El terrorismo capitula ante Coca-Cola
'El fútbol capitula ante los terroristas al suspender la Copa América'.
Así titulaba hace apenas tres días el International Herald Tribune un comentario de Rob Hughes. Claro, no es de esperarse que el señor Hughes o mucho menos el Herald Tribune entiendan a Colombia, pues ni siquiera nosotros los colombianos podemos hacerlo. Pero quizá sí han debido entender que lo que mueve hoy día el fútbol es el señor dinero.
Finalmente fue el dinero el que logró que en menos de una semana la Confederación Suramericana de Fútbol (CSF) le quitara la sede de la Copa América a Colombia, luego la suspendiera y ahora la reanudara. Ese mismo dinero, que hasta el mismo presidente de Colombia, Andrés Pastrana, acusó de manera pública hace apenas una semana de ser el causante de la suspensión de la Copa, ahora se la devuelve en bandeja de lata.
No importa que el tema de seguridad en nuestro país siga igual o peor. No importa que los 25.000 asesinatos o 3.000 secuestros al año no disminuyan. No importa que hace siete días 9 de las 10 federaciones de fútbol votaran a favor de suspender el evento. La Copa se hace en Colombia.
Esta Copa América va a quedar enmarcada en la historia. No por el fútbol, pues por ahora Argentina y Canadá no asisten, Perú está en duda y los jugadores uruguayos deciden si juegan este fin de semana. Además, muchos de los futbolistas de alto nivel que vieron con alivio cómo podían tener unas semanas de vacaciones no van a estar en el mejor espíritu para enfrentar este evento deportivo. Pero como hito mundial lo que sí se puede afirmar es que Coca-Cola, Mastercard y Telefónica -los patrocinadores del evento- derrotaron al terrorismo.
Pastrana, en un acto de ingenuidad más propio de Hughes, agradeció a los 'países hermanos' el apoyo que permitió que el torneo se realice en Colombia. No sé si habrá equivocado de destinatario, pero en Nueva York, en Atlanta y en Madrid aún esperan por lo menos una copia de la carta de agradecimiento.
Mientras tanto, que ruede el balón. Que la Copa de la Paz, como la llama Pastrana, se inicie mientras los ciudadanos seguimos llorando los muertos o esperando el regreso de los que aún están secuestrados.