_
_
_
_
_
Entrevista:JULIÁN ANTONIO RAMÍREZ | Voz de Radio París

'Me acuso de haber contribuido al olvido de cosas que no deben olvidarse'

'Volví con el deseo de callar, pero no ha podido ser'. Éstas eran las intenciones de Julián Antonio Ramírez, la voz de Radio París durante 25 años, uno de los miles de exiliados de la guerra civil que volvió a España cuando murió Franco.

P. ¿Porqué quisieron enterrar el pasado?

R. Más que enterrar lo que queríamos era no perjudicar una necesidad de consenso, de entendimiento. Para no entorpecerla muchos olvidamos gran parte de la verdad de lo que había ocurrido.

P. ¿Y no cree que se calló demasiado?

R. Por un lado pienso que fue positivo no provocar e intentar que no hubiera enfrentamientos, pero también creo que ese silencio ha sido excesivo. Yo me acuso de haber contribuido al olvido de cosas que no deben olvidarse. Empecé a darme cuenta al comprobar que, pasada la transición, todavía quedan muchos valores intactos de la época franquista.

Ramírez nació en San Sebastián hace 86 años. Cuando se proclamó la República, comenzó en Madrid Ingeniería Industrial. Allí inició su actividad política y descubrió los ambientes culturales de la ciudad. Conoció a directores de cine como Rafael Gil o Juan Piqueras e incluso, al mismo García Lorca con quien hizo teatro en La Barraca.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

P. ¿Cómo era el poeta?

R. Lorca era un hombre extraordinario. Aparte de la gran facilidad que tenía para recitar, me maravillaba su concepto de la puesta en escena que aplicaba en La Barraca. Tenía unas ideas sobre la expresión corporal muy modernas para su tiempo.

A Ramírez la guerra le pilló de vacaciones en Burgos. Llegó hasta San Sebastián y comenzó a ayudar en el frente. Estuvo en Guernica, en Gijón. Consiguió llegar a Francia pero volvió a la guerra. Llegó a Cataluña y participó en la batalla del Ebro hasta que tuvo que abandonar definitivamente el país.

P. ¿Estuvo condenado a muerte?

R. Sí. Me condenaron sin detenerme, sin juicio y casi sin saber quién era. Lo único que sabían es que había leído un poema de Lorca en Bilbao. Ésa fue mi culpa.

P. El exilio, los campos de concentración y vuelta a luchar, esta vez, en la resistencia francesa. ¿Cómo empieza a trabajar en Radio París, la emisora que transmitía en español desde fuera para que supiéramos lo que ocurría los de dentro?

R. Comencé en Radio París por casualidad. Yo trabajaba en una empresa donde se construyó parte de la Torre Eiffel y participe en un homenaje que organizamos después de la muerte de Stalin. Jorge Semprun me oyó, consideró que tenía buena voz y me propuso empezar a trabajar en la emisora.

P. ¿Y que trabajo hacía?

R. Comencé en el teatro radiofónico, como mi mujer, Adela del Campo y María Casares. Pero un día, el redactor de deportes se puso enfermo y me propusieron cubrir el Tour. Por fortuna, fue la primera vez que un español, Miguel Poblet, se ponía el maillot amarillo, y la retransmisión fue un éxito.

P. Poco a poco fue cubriendo puestos hasta dirigir los servicios informativos. Durante todo este tiempo, ¿cuál fue el momento más emocionante para usted?

R. Ha habido muchos. Evidentemente siempre se tenían muchas ganas de poder dar la noticia de la muerte de Franco y cuando llego, habiamos esperado tanto, que ya estabamos agotados. Curiosamente, llegue a conocer al dictador.

P. ¿Cómo?

R. En 1971 vine a España con la delegación que acompañaba al Ministro de Asuntos Exteriores francés. Los dos países mantenían buenas relaciones en aquellos momentos y como sabía castellano, me invitaron a venir con ellos.

P. ¿Y que sintió?

R. La verdad es que pensé en la cantidad de penas de muerte y de crímenes que se habían planeado en el mismo despacho donde nos encontrábamos, el de las reuniones ministeriales. Pero no sentí ni rabia, ni odio, ni siquiera lástima. Más que nada sentí la emoción que tiene cualquier periodista cuando estas viviendo un acontecimiento especial.

P. Muere el dictador, llega la transición y usted decide volver a España.

R. Sí, ya no tenía nada que hacer en París y mi mujer echaba de menos el sol. Vine con una especie de complejo. Después de 25 años hablando en publico, sentía un poco de vergüenza porque a veces tuve que decir cosas que no sentía. Era inevitable hacer cierta propaganda a favor de Francia.

P. ¿Y por eso decidió callar?

R. Por eso y por lo que explicaba al principio. Llegamos a Alicante y compramos una casa en la playa de San Juan. Hace unos años nos vinimos a vivir a Mutxamel. Cuando regresamos encontré España mucho mejor de lo que había pensado. Ahora estoy desencantado. Creo que se ha establecido el poder del dinero en nuestro país y se han perdido los principios éticos.

P. Ahora, usted ha decidido romper ese silencio.

R. Sí, me han ofrecido dar un curso en Elche para recuperar la memoria histórica y creo que ha llegado el momento de hacerlo.

P. ¿Está satisfecho con su vida?

R. No quiero pecar de presuntuoso pero la verdad es que no estoy disgustado. Creo que he tenido una vida muy rica y siempre he sido muy consecuente con mis ideales y mis pensamientos. Hay que ser coherente conmigo mismo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_