Mi vecino será siempre un gran hombre
Hace un año y poco me levanté de buena mañana, tal día como hoy. Estaba disfrutando de las mejores vacaciones de mi vida, en la Ruta Quetzal BBVA. De repente escuché cierta noticia en la radio: 'Atentado en Torrevieja'. En ese mismo instante reventó la burbuja de felicidad en la que yo me hallaba. Se tornó en gotas de sudor frío... de rabia y desazón. Gracias a Dios, al destino, a la torpeza (juzguen ustedes), no hubo nada que lamentar aparte de la enfermiza locura y cobardía de estos 'antivascos'. Aun, así, no quiero recordar lo que sufrí ese día hasta que me enteré de que había sido 'fallido'.
Esta mañana, volví al levantarme con el aire risueño, mirando al mar, con ganas de disfrutar el poco tiempo que me queda en mi Torrevieja natal, y para despedir a una amiga. Irradiaba felicidad. Me sentía dichoso. Cuando volvía a casa, me encontré a mis vecinos del 2º con los ojos ahogados y quemados de dolor, de impotencia. Demacrados y encorsetados en un negro trágico. En ese mismo momento, me acordé de la noche anterior, de todo el revuelo que hubo en mi piso: móviles sonando, ascensor arriba y abajo, gente nerviosa y desesperada: mi vecino, Cecilio Gallego, había sido asesinado con la frialdad mecánica de un temporizador. Con la frialdad moribunda de unos seres que ni viven ni dejan vivir.
'Los' que auspician estos crímenes, díganme, ¿qué ganan cuando asesinan sin avisar?, ¿qué ganan quitando vidas por la espalda a quienes no pueden defenderse? Yo no puedo decirles lo que han perdido los hijos de este hombre bueno, pero puedo afirmar que los conozco a todos, y que no es justo: a la pequeña, a quien he visto a todas horas en el instituto, en nuestro portal, derrochando fuerza y alegría cuando algún día la vi entrenar; a Gustavo, que siempre iba con la sonrisa puesta a todas partes, hasta en los peores momentos de sus lesiones; a Alberto, que hasta era mi compañero de clase en lengua alemana, y que siempre me recibía con alegría en el Palacio de Deportes; y a Juan Carlos, que de pequeños nos enseñó natación a mis hermanos y a mí, además de inculcar a tantas y tantos las ganas por algo tan sano y puro como es el deporte... que es uno de los orgullos de Torrevieja.
Les han reventado la sonrisa y la felicidad a una familia. Han convertido a la 'blanca de sal y
morena de soles' en un luto seco y sombrío. Nunca olvidaré esa sonrisa escondida entre la barba de un hombre bonachón, y, aunque no puedo hacer nada para devolverla a los que más le querrán siempre, como pienso que este hombre estará por siempre orgulloso de sus hijos, y como uno de tantos que ha tenido la suerte de conocerlos, sólo quiero darles las gracias, ahora que ya me queda poco tiempo aquí, por tantos años de simpatía, de amistad y de honestidad. Se han ganado a Torrevieja entera desde antes de que yo naciera y, después de este lamentable hecho, espero que todos les demos el apoyo que se han ganado. Espero que todos los españoles, seamos valencianos o gallegos, madrileños, castellanos, vascos, catalanes o andaluces... espero que todos demos muestras al mundo y a la escoria que todavía se esconde en él de que nos podrán dar donde más nos duela, que por muchos azotes siempre permaneceremos firmes: ETA no.
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