Señales de optimismo
A pesar de su poco peso en la velocidad y el fondo, los atletas europeos están recuperando especialidades que tenían perdidas
Se ha hablado durante los últimos años de la decadencia del atletismo europeo, circunscrito cada vez más a las pruebas de lanzamientos. Es cierto que la velocidad está dominada con puño de hierro por norteamericanos y caribeños y que las carreras de semifondo y fondo son patrimonio de los africanos. En cualquier caso, hay señales optimistas que invitan a pensar en una recuperación de especialidades que parecían perdidas.
No hace mucho tiempo se consideraba la carrera de los 800 metros fuera del alcance de los europeos. Era la típica prueba para felinos cuatrocentistas que daban el salto a la distancia superior o para los mediofondistas africanos, capaces de resistir altas velocidades. Pero la realidad ha sido diferente: el alemán Schumann ganó la final en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, el suizo Bucher aplastó a todos en los pasados Mundiales de Edmonton y el ruso Borzakovski, que disputará los 400 metros en Múnich, ha sido la noticia durante los dos últimos años por sus extravagantes tácticas. De repente, la prueba de los 800 metros está de moda en Europa, con el valor añadido de la presencia de Wilson Kipketer, el danés de origen keniano que vuelve a dominar la distancia.
En el triple salto se prevé un duelo fascinante entre el mago Edwards y el joven sueco Olsson
Es mejor no hacer consideraciones pesimistas, aunque es verdad que ciertas pruebas han caído a una especie de zona cero, fundamentalmente las carreras de fondo, en las que los kenianos y los etíopes han tenido un efecto disuasorio sobre los europeos. Pero en Múnich habrá ocasión de ver luminarias del atletismo. Es una pena que el joven Mark Lewis Francis, la gran esperanza de la velocidad británica, no pueda dar réplica a su compatriota Dwain Chambers en los 100 metros.
En el triple salto se disfrutará, en cambio, de un duelo fascinante entre el mago Jonathan Edwards, incombustible a sus 36 años, y el joven sueco Christian Olsson, el próximo saltador destinado a superar los 18 metros.
También habrá ocasión de ver a los misteriosos griegos, cada vez más poderosos en las grandes competiciones. Apenas hay noticias de ellos o, por lo menos, no han participado en las grandes reuniones del verano. Es su costumbre refugiarse en sus centros de entrenamiento en Grecia y dar en el clavo en los campeonatos. Será el momento de Kaderis, campeón olímpico y del mundo; de Ekaterina Thanou, sólo visible en este tipo de competiciones; de Gatsoudis, el mejor lanzador de jabalina en la actualidad, y de unos cuantos chicos que apuntan maneras.
Si Grecia prepara con precisión sus Juegos de 2004, Alemania jugará ahora en casa y con la sensación de que nuevamente es la gran potencia del deporte europeo. Han pasado los años de las dudas tras la caída del muro y la reunificación. En los últimos tres años, el deporte alemán se ha establecido nuevamente como la gran referencia. Basta observar lo que ha sucedido en los Campeonatos de Europa de natación, en los que su dominio ha sido abrumador. En el atletismo todavía no hay tanta certeza en su hegemonía, pero los síntomas son claros: Alemania vuelve con todo su esplendor. Enfrente, Gran Bretaña, Rusia y Polonia serán, junto a España, los países más potentes en estos Europeos de Múnich.
Entre las mujeres, el nivel será espectacular en las carreras de semifondo y fondo. De nuevo salen a escena la rumana Gabriela Szabo, la irlandesa Susan O'Sullivan y la británica Paula Radcliffe. En los 800 metros regresará la eslovena Yolanda Ceplak y en los 1.500 habrá al menos seis candidatas a la victoria.
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