De 'Rosó' al baile salsero
El tenor Ignasi Encinas dio el toque serio a la velada; Antònia Font, Sisa y Comelade, el galáctico; y con Lucrecia llegó la salsa
La del domingo fue una noche de contrastes. Mientras que la plaza de Cataluña olvidaba la algarabía de veladas anteriores y se sumía en una propuesta lírica y relajante con sus buenos momentos de nostalgia, en Diagonal Mar un contagioso ritmo cubano se apoderaba de la abundante asistencia y en las escalinatas de la catedral la verbena galáctica daba tumbos de la excelencia al patetismo.
La juventud que había ocupado la plaza de Cataluña en días precedentes cedió esta vez su lugar a un público bastante más entrado en años. Se colocaron sillas en la plaza y en el escenario lucieron los fracs de un negro brillante. El tenor Ignasi Encinas -que sustituyó a Jaume Aragall, aquejado de una traqueitis-, acompañado por la Orquesta Sinfónica del Vallès recreó un amplio abanico de temas, de lo operístico a lo popular. Momentos de gran tensión, como su interpretación de Per tu ploro (también conocida como Rosó), arrancaron alguna lagrimita a la nutrida concurrencia.
Mientras Encinas proporcionaba el toque serio a la velada, no lejos de allí, en la plaza de la catedral, los integrantes de Antònia Font, regresando al formato acústico (el que mejor les sienta) inauguraban el Primer Recital Galàctic d'Ultramar i Pirineu. Un concierto tan tranquilo como atractivo del cada vez más sorprendente grupo mallorquín, que no pudo resistir la tentación de invitar a Jaume Sisa a compartir uno de sus temas. Después, el galáctico les devolvería la moneda invitando al guitarrista de Antònia Font a interpretar un tema a dúo.
Tras los mallorquines el escenario fue ocupado por las huestes de Pascal Comelade, auténtico galáctico donde los haya. Sonidos tan rítmicos e hipnóticos como esquizofrénicos puntuados por la poesía de Enric Cassassas desconcertaron algo al personal (además en los tablones de anuncios se presentaba la actuación como pop), que aprovechó para ir a tomarse unas cervezas antes de la actuación estelar del omnipresente Sisa.
Los ritmos ondulantes de Comelade, más aptos para otro tipo de entorno, contrastaban con el apabulle rítmico que marcó la salida de Lucrecia en el escenario de Diagonal Mar. Nuevamente un público de corte familiar abarrotó en cantidad casi similar a la del día anterior el cruce de la calle de Llull y la avenida Diagonal. Gritos de ¡guapa! saludaron la aparición de una Lucrecia que cada día tiene más pinta de gran estrella que despierta la simpatía de un público de todas las edades. El ritmo se apoderó de las inmediaciones mientras a lo lejos se veían los relámpagos amenazantes.
De regreso a la catedral, Sisa había ya conseguido que la masa de público asistente alcanzara las cotas de noches anteriores. Acompañado por su nuevo grupo revisó las parcelas más importantes de su carrera en más que discutibles versiones que pueden ir del acierto a lo estrictamente patético (nada importante porque Sisa es de los que tienen bula y se le perdona todo). Nada nuevo sobre el escenario de la catedral y más teniendo en cuenta que el cantante barcelonés ha conseguido colarse últimamente en casi todas las programaciones posibles.
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