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Tribuna
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Gil de Biedma en el teatro

Tuve la oportunidad de conocer personalmente a Jaime Gil de Biedma con motivo de la adaptación que hizo de las canciones de Nit de Sant Joan, espectáculo musical en el que participé junto a Dagoll Dagom en 1981. Su amigo Juan Marsé había adaptado las partes habladas de la obra y él fue quien nos recomendó a Jaime. Como autor de las letras me reuní con él en varias ocasiones para comentar los textos y encajarlos adecuadamente en la música. Alguna que otra cena cayó y anduvimos de copas en Boccacio más de una noche. En una de esas me expresó su entusiasmo por el trabajo que estaba realizando y me propuso escribir canciones originales: buscar un tema, él escribiría la letra y yo la música y podría hacer un disco en castellano. En ese momento descarté la idea porque tenía otros proyectos y cuando la consideré, unos años después, ya era tarde y estaba muy enfermo. Siempre me he arrepentido de mi falta de reflejos.

Jaime era un hombre de una gran elegancia interior y dotado de una agudeza crítica enriquecida por una sabia visión de las limitaciones humanas y una sutil ironía a la hora de enjuiciar o valorar personas y actos, incluidos los propios. Alguien capacitado para el uso de la inteligencia en el sentido más digno y positivo. El creador de una poética ajustadamente desgarrada, exacta en su decadencia, precisa en sus contradicciones y rigurosa en su compromiso vital, con las dosis convenientes de lírica y realismo para ni empalagar ni desagradar. Todo un señor con plena conciencia de la clase a la que pertenecía y que sabía ponerse en el lugar del otro, conociendo la relativa verdad de todo intento de transmutación intelectual. Alguien que, sabedor de su valía y seguro de ella, resultaba en el trato una persona razonable y feliz. Es la impresión que guardo de él; bebedor, amante de la noche y la conversación, un espíritu erguido pero en modo alguno pretencioso. Homosexual que no loca. Accesible pero no simple. Culto pero no pedante ni frívolo. Todo llevado con absoluta naturalidad y una distinción innata que le permitía compatibilizar sin empacho lo más popular con lo más refinado.

Recuerdo que cuando llevamos a Madrid la versión traducida de Nit de Sant Joan apareció publicado en la prensa un comentario nada favorable firmado por un columnista que no consigue entrar en la Academia. Le preguntamos si lo había leído y al observar nuestra contrariedad se limitó a contestar: 'No os preocupéis. Será que no le ha gustado'. Un caballero.

Yo no soy dueño de la pulcritud estética del poeta y no sabría expresarme con la contundente claridad como él lo hacía, pero estoy convencido de que si levantara la cabeza volvería a morirse del susto al ver la obra de teatro que se ha estrenado este verano en Barcelona dentro de la programación del festival Grec y que se supone es un homenaje o algo parecido a Gil de Biedma, digamos su obra y su figura. Yo no pude resistirlo y me salí antes del final en un estado de confusión entre la incredulidad y la irritación. No soy crítico de teatro, ni siquiera experto, pero creo que el montaje en cuestión es sencillamente un horror, un auténtico engendro sin pies ni cabeza y que no tiene nada que ver con los poemas ni la personalidad del homenajeado. Hay dos términos que quizá convendría fundir en uno para describirlo: mariconada y collonada.

Pero seguramente la víctima de tamaño atentado no tendría reparos en suscribir la opinión de un acerado crítico de la década de 1950 cuando, a raíz del estreno de una obra que al parecer no le gustó, escribió: 'Ayer se estrenó en el Convent dels Àngels algo titulado Más extraño que en el paraíso dirigido por el señor Xavier Albertí. ¿Por qué?'

Jaume Sisa es cantautor.

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