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Crónica:FERIA DE SAN ISIDRO | LA LIDIA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El único torero, 'Cagancho'

Antonio Lorca

El reloj de la plaza marcaba las nueve menos cuarto de la noche y no había pasado absolutamente nada digno de mención; y si se tiene en cuenta que, aquí, las corridas comienzan a las siete, se puede obtener una idea bastante aproximada del tostonazo de festejo de rejoneo que protagonizaban dos primeras figuras como son Moura y Hermoso de Mendoza.

Eran las nueve menos cuarto, el último toro de la tarde, y el rejoneador navarro se diponía a cambiar de montura después de un más que discreto tercio de rejones de castigo. Entonces, una voz surge del tendido: 'Pablo, Cagancho; saca a Cagancho, hombre'. Si lo tenía previsto o no es secreto de sumario, pero lo cierto es que volvió al ruedo a lomos del mítico caballo y los tendidos explotaron de alegría. No era para menos después de una hora y tres cuartos de profundo aburrimiento.

Flores / Moura y Hermoso, mano a mano

Toros despuntados para rejoneo de la Vda. de Flores Tassara,, bien presentados, mansos y descastados, a excepción del último, con más recorrido. Joao Moura: pinchazo y bajonazo (silencio); pinchazo y rejón bajo (ovación); rejón bajo (oreja). Pablo Hermoso de Mendoza: rejonazo trasero y muy bajo (ovación); pinchazo y bajonazo (oreja); dos pinchazos y rejón en lo alto (vuelta con el caballo Cagancho). Plaza de Las Ventas. 18 de mayo. 7ª corrida de feria. Lleno.

Adiós a Las Ventas

Es conocido que Cagancho es un caballo torero de cualidades extraordinarias que está en temporada de retirada. Su dueño lo despidió de la Maestranza en la feria pasada, y ayer dijo adiós a Las Ventas. Pero antes dictó una nueva lección de torería excelsa en el tercio de banderillas. Cagancho tendrá ya una edad, pero sigue toreando como los propios ángeles. Templó al toro, el único codicioso de toda la tarde, a dos bandas, despacio, sin perderle la cara; en plena carrera, quebró a su perseguidor y se fue por los adentros, lo que provocó una emoción ausente hasta entonces. Repetió la suerte otra vez, más cerca de las tablas, y el momento fue de enorme intensidad. Hermoso aprovechó para prender dos buenos pares de banderillas y, resuelto el segundo, se tiró del caballo, le lanzó un beso al aire, y los espectadores, puestos en pie, homenajearon a Cagancho, que se perdía, todo ufano, por el callejón.

Finalizada su actuación, Hermoso volvió a sacarlo y, tijeras en mano, le cortó las crines a modo de despedida. La vuelta al ruedo del caballo fue apoteósica.

Ciertamente, fue el único triunfador del festejo. El único torero con mando en plaza; el único capaz de transmitir emoción en una tarde gris y fría.

Pero los rejoneadores cortaron una oreja cada uno... Bueno, pues dos regalos del señor; del señor respetable que encontró en la concesión de trofeos una fórmula para aplaudir y espantar el frío. Porque ni Moura ni Hermoso hicieron méritos para ello.

Para empezar, se anuncian mano a mano; es decir, como si se tratara de una dura competencia entre dos primeras figuras. Y de competencia, nada de nada.

Es verdad que los toros no colaboraron al triunfo. A excepción del último, todos fueron mansos, muy descastados y distraídos. El tercero y el cuarto dieron toda la impresión de haber quedado con un amigo en Las Ventas. El primero se arrancó como una moto cuando vio a Moura, y cuando comprendió que no era quien buscaba, se paró en seco y dirigió su mirada a los tendidos con un interés digno de todo encomio. Moura insistía, pero el animal repasó uno por uno los tendidos y, nada, que no encontró al amigo. La verdad es que no era tarea fácil, porque la plaza estaba de bote en bote. El mismo recado traía el cuarto y tampoco lo encontró. Dos toros con un alto sentido de la amistad, pero muy cortos de casta. No se puede tener todo en la vida.

Sin casta

Tampoco derrocharon casta los rejoneadores y son seres racionales, reconocidos toreros, que buscan el aplauso e identifican rápidamente a sus muchos partidarios.

Sea como fuere, con un público proclive al entusiamo, uno y otro, Moura y Hermoso aburrieron al personal cuando todo hacía prever una tarde de competencia artística.

Moura lleva toda la vida en esto, pero hasta el más pintado echa un borrón. Debutó a los once años y ya ha cumplido los cuarenta y dos. Experiencia le sobra, y de ella se valió para una actuación digna, pero fría y de tono menor, a años luz del torero poderoso y artista que le acredita.Estuvo simplemente aseado en su primero, clavó casi siempre a la grupa y no motivó a nadie. Tampoco destacó ante el segundo, el que buscaba al amigo, y se le aplaudieron más las cabriolas con los caballos que su acierto con los garapullos. Y en el tercero hizo un esfuerzo final y protagonizó un meritorio tercio de banderillas que levantó los ánimos de los alicaídos espectadores. Falló en un par a dos manos, mató de un rejón bajo e, inexplicablemente, le concedieron una oreja.

Tampoco anduvo más allá Hermoso. Al final de su segundo toro, alguien le pidió que banderilleara a dos manos y las colocó en todo lo alto. Pero, ¿y si no se lo piden? Por lo demás, rejones muy despegados, fallos en banderillas y rejones de muerte mal colocados.

El único torero, Cagancho. Y se ha despedido...

Pablo Hermoso de Mendoza hace la suerte del teléfono en una de sus actuaciones.
Pablo Hermoso de Mendoza hace la suerte del teléfono en una de sus actuaciones.CLAUDIO ÁLVAREZ
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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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