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Tribuna
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Con menos cuerpo

Cuanta más actividad se produce alrededor de unas vacaciones, disminuye en proporción semejante la presencia de la política y de la opinión pública. A medida que las carreteras se colapsan, las playas se inundan y las noches se viven, también podemos observar que adelgazan los periódicos, empequeñecen las tertulias y desaparecen los políticos. Si es cierto que la noche quita cuerpo y el día quita alma, según la ópera clásica, entonces también se puede afirmar que las vacaciones impulsan el alma de los ciudadanos y reducen el cuerpo de la vida pública. Al menos en apariencia, porque nunca consigo saber de verdad qué hacen los políticos durante las vacaciones.

Al margen de cuatro o cinco fotos donde se exhiben fuera de contexto, vestidos de buzo, en bermudas o haciendo penitencia en las procesiones, lo cierto es que no sabemos en qué emplean su tiempo libre. En período laboral, dejan un amplio rastro de su actividad cotidiana que nos permite valorar adecuadamente las intenciones y la eficacia de su función. Sin embargo, en vacaciones se desdibujan tanto que disparan nuestras fantasías. ¿Y si resulta que es precisamente en vacaciones cuando se dedican a pensar y hacer planes para el momento de su reincorporación? Peligroso, muy peligroso, sobre todo porque en esos momentos no tenemos un control democrático de sus cábalas y determinaciones. Ya sé que no resulta justo plantearlo como exigencia, pero sería más conveniente y tranquilizador que pensaran en público.

Algunos datos para defender esta tesis. Al inicio de vacaciones y principalmente cuando regresamos, se produce casi siempre un sospechoso incremento de acontecimientos políticos. Mientras el alma del turista le impulsa al viaje y la aventura, se asoma la física del dinero insinuando impuestos y tasas por desperfectos ecológicos. Se está fraguando una nueva ley psicofísica de la sociedad moderna: a mayor consumo cultural, mayor deterioro del ambiente. Y el euro como nueva terapia de diseño.

Y esto no es todo. Atentos a la inflación, al papel de la Iglesia en los conflictos sociales, a la jornada partida en educación, al endeudamiento, a los sondeos electorales, a la descomunión nacionalista, al divorcio sindical y a los estallidos de violencia doméstica. Sin olvidarnos de que en Valencia los progresistas están preocupados por la inseguridad ciudadana y los conservadores por las parejas de hecho. Tampoco es infrecuente que ceses y nombramientos tengan su tiempo de cultivo en período de vacaciones. Atentos, hay que estar muy atentos.

Las vacaciones quitan cuerpo a la política, aunque sólo en apariencia. Hasta los agorafóbicos se darían cuenta de que las vacaciones están politizadas. Únicamente los políticos están empeñados en hacernos creer que están de baja, en tiempo libre, descansando. Pero la verdad es otra, están tomando impulso, preparando el regreso y alimentando las voluntades. Mientras que nosotros, cuando regresemos al día, a la jornada cotidiana, apagaremos las luces y surgirá de nuevo una realidad ya conocida, con menos alma pero con más cuerpo, que tampoco es poca cosa después de la catarsis vacacional.

jseoane@netaserv.com

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