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España y el Mediterráneo

¿Hay esperanzas de relanzamiento del Proceso de Barcelona? Tanto la Conferencia Ministerial Euromediterránea, que tuvo lugar durante el 5 y el 6 de noviembre, como el Fórum Parlamentario Euromediterráneo, celebrado poco después, el 8 de noviembre (ambos en Bruselas), fueron lo suficientemente bien como para creer que sí, que todavía podemos albergar esperanzas. No hay duda de que la reacción que en ambos foros se puso de manifiesto tiene que ver con lo sucedido a partir del pasado 11 de septiembre y la nueva situación en que nos encontramos. No reconocerlo sería negar la evidencia.

El 11 de septiembre ha abierto algunos aspectos nuevos en la política internacional, no todos necesariamente negativos. Entre lo positivo, cabe destacar la importancia de la nueva situación creada en la relación de Occidente con dos países clave, Rusia e Irán. El diálogo o la simple posibilidad de diálogo que se ha abierto, tanto desde la Unión Europea como desde Estados Unidos, es indiscutible, además de muy significativo. No obstante, entre las perspectivas negativas que se han abierto, además de la crisis afgana, no pueden pasar desapercibidos dos estados, Arabia Saudí e Irak, puesto que se trata de países con estructuras bastante susceptibles de entrar en crisis y que no parecen sostenibles por mucho tiempo.

España debería revisar su papel en relación con el Mediterráneo

A ello hay que añadir -y más aún hablando de política mediterránea- el conflicto árabe-israelí. Pero ese conflicto no debe bloquear el Proceso de Barcelona. Es importante que así sea y, antes de las reuniones comentadas, no era obvio que así ocurriera. Sin ir más lejos, el cruce de acusaciones que presencié en la citada conferencia entre Simon Peres y el ministro de Exteriores sirio, Farouk al Shara, presagiaba lo peor. Afortunadamente, el buen hacer del primer ministro belga, Louis Michel, sumado al hecho de que la coyuntura incrementa la responsabilidad de los países mediterráneos, lo evitó.

Así como el marco que ofrece el Proceso de Barcelona ayuda al proceso de paz de Oriente Medio, es preciso destacar que el primero no es el foro de debate adecuado para el segundo.

La prioridad del Proceso de Barcelona está, pues, renovada. Pero, como otras veces, el camino para conseguir el deseado relanzamiento todavía no está definido. Sólo la definición de temas operativos y planes de acción en los tres capítulos del proceso -político, económico y social- pueden dar credibildad al relanzamiento, más que grandes proclamas o macrorreuniones. En este sentido, propuestas como la realizada por Suecia y España en cuanto a un plan de acción de tipo cultural específicamente orientado a la juventud, la educación y los medios de comunicación es un claro ejemplo en positivo. Una serie de medidas operativas de este estilo serían el mejor resultado de la futura Conferencia Euromediterránea de Valencia, que se celebrará en abril del año próximo bajo la presidencia española y para la que todos debemos trabajar.

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Pero hacen falta planes de mejora en lo económico, comercial, social, financiero, igualdad de la mujer, seguridad, justicia... así como un buen funcionamiento de los instrumentos ya existentes (MEDA, BEI, etcétera.). La prioridad renovada por el Proceso de Barcelona se nutre, aún hoy, sólo de palabras, y sería importante su plasmación práctica en la perspectiva de la conferencia de Valencia. Y en esa misma perspectiva, España debería revisar su papel en relación con el Mediterráneo, que hasta hoy no pasa de discreta.

Cuando se habla de la ampliación al Este de la Unión Europea, la referencia es clara: Alemania; cuando se habla de atlantismo, todos reconocemos otro referente: el Reino Unido. ¿Qué pasa cuando hablamos del Mediterráneo? Nada. Debería pasar que España asumiera que, tanto por responsabilidad como por oportunidad, tendría que tomar las riendas.

Pere Esteve es eurodiputado y presidente de la Fundación Trias Fargas.

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