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Con toda inocencia (o casi)

La Navidad es como el catarro, siempre pilla con las defensas bajas. De modo que a la menor se ve uno sacando de la boca tonadas y villancicos aunque sólo sea para dejar sitio a viandas y morapios. Pero, ¿dónde queda el corazón? Generalmente donde suele, por lo que cada cual sabrá cuánto de pose hay en el aborrecimiento ritual de unas fiestas archiconsumistas -como si el resto del año nos dedicáramos a la pobreza franciscana- y cuánto en la adoración papanatas del amor fraterno y en los deseos de una paz que también se pide en otros ratos libres aunque se desea que, como la lotería, caiga del cielo, es decir sin que uno colabore lo más mínimo. Sí, la Navidad nos acatarra y nos hace soltar mucha moquita, por no hablar de las defensas que le ponen a uno tan bajo que apenas alcanza el suelo.No sé si se debe a la morriña -Navidad tiene su propia clase de eso- o a este viento sur que no deja de soplar enloqueciendo o a que las fiestas han caído, como los partidos de fútbol, en fin de semana, pero esto no parece ni Navidad ni nada. Por ejemplo, les estoy escribiendo estas cuartillas en pleno día de los Inocentes y no se me ocurre ninguna gracia. Pensaba colgar algunos monigotes en la espalda de quienes más hubieran destacado esta semana, pero hasta la actualidad me la ha dado, la espalda, digo, y, claro, en una actualidad no se puede colgar nada, ni siquiera los calcetines. Tomemos por ejemplo a nuestra Idoia Zenarruzabeitia. Dije el otro día que estaba desvaneciéndose como Modigliani -óvalo, mirada y cuello-, pero no veía claro si era para convertirse en algo.

Ahora sé que se ha vuelto cubista. Y me he dado cuenta en cuanto ha dicho que "no ve nada ilegal en el DNI vasco". Tampoco yo sé que puede haber de ilegal, pero sí de no legal ya que ni siquiera está expedido por el Departamento de interior del Gobierno vasco, cuando se sabe de sobra que estas cosas incumben a los interiores. ¿Que dónde hay cubismo ahí? En las facetas, ya que con ello muestra la de no mojarse prohibiendo y la de tolerar ¿sin adherirse?, con una tercera que estaría mirando hacia otro lado, y confío en no descubrirles nada si les digo que Picasso pintaba así, con muchas caras y fragmentos, los cubismos de rostro. El segundo candidato al monigote no es cubista sino un cubo. Yo no sé que va a ser de este chico cuando le falte la otra cabeza, que es la que piensa y la que tiene -aunque zafio, cruel y faltón- el ingenio.

Supongo que habrán descubierto que me refiero a Egibar. ¿Y por qué? Porque morro morro, y aunque le llueva turrón, él sigue erre que erre soberanizando -es cosa de hombres- y construyendo enfrente al español, o sea al enemigo que comparte con algunas otras fieras. Claro que eso no le hace digno de recibir nada, pero si ha tenido su alfileretazo es por haber dicho que el PP y el PSOE han configurado un frente español como la copa de un pino, pudiendo haber dicho que lo han configurado como la copa de un oso y un madroño o como la copa de un fino, que es una clase de jerez españolísimo. Pero ya se ve que la bicefalia no le da más que para cefaleas. Y ahí se acaba todo. Los chicos del encendedor siguen carbonizando bienes y enseres y repartiendo carbón entre quienes les critican, tal vez para avisarles de que carbón son y en carbón se convertirán como si fueran cajeros automáticos. Pero esto no les hace merecedores más que de repulsa y condena, por lo que no caen bajo la competencia de los Inocentes sino al contrario.

Y así, a lo tonto a lo tonto, ya estamos cerca de la Noche Vieja y de ese año, siglo y milenio nuevos para los que supongo que habrán establecido muchos propósitos de la enmienda, mucha dieta y mucho ejercicio que también quedará en el papel, como casi todo aquello que podría hacernos un poco distintos. Por lo que a mí respecta, quisiera desearles lo mejor, pero lo mejor no es cuestión únicamente de deseos sino de poner manos a la obra, de modo que les invito a colaborar en hacer esta tierra -la de este tiesto en el que habitamos, por ejemplo- un poco más habitable y, mientras se va consiguiendo, ojalá tengan lo que ciertos habitantes de Kenia tienen por paradigma de la buena vida: techo, comida, sexo e... historias.

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