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El trágala de las "chapas"

Comienzan a menudear coches por las calles con las nuevas matrículas. De pronto te das cuenta de que ha desaparecido toda referencia valenciana (o de cualquier otro de los pueblos hispánicos) en uno de los instrumentos más simbólicos de lo cotidiano. El paisaje urbano se ha empobrecido un poco más, por nada. Tristísimo.No sirvieron de nada las protestas en su momento. Los voceros del régimen ignoraron, mientras pudieron, las quejas al respecto (TVE fue genial al respecto), pero, cuando no hubo más remedio, lo redujeron todo a las impertinencias ya conocidas de los "nacionalistas". Suerte que los socialistas salieron al paso y pleitearon con el Gobierno en un asunto que dice mucho de la idea de España que tiene cada uno.

Efectivamente, este es un ejemplo meridiano de lo difícil que es para algunos sustraerse a las añoranzas de la España uniforme de antaño y de traducir a la simbología ordinaria (las matriculas de los coches lo son) eso de la diversidad interna que encarnan las nacionalidades y regiones de las que habla la Carta Magna. Sonroja pensar en el manoseo del texto constitucional que hace el partido del Gobierno cuando le conviene y, que, a la hora de la verdad, se olvida de él sucumbiendo a las querencias ideológicas de siempre con sus don pelayos, doñas urracas, los cids campeadores, el tanto monta monta tanto y demás lecturas sesgadas de la historia de España.

Italia, un estado prácticamente uninacional (excepción hecha de algunos territorios atrapados por trazados de frontera a veces caprichosos), ha decidido asumir las matrículas europeas con la I de Italia y con las siglas de sus regiones. Una lección para nuestros gobernantes que, con nocturnidad y alevosía, han hecho un nuevo desplante al espíritu constitucional de la España plural impidiendo que las siglas o símbolos de las Comunidades Autónomas acompañen a la E de España en nuestras matrículas.

Todo este asunto podría tildarse de una torpeza más del gobierno en materias sensibles, ya que es un gobierno que se caracteriza por gobernar poco e irritar mucho al personal, cuando abre la boca o hace algo. En economía ya le está pasando eso. No hace nada (seguir la política de Solbes, afortunadamente) mientras el ciclo económico iba bien y ahora que debe tomar alguna iniciativa, combina las declaraciones provocadoras con la nadería en la acción.

¿Es una torpeza o es un rasgo de chulería nacionalista española? Durante unos días, cuando el Gobierno se estaba pensando el tema de las matrículas, la portada del diario La Razón -vinculado a grupos afines al partido en el poder- destilaba una prosa bélica en nombre de la España eterna que si sale de labios de cualquier nacionalista alternativo (vasco, catalán, valenciano o gallego) lo queman vivo en los telediarios. Todo hace pensar, pues, que el vicepresidente Rajoy, al firmar la orden ministerial correspondiente, siguió a pie juntillas lo que lo más granado del nacionalismo español demandaba, mediante interpretación diligente de su jefe, Aznar López.

Una decisión que se hará cumplir a golpe de multas. No está mal para los tiempos que corren y para las intolerancias que hemos de sufrir a diario en nombre de interpretaciones espurias de la idea de España. Los que luchamos por la democracia y por el texto constitucional consensuado estamos cada vez más preocupados por el mal uso que está haciendo del mismo el partido del Gobierno. Aunque no debía de extrañarnos, porque en su momento fue el principal partido parlamentario que tuvo reticencias para su aprobación.

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Lo más grotesco de todo es la actitud perdonavidas del señor Aznar que, tras tomar personalmente la decisión de marras, se permitió reducir toda la polémica al tono de un chascarrillo (a una polémica sobre "chapas") que él, todo un presidente de gobierno, piensa evitar. Más tomadura de pelo imposible. Más arrogancia nacionalista, difícil de evidenciar. No sabemos si en la Valladolid de sus amores todo el mundo piensa así -al fin y al cabo, la España de Aznar es la España uniformemente acastellanada, la de Valladolid-, pero en muchas comunidades autónomas no castellanas, los sentimientos son bien distintos. Y la incomodidad, manifiesta. Situación perfectamente compatible con las pocas ganas que tiene el personal de pagar multas.

Algún empresario andaluz del sector del automóvil con negocios en Valencia ha defendido la "chapa" única en España, porque así el mercado de coches de segunda mano será más fluido. Oiga ¿y por qué no la "chapa" única europea? Algunos podríamos contar unas cuantas anécdotas de intentos de abuso en gasolineras y talleres mecánicos cuando circulas por Europa -situación cada día más frecuente- con matrícula española. Permítasenos dudar, pues, si, tras el argumento pseudocomercial, no laten, sobre todo, sentimientos meramente nacionalistas (españoles). Sentimientos legítimos y respetables, por supuesto, en la medida que no se quieran imponer a los demás.

¿Y que me dicen ustedes del famoso "poder valenciano"? ¿De la famosa "nacionalidad histórica" de la que hablan los actuales usuarios del Palau de la Generalitat? ¿Ustedes han oído alguna voz del Consell clamando por la presencia valenciana en nuestras matrículas? ¿Saben de alguna protesta de nuestro Govern del trágala de las "chapas"? Un servidor, no.

Vicent Soler es profesor de economía de la Universitat de València.

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