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México encara la primera sucesión presidencial sin crisis en más de 20 años

Juan Jesús Aznárez

Los relevos presidenciales mexicanos de las dos últimas décadas desencadenaron crisis o convulsiones económicas de consecuencias ruinosas. El primero de diciembre será investido el nuevo presidente electo, Vicente Fox, sin sobresaltos a la vista, una variante nueva en el curso de la economía nacional. Los principales indicadores macroeconómicos, la cotización del peso, la inflación, el humor de los inversionistas, las tendencias no acusan el desbocamiento que acompañó otras sucesiones, y la Administración entrante asumirá en condiciones diferentes, más tranquilas.

Las limitaciones presupuestarias, derivadas de la cuantiosa deuda interna y externa, son, sin embargo, tantas como las promesas de campaña que probablemente deberán esperar a tiempos mejores porque su cumplimiento es prácticamente imposible en un solo mandato. La novedad, de todas formas, es la ausencia de crisis.Durante las navidades de 1994, el Gobierno de Ernesto Zedillo, que tomó el relevo a Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), dispuso una devaluación del peso que causó una masiva fuga de capitales y quiebras en cadena a principios de 1995, la capacidad adquisitiva de los salarios se desplomó y fue necesario un rescate bancario del orden de 65.000 millones de dólares.

Todavía se discute si la culpa la tuvo Salinas o la tuvo Zedillo, y la mayoría de los analistas coinciden en que las responsabilidades fueron compartidas. México afronta, pues, un relevo aparentemente ordenado, con seis meses de intensa preparación, y la posibilidad de encarrilar una economía que este año recibirá cerca de 11.000 millones de dólares en inversiones extranjeras y que hasta ahora dedicó sus principales esfuerzos a remediar los batacazos anteriores.

El 2 de julio de 2000 perdió las elecciones el Partido Revolucionario Institucional (PRI), después de haber ostentado la presidencia durante 71 años, y ganó un hombre de perfil empresarial, secundado por un partido conservador, el Partido de Acción Nacional (PAN), proclive a profundizar la apertura económica acometida por Salinas y continuada por Zedillo. Ninguno de los dos, pese a todo, acometió las reformas estructurales demandadas por los sectores energéticos, por Pemex (Petróleos Mexicanos), cuya modernización y apertura exigen las ciudades más empobrecidas de este país de cien millones de habitantes, la mitad bajo mínimos.

Sin convulsiones

No son previsibles, en otro apartado de la economía mexicana, convulsiones financieras graves durante la transición porque, contrariamente al carácter semirrígido, a las bandas de flotación aplicadas por el Ejecutivo de Salinas de Gortari, su sucesor, Zedillo, dejó flotar el peso en su cotización con el dólar, y Fox mantendrá el sistema.Los dólares desaparecieron en 1995 y el peso se hundió lastrado por las bandas de flotación y una política de deuda arriesgada, como fueron los Tesobonos. "Eran deuda interna, pero se pagaban en dólares como si fueran deuda externa", señala el analista José Yuste. "La devaluación se anunció antes de darse, lo cual originó que los grandes capitales convirtieran sus pesos en dólares contantes y sonantes".

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La situación ha cambiado, aquel peligro no existe de momento, y la Administración entrante es cauta y continuista en los aspectos esenciales, y quiere capitalizar el sector eléctrico, necesitado de cinco mil millones de dólares anuales en inversiones, y el del gas, que reclama otros dos mil millones para permitir el desarrollo de infraestructuras y proyectos productivos. Fox, ex gobernador de Guanajuato y ex directivo de Coca-Cola, tiene un desafío monumental por delante: debe consolidar la estabilidad heredada, una economía que registró un crecimiento promedio del 7%, en parte por el aumento del precio del crudo, y crear riqueza para los que menos tienen.

El peligro de sobrecalentamiento es, por otra parte, cierto, según reconoció el secretario (ministro) de Hacienda, José Ángel Gurría, y los cálculos apuntan hacia un progresivo enfriamiento, hacia un crecimiento ligeramente superior a los cuatro puntos en 2001, según JP Morgan y Merrill Lynch. El proceso se efectuaría a caballo de la desaceleración de la economía estadounidense, cuyo funcionamiento determina el curso de los acontecimientos al sur de río Bravo.

Atrasos seculares

El próximo Gobierno de México, y los que vengan, está obligado a corregir atrasos seculares: el mantenido decaimiento de los salarios desde hace 20 años; la desigualdad en el ingreso, con millones de familias ingresando menos de 12 dólares al día, y la debilidad de las pequeñas y medianas empresas. También, impedir la masiva evasión fiscal, con multimillonarios que no pagan un duro, la injusticia distributiva y un escenario con más de ocho millones de trabajadores en el sector informal, entre otros. Vicente Fox no tiene fondos para cumplir a corto plazo con lo prometido, pues la servidumbre de las diferentes deudas ocupará el 80% del presupuesto de 2001, y las reformas deseadas, la fiscal esencialmente, deben pasar antes por el Congreso, donde el PAN no tiene mayoría. Y además, la recaudación tributaria supone el 11% del PIB, porcentaje que trepa hasta el 30% en Estados Unidos.

La modernización del obsoleto sector petroquímico, la creación de millones de puestos de trabajo -Fox prometió 1,3 millones-, el aumento del gasto social, la seguridad jurídica demandada por el capital extranjero y la lucha contra la corrupción en los diferentes órdenes, constituyen un desafío que trasciende los seis años de mandato en la mayoría de los casos. Las dudas en el equipo económico de la transición destacadas por los analistas, los globos sonda sobre un impopular aumento del IVA a medicinas y alimentos y otras indefiniciones generaron inquietudes en algunas calificadoras internacionales de riego.

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