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ESTA SEMANA
Columna
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Segundo intento conciliador

El presidente del Parlamento andaluz, Javier Torres Vela, no cree que antes del miércoles 28-F, Día de Andalucía, se resuelva la crisis institucional que se ha abierto en la comunidad tras el incidente de la frase xenófoba. Ha fracasado en un primer intento de reconducir la situación, saliendo incluso del trance con más de un arañazo, al criticar abiertamente el PP su proceder en todo este asunto.

El atasco es realmente serio ya que los populares se mantienen en su actitud de hacer el vacío al representante andalucista en la Mesa del Parlamento, Ildefonso Dell'Olmo. El propio funcionamiento del Parlamento se ve afectado por esta incidencia, una de las más graves que se recuerdan, por lo que, a buen seguro, habrá apelaciones al diálogo y al acuerdo en el discurso institucional de Torres Vela.

Así que, tras las fiestas, el presidente de la Cámara pretende de nuevo resolver el problema reiniciando los contactos con los distintos grupos políticos. La solución parece imposible si se considera, además, que los andalucistas no tienen el recambio necesario. No se fían del diputado gaditano Ricardo Chamorro. En su momento fue acusado de traidor al romper con su mentor político, el alcalde de Jerez, Pedro Pacheco, quien siempre ha ejercido sobre él una gran influencia personal. Tal vez ahora vea el momento oportuno para quitarse esa imagen que le pesa como una losa, emprendiendo un camino en solitario, desmarcándose así de la línea oficial que dicta su secretario general, Antonio Ortega. De esta forma puede interpretarse la ruptura de la disciplina de voto en el caso Atlanterra, por cierto, sin coste interno alguno para él.

De modo que la festividad del 28-F, la solemnidad de la ceremonia de entrega de las distinciones en el Salón de los Espejos del Palacio de San Telmo, no va a contribuir a salir de la tormenta generada en su día en la Cámara autonómica, por lo que el objetivo de Torres Vela se presenta casi inalcanzable.

Tampoco hay que dejar atrás las noticias que irá deparando el lío de las cajas de ahorro. Resulta cuanto menos inquietante comprobar cómo ningún partido parece mantener una postura coherente en relación con este asunto, superados, como lo están, por la ola de localismo que lo inunda todo. Mientras tanto, 'los compañeros presidentes de las cajas de Sevilla', por emplear los términos del secretario de Organización del PSOE, Luis Pizarro, ya saben que su partido no avalará una fusión si antes no se procede a la renovación de los órganos de gobierno de las entidades. Sin embargo, no se descarta que, una vez más, esta advertencia se quede en eso, en un simple aviso, desbordado al final por unas actuaciones puestas en marcha en sentido precisamente contrario.

La historia de las cajas está llena de antecedentes. Sin ir más lejos, ocurrió con el proceso de constitución de Unicaja. Entonces, el PSOE de Cádiz aprobó en un congreso una resolución a favor de la fusión de las dos existentes en la provincia, la Caja de Cádiz y la de Jerez. Días más tarde, en una operación relámpago, Braulio Medel, ahora presidente de Unicaja, con el apoyo del sector guerrista malagueño, se hacía con la caja de la capital gaditana, dejando en ridículo los planes que tenían los socialistas de la zona. Algo parecido puede ocurrir ahora, aunque el escenario es bien diferente.

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Pero mientras se discute si son galgos o podencos, no hay que perder de vista que esta semana el ministro de Economía y Hacienda, Rodrigo Rato, mantendrá una reunión con el secretario de Empleo y Política Económica del PSOE, Jordi Sevilla. Van a hablar sobre la apertura de las negociaciones sobre el nuevo sistema de financiación autonómica. Aquí sí que se juega Andalucía bastante. Desde el Gobierno central ya se ha dicho que no se debe nada a aquellas comunidades, como la nuestra, que han perdido miles de millones. Un signo claro que puede indicarnos con qué predisposición acuden a estas negociaciones. En definitiva, supone una señal evidente de que la Junta de Andalucía lo tendrá muy duro para que se reconozca el censo real de población o la deuda histórica, de la que ya nadie habla.

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