_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Proyecto de figura

Santiago Segurola

A estas alturas de su carrera, el aspecto que verdaderamente distingue a Gasol es su capacidad para desbaratar los prejuicios que se establecen en torno a él. Prejuicios constantes que pretenden limitarle como jugador y que Gasol contesta con una contundencia que desarma de un plumazo a los escépticos. Las dudas vienen de lejos. Recordar algunas de ellas causan sonrojo en estos días: no era suficientemente bueno para ser titular de la selección que ganó el Mundial junior de 1999; no tenía la madurez para marcar la diferencia en el Barcelona; no disponía de la experiencia para afrontar el desafío de la NBA; no contaba aún con las condiciones físicas, técnicas y psicológicas -demasiado alto, demasiado europeo, demasiado débil- para cumplir un papel protagonista en la mejor liga del mundo. Todos y cada uno de estos prejuicios han sido desmontados por Gasol a una velocidad vertiginosa, lo que habla más de su excepcional naturaleza competitiva que de sus cualidades como jugador, estupendas por otra parte.

Más información
"No había manera de pararle"
56 puntos en 34 minutos
Los Blazers humillan a los Grizzlies, que al descanso perdían 58-27
Una buena actuación de Gasol no impide la derrota de los Grizzlies ante los Timberwolves
El fenómeno

Para alcanzar la notoriedad en la NBA no basta con jugar bien -y sobre eso también se albergaban dudas- sino expresarlo con una determinación que se acerca mucho a la fiereza. Pues bien, este muchacho de origen burgués y aspecto frágil juega cada noche como si le fuera la vida, con una intensidad conmovedora y con las antenas siempre desplegadas para aprender y añadir nuevas cosas a su repertorio. Ese ganchito con la izquierda que ahora apenas insinúa puede convertirse en un arma mortífera: le permitirá utilizar los dos perfiles en el poste bajo y multiplicará las dudas de sus marcadores, que ya temen su primer paso cuando juega de frente al aro, que se preocupan por su habilidad como pasador, que no pueden descuidarle en los tiros de cuatro metros, que se encuentran ante un imprevisto gran reboteador en ataque -uno de los diez mejores de la NBA a día de hoy-, con lo que eso significa para sacar petróleo en faltas y lanzamientos cortos de gran porcentaje de acierto. Por si acaso, sus casi 2,5 tapones por partido también le sitúan entre los mejores del campeonato. Son demasiados datos objetivos como para pasarlos por alto. No se trata de advertir en Gasol las cualidades de un buen novato: sus números emiten las señales de los jugadores sobre los cuales se articulan los equipos. Y su actitud ayuda a mejorar esta opinión que comienza a generalizarse en América. Es decir, en apenas tres meses ha pasado de sospechoso a prometedor, y de prometedor a proyecto de figura. Ahora le toca a su equipo comprender esta realidad inevitable, por mucho que Jason Williams se queje. Uno está para protagonizar el futuro y otro para vender entradas durante un ratito.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_