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Reportaje:

Lenguas magnéticas

Un equipo cordobés gana la Liga Nacional de Debate Universitario

Decía Platón que la oratoria es el arte de ganarse la voluntad de los otros a través de la palabra; de ir atrayendo a los que escuchan al pensamiento propio, como si uno tuviese un imán en la lengua, y acabar convenciéndolos de la verdad irremediable de lo que se dice. Este ha sido el triunfo del equipo de debate de ETEA, la Escuela de Económicas y Empresariales de los Jesuitas en Córdoba. Los siete veinteañeros que lo componen han ganado la tercera Liga Nacional de Debate Universitario, en la que participaron 52 grupos de 26 universidades españolas, discutiendo sobre la siguiente cuestión: ¿Es lícita la clonación de seres humanos con fines terapéuticos?

¿Es lícita? ¿Qué dicen los vencedores? 'Bueno, hemos estado cuatro veces en contra y tres a favor', contesta diplomáticamente Pedro Luis Navarro. Porque el tema se mantuvo durante toda la competición: unos minutos antes de cada debate se sorteaba quién debía defender la clonación y a quién le correspondía rechazarla. En la semifinal hablaron en contra; en la final, apenas una hora después, a favor. 'Yo me tenía que colocar un letrero así de grande para recordar qué posición tocaba', cuenta Francisco Campos.

No se puede debatir en abstracto: lo primero es tener argumentos. 'Nosotros empezamos a documentarnos en enero', relata Ángel García. 'Cuando ya teníamos la información y sabíamos cuáles eran los puntos más relevantes, nos dedicamos a la didáctica de la expresión, de la comunicación'. ¿Son siete piquitos de oro? 'No', se ríen. 'Somos gente normal, más bien extrovertida', opina Pedro. 'Con bastante cara', completa Francisco. 'Nos esforzamos en hablar lo mejor posible, pero en lenguaje común; no queremos ser pedantes', remata Pedro.

La victoria fue una sorpresa. 'Íbamos preparados para hacer un papel digno', explican, 'tranquilos, relajados. No estábamos sometidos a tanta presión como los representantes de otras universidades, que habían hecho una preparación muy larga, con clases especiales con catedráticos de Bioética y todo'. Algunos equipos, dicen, estaban enclaustrados. 'No podían salir ni distraerse. Nosotros sí: hicimos muchos amigos', concluye Pedro. Fueron juntos a parques de atracciones, organizaron botellones... espíritu deportivo, en fin.

Cuando el equipo de ETEA ganó la liga, obtuvo, en vez de una copa y un baño de multitudes, como en el fútbol, algo más de 12.000 euros y el pase automático a la Liga Hispanoamericana de Debate, que se va a celebrar en Puerto Rico, en representación de España. Ahora buscan patrocinio para viajar hasta allá y para equiparse, porque para debatir con éxito les conviene ir impecablemente trajeados. 'Contamos con el apoyo del Ayuntamiento de Córdoba y de nuestra facultad', dicen, 'pero aún no sabemos en qué cuantía'. Que se preparen los patrocinadores; a fuerza de elocuencia, estos chicos les pueden sacar cualquier cosa.

El arte de la persuasión

Para practicar este deporte (tan intelectual como el ajedrez, pero mucho más cansado para la garganta) hace falta un equipo mínimo de dos personas. Un documentalista, que ordene y disponga la información y vaya proporcionando ideas y cifras, y un orador, que sea capaz de planificar su discurso desplegando la máxima capacidad de convicción. El trabajo en equipo es, pues, fundamental. Y en esta liga, lo normal es que participen grupos de cuatro personas, dos para cada labor. Pero los representantes de ETEA son siete. Lo cual no extraña si se piensa en la cantidad de energía que se consume en un debate de una hora, eligiendo y ligando los argumentos más poderosos, rebatiendo las palabras del adversario y, en definitiva, estrujándose el cerebro para condensar y refinar lo que se quiere decir en pocos minutos.

Existen, además, dificultades añadidas. Las reglas del juego establecen que en el curso del debate no se puede hacer uso de ningún dato cuya certeza no pueda verificarse allí mismo. Cualquier equipo puede pedir al oponente que demuestre que lo que ha dicho es verdad, porque si no el jurado queda libre para decidir que es falso. Y para eso hay que tener los papeles muy bien organizados o bien sabérselos de memoria.

Ahora bien, según los miembros del equipo de ETEA lo más difícil es ser versátil, 'cambiar el chip en tan poco tiempo': en fin, mentir. Es una experiencia extraña, cuentan ellos, la de dejarse la voz, las neuronas y las entrañas defendiendo algo que poco después hay que rechazar como si fuera una serpiente venenosa; pero como ejercicio intelectual no tiene precio.

La dificultad de mentir tiene otra faceta, la ética. Cada uno de los integrantes del equipo tiene su idea sobre la clonación, opinión que deben guardar en archivo aparte, porque no puede interferir en el debate. Francisco Campos hace un resumen. 'El sentir general es que esta técnica puede ser positiva para la salud de los que ya estamos aquí, aunque perjudica a los más débiles, a los embriones, que son personas en potencia', dice. Pedro Luis Navarro, sin embargo, se muestra en contra. 'Antes de empezar todo esto estaba a favor. Pero ahora, después de tantas discusiones, creo que hay alternativas terapéuticas suficientemente válidas para que no sea necesario clonar seres humanos'.

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