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Reportaje:

Zapatero se trabaja "la normalidad"

El líder del PSOE disfruta de sus últimos días de vacaciones junto a su familia en una playa de Almería, donde se cruzó con Joaquín Almunia

Pasan unos minutos de las diez de la mañana. La brisa aún refresca la playa inmensa y apenas concurrida en el término municipal de La Garrucha, en Almería. Unas pocas casas salpican el paisaje, azul y desierto, y unas cuantas grúas amenazan con romperlo. Por ahora, a una de las escasas parejas que pasean por la orilla el lugar aún les ofrece la intimidad que busca. José Luis Rodríguez Zapatero, secretario general del PSOE, y su mujer, Sonsoles Espinosa, consumen sus últimos días de vacaciones. Zapatero las interrumpirá hoy para asistir al pleno extraordinario del Congreso sobre la ilegalización de Batasuna, pero eso no tiene cabida en el paseo matinal.

Tampoco tienen cabida en este reportaje sus dos hijas: Laura, de nueve años, y Alba, de siete, a quienes sus padres protegen a capa y espada de las cámaras. "Lo de aparecer o no en los medios de comunicación es una opción personal, y mi opción es poner ciertos límites para defender nuestra vida privada", razona Sonsoles Espinosa, leonesa de 39 años, que para algunos colaboradores de el jefe, como llaman entre ellos a Zapatero, podría ser una buena ayuda en la campaña electoral si quisiera ejercer de candidata consorte. Pero Sonsoles prefiere el anonimato y sólo se deja ver con cuentagotas.

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Normalmente, el paseo por la playa se extiende durante una hora. Esta mañana han tropezado con el antecesor de Zapatero en el cargo, Joaquín Almunia, que veranea en la misma urbanización y sale en ese momento de darse un baño. Se saludan cordialmente. Un día cualquiera la pareja iría después del paseo a la casa que ha alquilado para la segunda parte de su veraneo (los primeros días los consumieron en Galicia con el padre del político, que enviudó hace dos años) para leer la prensa y jugar con las niñas, comería con unos amigos en algún chiringuito, volvería a pasear por la playa con la caída del sol y cenaría con las niñas en casa o fuera.

Pero ayer había programa de trabajo. Almuerzo en Almería capital con el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, y cena con militantes andaluces en Aguadulce. Las vacaciones en los últimos tres años "sólo han cambiado sustancialmente en que antes no me saludaban por la calle y ahora sí", relata.

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Pero el cargo obliga, y al menos una vez por semana ha comparecido en algún acto público. Incluso durante la entrevista, una familia argentina aguarda educadamente a que esté disponible para fotografiarse con él. "En general, la gente es muy respetuosa, y los comentarios que te hacen te dan más norte de lo que pasa en la calle que la mejor encuesta", asegura. Aunque a veces esas observaciones comporten alguna inconveniencia. "Una vez, en una playa de Alicante, me abordó un hombre estando en el agua y me contó toda su vida laboral. Estuvimos 40 minutos y salí muerto de frío, pero me puso al día de la precariedad en el sector del calzado".

Para Sonsoles y las niñas, ser conocido es a veces asfixiante. "Ahora vamos menos al cine", apunta ella. Este verano no han ido, pero sí se han acercado a Granada a ver el montaje de Bodas de sangre de Antonio Gades. "Una maravilla", ponderan unánimemente. Sonsoles Espinosa enseñó música en un colegio de León y, después de trasladarse a Madrid, entró por oposición en el coro del Teatro Real. Su afición a Mozart provoca a veces discusiones familiares. "Pelean ella y las niñas sobre si en el coche se escucha Mozart o el Aserejé", bromea Zapatero.

El líder del PSOE es un entusiasta de los libros de filosofía. A Almería ha viajado con el ensayo Vendiendo prosperidad, del economista estadounidense Paul Krugman, un gurú para muchos políticos de izquierda que, paradójicamente, fue asesor del ex presidente de EE UU Ronald Reagan. También ha terminado, y le ha "encantado", Romanticismo, una novela de Manuel Longares que narra la transición democrática en el barrio de Salamanca, de Madrid, y que le regaló un grupo de periodistas.

La familia reparte sus vacaciones entre el norte y el sur. "En ningún sitio duermo tan bien como en el norte, pero a las niñas y a Sonsoles les tira mucho el mar".

Pero a Zapatero, por encima de todas las cosas, le gusta la política. Cuando habla de ella gesticula apasionadamente. Habla de la importancia del compromiso de los ciudadanos para "romper con ese modelo neoliberal que no tiene en cuenta la calidad de vida", y de la necesidad de eliminar las barreras desde la política para conectar con la sociedad civil. "Por eso creo que es imprescindible cultivar la normalidad. Cuando pasas de persona a personaje pierdes los ideales, la sensibilidad y la motivación, y no creo que la talla intelectual esté reñida con la normalidad. Al contrario". Por eso, dice, le alimentan los amigos de siempre y esa familia que se resiste tercamente a la popularidad. Por cierto, ¿están invitados a la boda de Ana Aznar? "Uff, la pregunta del millón", resopla Sonsoles Espinosa. No. No han sido invitados. Cuestión zanjada. No están dispuestos a opinar sobre la vida personal de nadie. "El que nosotros optemos por una actitud no significa que cualquier otra no sea respetable", dicen.

Zapatero y Almunia, acompañados de sus respectivas esposas, se encuentran en la playa de La Garrucha (Almería).
Zapatero y Almunia, acompañados de sus respectivas esposas, se encuentran en la playa de La Garrucha (Almería).GARCÍA CORDERO

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