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Columna
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Lula: analogías y diferencias

Joaquín Estefanía

Más allá de las analogías entre Felipe González y Lula -que también se hicieron entre González y Cardoso- hay otras que se pueden establecer entre el periodo de transición que hay desde que el PSOE ganó en las urnas y cuando llegó a La Moncloa (28 de octubre y 3 de diciembre de 1982) y el que hay ahora en Brasil entre la segunda vuelta y la entrada oficial de Lula en el palacio de Planalto en Brasilia, sede de la Jefatura de Estado (27 de octubre de 2002 y 1 de enero de 2003). En el primer caso, un mes y una semana; en el segundo, dos meses.

Rememoraba Felipe González la pasada semana, con motivo del vigésimo aniversario de aquel primer triunfo, lo importante que fue ese periodo de transición. Entonces, igual que ahora en Brasil, los ganadores crearon un equipo de técnicos que se pusieron al día relacionándose con el equipo saliente. Ese equipo técnico no coincidió con el perfil político del primer Consejo de Ministros. En 1982, González pidió al presidente saliente Leopoldo Calvo Sotelo (sin éxito) que aprobase algunas de las duras medidas de ajuste, necesarias para sacar a la economía española de su postración, sin que los sacrificios quemasen al nuevo Gobierno. Hoy, Lula negocia también con Cardoso algunas medidas de urgencia. La primera impresión no puede ser mejor: 'Éste es un hecho político singular para toda América Latina. La transición impulsada por Fernando Henrique Cardoso nunca tuvo lugar en la historia de Brasil. Prácticamente colocó a su Gobierno a nuestra disposición. Ésta es una cátedra de democracia que espero hayamos aprendido para el futuro', declaró Lula. El Ejecutivo de Cardoso tendrá durante estas semanas el protagonismo de las negociaciones con el FMI. Otras decisiones urgentes son los pagos inmediatos de la deuda externa brasileña (en noviembre vencen unos 10.000 millones de dólares de deuda pública y privada), los presupuestos del Estado para 2003 (en los que tendrán que aparecer ya partidas destinadas a satisfacer las promesas electorales sociales como el plan Hambre cero), la reforma tributaria o el nombramiento de gobernador del Banco Central, que no tiene estatuto de autonomía y sobre el que Lula ha dicho que será 'una persona de mi confianza [lo que parece descartar definitivamente al actual gobernador, Arminio Fraga, que llegó desde las cercanías a George Soros], que proceda del mercado y que sea competente y capaz'.

Las primeras reacciones de los mercados internacionales a la victoria de Lula no han sido tan ariscas como durante la campaña electoral. Las señales de hostilidad al 'candidato izquierdista' por parte de algunos bancos de negocios y de las agencias de calificación de la deuda fueron mucho más abundantes que las de los empresarios y financieros del interior de Brasil. Todavía una semana antes de las votaciones de la segunda vuelta, la agencia de calificación Fitch interfería en la campaña rebajando la calificación de la deuda de Brasil y provocando la reacción del Banco Central y del ministro de Economía de Cardoso, Pedro Malán, que calificaron la decisión de 'inoportuna y errónea', y tomada 'a partir de una visión que prejuzga el futuro de la política económica y porque es un ejercicio de especulación, que tiene una base de análisis insuficiente'.

Los analistas de uno de estos bancos describían a sus clientes la situación del Brasil de Lula, la pasada semana, en estos términos: 'El mercado está concediendo al presidente recién elegido Inácio Lula da Silva el beneficio de la duda. Además, los comentarios de campaña de Lula de las últimas semanas mostraron un tono más centrista, que creo representa su futura estrategia de gobierno, no sólo una maniobra electoral... Hay una incipiente (y creciente) convicción de que el impago de la deuda no resulta inevitable y de que un Gobierno presidido por Lula será fiscalmente responsable. La situación política es, efectivamente, más favorable'. Queda pendiente un análisis científico del papel de esas agencias y de esos bancos en los procesos electorales de países emergentes, fundamentalmente de América Latina. Y no solamente del FMI.

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