleva, aunque sea a medias, las riendas del Gobierno catalán.

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Y el único sistema para conseguir ese perfil de Mas era una crisis, pues si Pujol deja el cargo, el actual conseller en cap debe someter su investidura al Parlamento catalán. En este caso, se hace preciso el concurso del Partido Popular, el socio de CiU en esta legislatura, para lograr la presidencia del Gobierno. Pero esa es una fotografía que los nacionalistas catalanes quieren evitar al precio que sea, tal como ellos mismos reconocen.

La crisis de Gobierno se ha revelado, pues, como la única solución factible y que no es lesiva para un conseller en cap que hace escasamente unas semanas pidió un nuevo Estatuto de Autonomía para Cataluña -en la próxima legislatura-, precisamente marcando distancias políticas con el PP. Con los cambios acometidos, Mas ha querido desembarazarse de algunos lastres del pasado, como el consejero de Industria, Antoni Subirà, con episodios políticos como la desaparición de casi 3.000 expedientes relacionados con el caso Turismo, de supuesta malversación de fondos públicos y falsedad documental en el Consorcio de Turismo de la Generalitat. Subirà es además hombre del entorno familiar pujolista -primo político de Jordi Pujol-, y tiene como secretario general de su departamento a Oriol Pujol Ferrusola, quinto hijo del presidente de la Generalitat El consejero de Industria saliente estaba considerado, además, uno de los intocables del Ejecutivo y los partidarios de Mas han hecho bandera de su destitución política.

Antoni Fernández Teixidó, hombre de la confianza de Mas, será el encargado de sustituir a Subirà e incluso amplía sus competencias con el añadido de la cartera de Trabajo. Es un nacionalista moderado, pragmático, que procede del Centro Democrático y Social de Adolfo Suárez. Pero tampoco es el gran nombre que algunos podían esperar del que algunos denominan 'el primer Gobierno de Mas'.

Fuentes de CiU afirmaban ayer que en esta crisis se ha dado prioridad a la forma sobre el fondo, la visualización de que Mas gobierna sobre el alcance real del propio cambio.

Todo se ha movido en un complicado juego de equilibrios en la federación y entre los sectores soberanistas y pragmáticos. Así, se interpreta que la designación de Fernández Teixidó tiene como contrapartida el nombramiento de un soberanista, el consejero de Política Territorial y Obras Públicas, Felip Puig, como portavoz del Ejecutivo catalán. Esta elección de Puig, aseguran en medios moderados de la federación, quizá no sea la más adecuada. Un portavoz no debe tener necesariamente modos versallescos, pero debe huir de actitudes irreflexivas, aseguran. Puig tiene una reputada fama de hombre que actúa con franqueza y convicción, pero también de modo contundente e inmediato contra quienes le contradicen. En las recientes inundaciones de Castelldefels, Puig echó la culpa al Ayuntamiento de la localidad. El propio Pujol y el consejero de Interior, Xavier Pomés, modularon la invectiva y reconocieron la parte de culpa de la Administración autonómica.

En cualquier caso, el actual consejero de Política Territorial ya sufrió los desencuentros de Convergència i Unió en la anterior crisis de Gobierno, cuando Duran Lleida le vetó como secretario general adjunto de la federación de CiU. Luego, el consejero de Economía, Francesc Homs, fue elegido por Mas como cabeza visible de la macroárea económica del Gobierno. Así que ahora correspondía una compensación al hombre que fue una de las almas de la reconstrucción de Convergència tras la marcha de Miquel Roca como secretario general.

Junto a la de Puig también se premian dos fidelidades: la de la consejera Núria de Gispert -que deja Gobernación- para ocupar la cartera unificada de Justicia e Interior y la de Homs, titular de Economía. Ambos pasan a presidir dos grandes comisiones delegadas (la social e institucional y la económica) que hasta ahora encabezaba Artur Mas. La cuota democristiana en el nuevo Ejecutivo se mantiene gracias a la entrada de Josep Maria Pelegrí, secretario de organización de Unió.

Pero equilibrios entre las distintas familias de Convergència i Unió al margen, la sexta crisis en tres años pone de relieve que Pujol se está retirando de la escena política catalana por fascículos y mostrando sus dotes de hábil administrador del tempus político como muy pocos se hubieran atrevido a vaticinar.

Nadie auguraba tras las pasadas elecciones autonómicas de 1999 que las incógnitas políticas de la federación nacionalista se despejarían tal como ha sucedido. Primero nombró a Artur Mas conseller en cap y lo ungió como sucesor.

Luego colocó al gran perjudicado, el líder de Unió, Josep Antoni Duran Lleida, al frente de la federación nacionalista. Poco a poco ha ido cediendo protagonismo. Y el de ayer fue un paso inesperado: cedió, contra su inclinación personal, a las pretensiones de Mas y dio paso a la sexta crisis de Gobierno en tres años.

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