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Reportaje:

El trabajador sincero

Con Sergio Kresic, un sentimental pragmático, la estrella es el equipo

'Odiará que le haga esta pregunta', le abordó un periodista en la primera entrevista televisiva que concedió a su llegada a la UD Las Palmas. '¿Cómo dice?', interrumpió Sergio Kresic. 'No conozco el odio. Voy recto por la vida y cuando algún sinvergüenza se da cuenta de que sigo el mismo camino termina apartándose'. Fiel a esa máxima, este entrenador español de origen croata (Split, 29-XI-46) llega al Mallorca después de haber logrado en el fútbol español cinco ascensos con tres equipos (Marbella, Mérida y Las Palmas), la cómoda permanencia del equipo canario y el Valladolid (97-99), y una campaña en la que llevó al Betis a las semifinales de Copa en 1994.

Cuando la UD Las Palmas le propuso hacerse cargo del objetivo del ascenso, sus colaboradores preferían desestimar la oferta. '¿Pero no sentís curiosidad por saber por qué no asciende un equipo que lo tiene todo para estar en Primera?', les dijo. Para Kresic es fundamental la opinión de su preparador físico, Zósimo San Román, y su segundo, Diego Quintero. Con ellos forma equipo de trabajo indivisible desde 1994. Quintero era jugador del Marbella cuando Kresic logró ascender al equipo malagueño a Segunda A por única vez en su historia. San Román se unió al cuerpo técnico cuando se hicieron cargo del Mérida y lograron otro ascenso histórico para una pequeña población de 50.000 habitantes.

Ambos resaltan del entrenador su extrema fidelidad. Kresic es tan fiel con ellos como con sus principios. Es hombre de club y muestra una reserva sin fisuras sobre cualquier conflicto interno en la entidad. Ni los más cercanos llegaron a conocer sus diferencias con el director general de la Unión Deportiva hasta que abandonó la entidad, cuando respondió a un comentario público este verano.

Se erige en escudo de los jugadores en situaciones críticas. Unas veces lo hace con declaraciones directas, como en el caso del ex mallorquinista Pablo Lago hace dos temporadas, cuando sufría críticas generalizadas. En otras ocasiones no dudó en entrar al trapo contra el sector más hostil de la prensa para ser el centro de los ataques, dejando en un segundo plano tranquilizador a la plantilla. Entre el personaje público y la persona media un abismo. Como técnico le caracterizan decisiones que lleva hasta sus últimas consecuencias, como no permitir que los jugadores descartados que no encuentran salida se entrenen con el equipo.

No se esfuerza en hacer declaraciones buscando popularidad. Con respecto a la cantera, repite hasta la saciedad que en su equipo jugarían los más adecuados en cada momento, sin tener en cuenta el pasaporte ni la raza. Hace dos temporadas hizo debutar a Jorge después de tenerlo meses entrenándose con el primer equipo. La pasada campaña debutaron bajo sus órdenes Guayre (hoy en el Villarreal previo pago de 1.000 millones de pesetas), Ángel y Rubén (autor de dos goles frente al Madrid hace tres jornadas), y llegó a convocar a Carmelo, con 17 años, para el Bernabéu.

A nivel íntimo se muestra sentimental y solidario. Habla de Juan Gómez, Juanito, con el que coincidió en el Burgos como jugador y al que ha dedicado dos ascensos, como un hermano. Ha donado un millón de pesetas a una institución benéfica de Gran Canaria, y ha participado en actividades con niños discapacitados a las que no ha concedido difusión alguna. Y se confiesa de lágrima fácil. Las veces que le han preguntado durante una entrevista por su hermano mayor, fallecido hace dos años, le provoca un nudo en la garganta.

Sobre Kresic cuelga la etiqueta de entrenador especialmente obsesionado con la eficacia defensiva. Él dice que lo que hace es adaptarse a la plantilla con la que trabaja. Ahora tiene la oportunidad de hacer olvidar ese sambenito con el mejor equipo que han puesto en sus manos en sus 22 años como técnico en España.

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