Luis Rubias roza la gloria en Barcelona
Para un joven novillero debutante en una plaza de primera la gloria es salir a hombros por la puerta grande.
A punto estuvo de conseguirlo Luis Rubias, que, a pesar de llevar muy pocas novilladas toreadas (debutó con caballos el 21 de junio del año 2000 en Alicante) ayer, en el ruedo de la plaza Monumental barcelonesa, pareció ya algo más que una promesa.
Es buen capotero, toreador con hondura con la muleta, tiene valor y la cabeza le funciona. ¿Y por qué sólo rozó la gloria? Pues por su poco acierto con el estoque en su segundo, al que le tenía cortada una segunda oreja que, reglamenariamente, le hubiese permitido esa 'gloria' que es salir por la puerta grande.
Ya en su primera faena, había toreado muy despacio, y conectando muy bien con el público, a un buen novillo de la ganadería de Joselito, que se resistió bravamente a doblar después de casi media estocada. El sexto de la tarde era un manso, con querencia a toriles, y también a él le hizo faena Luis Rubias, esta vez de mayor mérito, por la condición de su oponente, al que, con inteligencia, cambió los terrenos para ver en cuál de ellos aceptaba, aunque fuese a regañadientes, el muleteo, que fue muy torero y mandón.
Arranz / Triviño, Amaya, Rubias
Cinco novillos de Enrique Martín Arranz, bien presentados y mansurrones y uno (3º) de José Miguel Arroyo, con menos presencia, pero bravo. José Luis Triviño: ovación y vuelta al ruedo por su cuenta. Alejandro Amaya: vuelta al ruedo, y silencio. Luis Rubias: oreja tras aviso, y vuelta al ruedo. Los tres, nuevos en esta plaza. Plaza Monumental. Un cuarto de entrada. Barcelona, 13 de mayo.
Pero, al final, dos pinchazos, estocada y descabello, hicieron que se esfumase la tan ansiada puerta grande.
Buenas maneras
Por su parte, el novillero José Luis Triviño lanceó con hondura a su primero y la faena, iniciada con un cambiado por la espalda en el platillo, mostró muy buenas maneras, pero el novillo fue a menos y el brillo del muleteo también, acabando de pinchazo y sereno con él y después de una estacada corta él mismo optó por dar la vuelta al ruedo.
En cuanto al tercer espada,el mexicano Alejandro Amaya dio unas verónicas excepcional por el pitón derecho a su primero de la tarde y con la muleta mostró una gran clase, con temple, ligazón y mando, aunque también con un punto de frialdad, acabando de una estocada desprendida.
El quinto, mansurrón y muy soso, no permitía grandes cosas y Amaya, a pesar de algún templado y torero muletazo, estuvo en exceso conformista y no puso mucho empeño en alcanzar un lucimiento que, ciertamente, no propiciaba el ejemplar de la ganadería de Marín Arranz.
Babelia
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