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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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Sergio Cofferati y los sindicatos españoles

Joaquín Estefanía

SE LOS VE AHÍ, en el estrado de la Tribuna Nuestra Europa, de la Fundación Alternativas: Sergio Cofferati, secretario general de la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL); José María Fidalgo, secretario general de Comisiones Obreras (CC OO), y Cándido Méndez, secretario general de la Unión General de Trabajadores (UGT). Son los dirigentes de los principales sindicatos del sur de Europa, que han decidido movilizarse contra una forma de entender el modelo social que representan Berlusconi y Aznar, y que comparte el laborista Blair, al que han perdido el poco respeto que tenían por su belicosa posición, más papista que el Papa, respecto a la guerra contra Irak que impulsa EE UU.

Frente al eje Berlusconi-Blair-Aznar surge un eje de resistencia transversal en los sindicatos que penetra en el mundo de la política. Incluye la defensa del modelo social europeo dentro de la futura Constitución de la UE

Los tres dirigentes, que coincidieron en Madrid el pasado jueves, han entrado en resonancia y teorizan la necesidad de sindicatos supranacionales para enfrentarse a la ola conservadora europea, más tosca que la de los ochenta que lideró Thatcher, pero con posibilidades de generar una marcha atrás en los derechos de los asalariados. Cofferati, llamado el chino por sus ojos rasgados, dirigió una huelga general en su país, la pasada primavera, contra la supresión del artículo 18 del Estatuto de los Trabajadores, que facilita el despido libre aun en el caso de rescisiones de trabajo improcedentes. Tras la huelga hubo una imponente manifestación de más de un millón de trabajadores en el centro de Roma. Esa capacidad de movilización, en un momento en el que la oposición política italiana está sonada, lanzó la posibilidad de un trasvase de Cofferati desde el mundo del sindicalismo al de la política. El italiano lo desmintió tajantemente en Madrid. Le escuchaba, sentado en primera fila, Antonio Gutiérrez, el antiguo secretario general de CC OO, de quien también se dijo en el pasado lo mismo.

Cofferati acompañó físicamente a Méndez y Fidalgo en la manifestación de Sevilla posterior a la huelga general del 20 de junio. Casi tres meses después de aquello, se ha apagado la polémica sobre el alcance de la huelga y hoy constituye un referente en la coyuntura política española. Los sindicatos, que se manifestaron contra las restricciones al seguro de desempleo, lograron un efecto inducido muy significativo: despertar a la oposición política, que desde entonces crece en todos los sondeos. El Gobierno de Berlusconi respondió a la huelga general logrando la ruptura sindical. Los otros dos sindicatos, CSIL y UIL, firmaron un pacto social. La Confederación de Cofferati -centenaria, la primera en Italia con 5,5 millones de trabajadores afiliados- ha convocado otra huelga general para octubre. En España, la respuesta ha sido diferente: el 5 de octubre próximo habrá otra manifestación, que se pretende masiva, en contra del decretazo. Entonces, junto a los sindicalistas de CC OO y UGT estará el sustituto de Cofferati en la CGIL, Guillermo Epifani. Ello subraya la colaboración de las tres centrales. Cofferati pasa a la leyenda de los grandes dirigentes sindicales italianos como Di Vitorio, Lama, Trentín..., que tanto ayudaron al sindicalismo español, incluso económicamente, en los tiempos del franquismo.

Lo más significativo de la conferencia de Cofferati fue su amplio espíritu europeísta: la entrada en el euro supuso un gran sacrificio, pero era imprescindible; la ampliación es una obligación que no se puede retrasar; hay que apoyar los trabajos de la convención para que se apruebe una constitución europea en la que se integre la carta de los derechos de los ciudadanos de forma vinculante. Para todo ello, la Confederación Europea de Sindicatos (CES) debe dejar de ser una suma de sindicatos nacionales y convertirse en una verdadera organización supranacional. Sólo así será influyente y visible. Los sindicatos son un muro de contención ante la oleada conservadora y neoliberal de la economía, que tienen que apoyar reglas fuertes de funcionamiento en un sistema que no parece tener ningún umbral regulador.

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