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Sergi López gana en París el premio al mejor actor europeo

'Bailar en la oscuridad' obtiene el galardón de mejor filme, y Björk, el de mejor actiz

El cine europeo reivindica su derecho a la diferencia y al encuentro de distintas culturas. El reparto de los EFA (European Film Awards) coronó ayer en París una serie de aventuras que sumaban talentos de distintos países. El mejor filme, Bailar en la oscuridad, es la obra de un danés, Lars von Trier, coproducido por Francia y protagonizado por la islandesa Björk, elegida mejor actriz. El catalán Sergi López obtuvo el premio al mejor actor por Harry, un ami qui vous veut du bien, película francesa dirigida por el alemán Dominik Moll.

La presencia de Sergi López aporta una nota española a Harry, un ami qui vous veut du bien, cinta francesa dirigida por el alemán Dominik Moll que le ha supuesto a López ser nombrado mejor actor. Goya en Burdeos, de Carlos Saura y producida por Andrés Vicente Gómez, vio reconocido el trabajo fotográfico del italiano Vittorio Storaro y se escogió como mejor filme no comunitario de la temporada la coproducción franco-china In the mood for love, de Wang Kwai Feng.López manifestaba luego a este periódico su "alegría y su sorpresa" al tiempo que recordaba que "desde que hice Western todo me va saliendo bien". Para él el personaje de Harry, un maquiavélico y peligroso viejo amigo, "es un regalo extraordinario que me hizo Dominik Moll. Un buen actor es mejor con un buen personaje y Harry es una pasada".

Todos estos premios hablan de las posibilidades de colaboración entre los profesionales del cine del viejo continente, ese cine que tantas dificultades encuentra para salir de sus fronteras nacionales. Los guionistas premiados, Agnés Jaoui y Jean-Pierre Bacri, por su estupendo trabajo para Le goût des autres, denunciaron "la escasa atención que los medios de comunicación europeos dedican a unos premios que debieran celebrar como propios" y expresaron el anhelo de que "las películas que hacemos los europeos, todas las seleccionadas pero también muchas otras, se estrenen en las ciudades de otros países que el propio".

El francés Laurent Cantet obtuvo el premio Descubrimiento Europeo 2000 por Ressources humaines y Agnes Varda lo tuvo en la sección documental por Les glaneurs et la glaneuse. Richard Harris recibió un homenaje por toda su carrera.

La presencia en la ceremonia de entrega de premios de la comisaria europea de Cultura, Viviane Reading y del primer ministro francés Lionel Jospin, así como de la titular gala de la cartera de Cultura, Catherine Tasca, sirvió para darle una innegable oficialidad a una operación destinada a fomentar la distribución del cine europeo y a potenciar su precario estrellato.

Y el estar ahí, para entregar premios y darse a conocer ante las televisiones de 27 países, de actrices como Carmen Maura o Rossy de Palma, de actores como Fele Martínez o Eduardo Noriega o del cineasta Pedro Almodóvar, al igual que de peliculeros italianos, británicos, suecos o de otros lugares también ayudó a crear esa imagen de una profesión unida en defensa de la diversidad cultural.

Si el nombre de los premios, que existen desde hace 13 años pero siguen sin recibir un bautizo adecuado, es ridículo -EFA-, la estatuilla que los simboliza es igualmente kitsch que su equivalente estadounidense, el Oscar. En vez de un Hércules emasculado los europeos distribuimos una suerte de virgen de Guadalupe estilizada que ha trocado su manto de armiño estrellado por una ropa de celuloide igualmente cubierta de estrellas.

Según Wim Wenders, presidente de la European Film Academy, la entrega de los EFA sirve "para reforzar el sentimiento de pertenecer a una misma comunidad cultural". El acto de ayer en París, organizado por una sociedad privada británica, no supo respetar en cambio esa idea. El francés, como idioma del país anfitrión, ocupó una plaza lógica en los discursos pero el italiano, danés, español -sólo Carmen Maura se expresó en su lengua materna- húngaro, turco o chino propio de los distintos premiados fue substituido por un inglés que se impone a todo el cine europeo sin que se tenga en cuenta que también es la lengua de su gran enemigo, esas producciones de Hollywood a las que parece no bastarles con controlar casi el 80% de mercado europeo pues además sólo dejan un 1% del estadounidense para las pocas cintas europeas que intentan asomarse al otro lado del Atlántico.

El director alemán Dominik Moll no aceptó que se comparase el cine europeo "con un gran transatlántico en el que viajamos todos porque creo que sólo somos una flotilla de embarcaciones pequeñas que se dispersa hacia todos los puntos cardinales".

Moll, cuyo Harry, un ami qui vous veut du bien ha conquistado en Francia a más de dos millones de espectadores y ha sido vendido a 40 países, celebró que exista un sistema de financiación "como el del cine francés basado en cobrar una tasa por cada entrada vendida. Eso permite que los éxitos de las películas americanas sirvan para ayudar a producir cintas europeas".

El colegio electoral de la Academia Europea del Cine está integrado por poco más de 1000 personas, de las cuales 90 son españolas. La ceremonia de ayer culminó un proceso de selección consistente, por ejemplo, en escoger de entre los casi 600 filmes producidos en Europa, un total de 220 para luego reducir la lista a votar a sólo 40 títulos. El Consejo de Administración de la Academia interviene de manera directa en la selección de distintos apartados puesto que muchos filmes no pueden ser vistos por todos sus votantes hipotéticos y, también, para evitar un control aplastante por parte de las naciones que más producen.

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