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Crónica:Vuelta de los cuartos de final de la Copa de la UEFA | FÚTBOL
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Barça se cuelga de Rivaldo

Los azulgrana sobreviven gracias a dos zapatazos del brasileño ante un Celta que fue superior

Xosé Hermida

El Barcelona no necesitó jugar, ni siquiera arreglar las irreparables grietas de su defensa para evitar el desastre total y seguir alimentando la esperanza de adecentar un poco su nefasta temporada con un título europeo. Escuálido de fútbol y tan vulnerable como siempre, el Barça vive de las noches estelares de alguna de sus vacas sagradas. Un día es Kluivert y otro Rivaldo. Anoche fue el turno del brasileño, de quien tampoco se puede decir que completase un gran partido. Le bastó ejecutar dos remates con fría profesionalidad para dejar seco a un Celta que había hecho más por defender su suerte. El Celta puso más fe, más juego y hasta mejor organización. Pero todo fue inútil ante la apabullante pegada de Rivaldo, que dejó la eliminatoria medio sentenciada antes del descanso, tras un primera parte en la que el Celta había estado varios cuerpos por delante de su rival.De nada le sirvió al Celta llevar la iniciativa durante toda la primera parte, jugar con más en entusiasmo y criterio, atacar con más convicción la portería contraria. Todo fue inútil porque enfrente estaba Rivaldo. Un Rivaldo aparentemente apagado, sin demasiado protagonismo en el partido, pero que con dos fugaces y devastadoras apariciones decapitó las esperanzas de un Celta que no merecía tal suerte. Dos veces tiró el Barça entre los tres palos en la primera parte. Ambas fueron gol. Los dos, majestuosos e inapelables, lejos del alcance de cualquier portero.

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El Barcelona había comenzado el partido sucumbiendo a la tentación de especular con el resultado. En vez de intimidar al Celta, de recordarle desde el principio quién portaba anoche los galones, el Barça prefirió dejarse llevar por el ritmo que le impusiera el rival. Ni siquiera logró enfriar el partido, el recurso más socorrido en circunstancias como la de anoche. Con Guardiola y Petit difuminados entre la bruma del centro del campo, el Barça no encontró la pelota y, cuando la tuvo, la regaló como si fuese un objeto molesto.

El Celta empezó un tanto vacilante, pero su vitalidad fue creciendo según avanzaba el partido y con la corriente que le soplaba a favor gracias a la inhibición azulgrana. No es el Celta ese maravilloso equipo de las últimas temporadas, entre otras razones porque perdió a piezas indispensables de entonces como Mazinho y Makelele. Pero a Víctor Fernández aún le quedan algunos jugadores estupendos. Sobre todo dos: Gustavo López y Mostovoi. Las asociaciones entre ambos y las siempre elegantes incursiones del argentino por la banda izquierda -su capacidad para pegarse el balón al pie y maniobrar en un centímetro cuadrado fue el tormento del voluntarioso Reiziger- debilitaron muy pronto la defensa del Barça, que ya de por sí no necesita gran cosa para derretirse en cuanto la achuchan un poquito. No faltaron, por supuesto, las habituales pifias, como un balón entregado por Cocu a Mostovoi que Catanha estuvo en tris de enchufar.

Sin noticias de Rivaldo, de Kluivert, de Overmars o de cualquiera que pudiera encenderle las luces, el Barça tardó 27 minutos en tirar a puerta con un manso disparo de Luis Enrique que ni siquiera encontró los tres palos. Pero el Barça necesitó muy poco más para sacudirse el aguijoneo del Celta. La jugada del primer gol anunció que los caprichos de la fortuna soplaban anoche con dirección azulgrana. En tres pases, el Barça montó un contragolpe a la salida de un córner, que pilló despistada a la defensa del Celta. Overmars abrió desde la derecha para la llegada de Rivaldo y éste la colocó en la escuadra como si dirigiera el balón con mando a distancia.

El Celta no se detuvo a lamentarse y porfió a despecho de la adversidad. El premio fue instantáneo: otro maravilloso gol, un terrible cañonazo de Catanha, quien había recibido un pase de espuela de Mostovoi. Propulsado por la eficacia y rapidez de su respuesta, el Celta sintió deslizarse por un tobogán y el Barça apenas pudo hacer otra cosa que tratar de esquivar lo que le caía encima. Por un momento, el Celta pareció capaz de igualar la eliminatoria antes del descanso, pero de nuevo apareció Rivaldo para arreglar el asunto sin bajarse de su pedestal: falta desde 30 metros y otro golito por la escuadra. Tan fácil que cualquiera se creería en condiciones de emularlo.

Excesivamente maltratado por Rivaldo, el Celta necesitó que el fútbol le hiciese otro guiño para meterse de nuevo el partido. Y le llegó a falta de media hora, con el penalti a Catanha que transformó Gustavo. El Celta recuperó algo del entusiasmo de la primera parte, pero teñido ahora del pecado de la precipitación y de cierto desorden. Consciente de que lo peor ya había pasado, el Barça, aunque siguió sin juego, recobró la seguridad para resistir en el arreón final, incluido el gol de Mostovoi en el descuento. Muy poquita cosa, pero suficiente cuando se tiene a Rivaldo.

Gustavo López trata de escaparse de Luis Enrique.
Gustavo López trata de escaparse de Luis Enrique.LALO R. VILLAR

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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