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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un emblema alemán

El imperio de Leo Kirch era más que un grupo. Era un emblema alemán. El anuncio de suspensión de pagos abre un agujero económico, mediático y deportivo de enorme envergadura, con consecuencias políticas. Kirch tenía en exclusiva los contratos de retransmisión de los Mundiales de fútbol de 2002, que empiezan el 31 de mayo en Seúl, y de 2006 (en Alemania), además de los derechos de la Bundesliga. Todo por unas cifras astronómicas. El ministro federal de Finanzas estudia una solicitud de los clubes para ayudarles a sobrevivir si Kirch Media, la unidad que opera la mayor cadena de televisión privada de Alemania y gestiona los derechos, acaba resultando insolvente. Los cuatro principales bancos acreedores han hecho saber su disposición a evitar la descomposición de esa unidad y crear una sociedad que se haga con estos activos, para evitar que los derechos del Mundial reviertan a la FIFA.

Más información
Suspende pagos en Alemania la televisión de pago de Kirch

Haciendo caso omiso de su credo ultraliberal, el candidato de la oposición en las elecciones federales de noviembre, el primer ministro de Baviera, Edmund Stoiber, ha mostrado, al igual que los socialdemócratas, su disposición a apoyar a Kirch. No es un gesto caritativo. Uno de los principales acreedores de Kirch es el Bayerische Landesbank, propiedad en un 50% del Estado de Baviera. Los socialdemócratas han pedido, con razón, luz y taquígrafos en este punto.

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En cuanto al control final del grupo, Rupert Murdoch puede acabar como el mejor colocado. El Gobierno alemán parece ahora, tras las resistencias mostradas en las últimas semanas, dispuesto a contemplar esta salida. Murdoch, además de ser uno de los accionistas minoritarios, tiene opciones de compra en Kirch Media. En todo caso, el Gobierno alemán prefiere a Murdoch sobre Berlusconi, pues la compra por el magnate italiano implicaría que un primer ministro extranjero, con pocas simpatías hacia el actual Gobierno de Schröder, tendría influencia sobre un imperio mediático alemán.

Todo apunta a que la solución alemana, excluyente de extranjeros, no será tan pura como los dirigentes alemanes habrían deseado. El nacionalismo se ha topado con una realidad difícil de manejar. Pero la forma en que se resuelva puede crear un precedente para otros casos que se den en la Unión Europea.

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