"¡Uff, se me ha subido la adrenalina!"
Los compañeros de Djalminha vivieron al límite el penalti que el brasileño lanzó 'a lo Panenka'
"¡Uff, se me ha subido la adrenalina!". Capdevila expresó de esta forma tan gráfica la tensión que vivieron los jugadores del Depor cuando su compañero Djalminha se atrevió a lanzar el penalti a lo Panenka. Esta fue la sucesión de los hechos: San Siro. 70.103 espectadores, la mayoría de ellos volcados con el Milan. Una hora y pico de juego y el pase a los cuartos de final de la Liga de Campeones en el alero. Penalti a favor del Deportivo. "No creo que se atreva", vaticinó un periodista español desde la grada. "Tirará a romper", añadió otro. Se atrevió.
Djalminha fue fiel a sí mismo y a su maestro en estos lances, el mítico Panenka. El jugador checo marcó de esa guisa en la final de la Eurocopa del 76, en el penalti decisivo para derrotar a Alemania: suave, a media altura y por el centro. Picadita. El mayor placer para un tipo como Djalminha es éste: marcar a lo Panenka, ser más frío que el portero, que caerá ansioso hacia uno de los lados. Justo lo que le sucedió ayer al espigado y patoso Rossi, que observó vendido cómo entraba el balón en su portería. Suavecito.
"Sí, me esperaba que iba a hacer una cosa de ésas", dijo sonriendo el entrenador del Deportivo, Javier Irureta, que sabe, resignado, que es una batalla perdida pedirle a Djalminha que lo tire de otra manera. Djalminha es indomable y mientras los siga marcando... "Yo lo vi muy convencido", añadió Irureta. "Confiamos mucho en él, pero siempre te entran las dudas", abundó el meta Molina. "Cuando le metió, sentimos un alivio tremendo", dijo Capdevila. "Luego, me acerqué a él y le dije: 'los tienen bien puestos".
¿A qué velocidad debe latir en esos instantes el corazón del deportivismo? Pero mientras los siga marcando... La angustia previa es mayor, pero el placer después el doble. Otra cosa es qué pasará el día que falle de esa manera, el día que el portero se quede quieto y ataje el balón que le llega manso.
Dormido anduvo el brasileño justo hasta ese instante. Siguió también en este sentido fiel a la tradición: Djalminha es mucho menos Djalminha fuera de Riazor, además de que el césped no era ni mucho menos su mejor aliado; entró en acción en el momento decisivo. Dejó tres detalles de crack, sólo tres, y expulsó al Milan de la competición. En el primero se cosió el balón a la zurda y le envió a Capdevila, que entraba por la izquierda para provocar el penalti; el segundo fue el sublime toque del penalti; y el tercero un pase con el exterior del pie que efectuó a continuación, un manjar poco visto últimamente en San Siro.
Capdevila, un actor secundario hasta ayer, resultó providencial. Salió para ocupar la plaza de Fran en el interior izquierdo y, pese a tratarse de un lateral, desempeño magníficamente la labor. Le dio más consistencia al Deportivo y se inventó un penalti ante Helveg y Ba. Capdevila, además, vino a frenar las continuas penetraciones del francés Ba por ese lado. El lateral catalán vivió anoche su gran momento después de haberse pasado en el banquillo la mayor parte del ejercicio.
Otro medallista olímpico en Sydney, el delantero sevillano del Milan, José Mari, volvió a la alineación tras mucho tiempo de ausencia. Fue de lo mejor de los milanistas. Una amenaza constante para el Deportivo: dinámico e incisivo. Abandonó el estadio vestido de portero. Se intercambió la camiseta de Molina, ex compañeros en su etapa en el Atlético. Mantuvieron un bello duelo: tres veces remató con peligro José Mari, una chilena con la izquierda, una volea cruzada con la derecha y un cabezazo cruzado al que llegó Molina en su estirada. Se abrazaron tras la batalla y se cruzaron los papeles. Molina, que siempre quiso ser jugador, recibió el dorsal 11 de José Mari. Éste salió con la zamarra del arquero deportivista.
El paisaje milanista tras el partido era desolador. Tirados en el suelo sus jugadores más representativos: Maldini y Albertini, el público aplaudió la entrega de sus muchachos, si bien posteriormente los (*CF13*)tiffosi (*CF12*)más radicales intentaron impedir que algunos salieran del estadio, amén de increpar sin rodeos a Silvio Berlusconi, el presidente. El entrenador milanista, Alberto Zaccheroni, está más que nunca en la cuerda floja.
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