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Sydney 2000

Grandes entre los grandes

Los Juegos han elevado a la cima del deporte mundial a un grupo de estrellas que ha dejado una huella imborrable en Australia

MARION JONES La reina indiscutible

Los Juegos han consagrado a un racimo de estrellas, algunas previstas y otras inesperadas. Cerrado el telón, copan las portadas. Su huella queda para siempre.

MAURICE GREENE La estrella del celuloide

La gran reina del tartán quería cinco oros, una hazaña jamás igualada. No pudo ser, y se quedó en tres títulos y dos bronces. Con todo, su gesta es imborrable: ningún atleta en la historia había ganado cinco medallas en unos mismos Juegos Olímpicos. Su falta de pericia en la longitud y el escaso crédito de sus compañeras en el 4x100 le impidieron mejorar el botín. No obstante, Jones ha demostrado ser el cartel de los Juegos, como se vaticinaba. La superioridad de Jones es tal que su rendimiento no se ha visto afectado por las contrariedades domésticas: durante el torneo se destapó el positivo de su marido y entrenador, el lanzador de peso C. J. Hunter, que había atribuido su ausencia del torneo a una lesión.

CATHY FREEMAN El icono aborigen

La versión teatral de Jones la escenifica Maurice Greene, el hombre más rápido del planeta. Con aire chulesco y hollywoodiense, el estadounidense se ha dado un vertiginoso paseo en los 100 metros, donde nadie le tose. A su éxito en la prueba individual sumó el sábado un segundo oro en el relevo 4x100, un título que ha devuelto a Estados Unidos al trono de la velocidad tras su humillante derrota en Atlanta frente a Canadá.

GEBRSELASSIE La sonrisa de África

Cathy Freeman paseó su condición de aborigen ante un público enfervorizado en dos actuaciones inolvidables: el encendido del pebetero en la ceremonia inaugural y la victoria en la final de los 400 metros. Freeman entró tras esta carrera en un estado de semiinconsciencia del que sólo despertó tras una apoteósica vuelta de honor.

MICHAEL JOHNSON La locomotora

Líder de la tropa de atletas etíopes, el mejor fondista de la historia ha repetido triunfo en los 10.000 metros, distancia en la que no pierde una prueba desde 1993, para desgracia de los kenianos, a los que les resulta una afrenta el dominio de Etiopía en esta prueba. La sonrisa de África sopesa pasarse al maratón después de haber hecho del diez mil su finca particular.

THORPE Un torpedo con aletas

Su reinado en los 400 metros dura más de una década y en Sydney ha vuelto a resultar insultante: oro en la prueba individual y oro en los relevos de la distancia. A sus 33 años, Johnson, que medita su retirada, acumula cinco oros olímpicos, nueve campeonatos del mundo y los récords mundiales de 200, 300 y 400 metros.

VAN DEN HOOGENBAND Un nadador en el Everest

El australiano Ian Thorpe inundó todas las portadas durante los primeros días de los Juegos con su soberbia actuación en la piscina mágica de Sydney. Con una brazada delicada y poderosa y un par de aletas en los pies -calza un 52-, a sus 17 años, y en su ciudad natal, Thorpe logró tres medallas de oro y dos de plata. Sin afeitarse aún, ya gana más de 300 millones anuales y es el rostro más adorado por un país cuya bandera deportiva es la natación. Sólo la explosión de Pieter van den Hoogenband ahogó levemente la thorpemanía.

DE BRUIJN 'La Gamba' de oro

Campeón olímpico de 100 y 200 metros libres, este holandés de 21 años, educado en la piscina por su madre, ha sido una de las grandes sensaciones de los Juegos. Entre título y título aún tuvo tiempo de batir el récord del mundo de los 100. Alcanzó el Everest de los récords y dejó una marca sideral (47,84 segundos). Su autoridad permitió a Holanda ganar el bronce en 4x200.

VAN MOORSEL Una ciclista de peso

Tres récords mundiales y tres medallas de oro otorgan a Inge de Bruijn, apodada La Gamba, la etiqueta de mejor nadadora del planeta. Acostumbrada a vivir bajo sospechas de dopaje, esta holandesa del PSV Eindhoven -lo mismo que Van den Hoogenband- ha llegado a la cima con 27 años.

FISCHER Y REDGRAVE La dama y el 'sir'

La reina inesperada de los Juegos llegó de Holanda como otros multimedallistas (De Bruijn, Van den Hoogenband), pero su irrupción fue totalmente inesperada. Leontien van Moorsel es una ciclista de 30 años de la que se pensaba que su ciclo deportivo se había acabado tras ganar el Mundial de carretera en Oslo 94. Después desapareció del mapa, acosada, luego se supo, por una crisis de anorexia. Siendo la más dotada de su generación, su regreso, fortalecido por una nueva seguridad en sí misma, ha sido imparable. En Sydney ganó un oro y una plata en pista (persecución, con récord mundial incluido, y puntuación) y dos de oro en carretera: línea y contrarreloj.

Ya tenía el récord de más años transcurridos entre dos medallas de oro conseguidas: 16, entre Moscú 80 y Atlanta 96. Pero lo ha subido a 20. Y si la alemana Birgit Fischer, a sus 38 años, no ha ganado más medallas ha sido porque se perdió Los Ángeles 84 cuando aún existía la República Democrática Alemana, uno de los países que boicotearon aquellos Juegos. Pero da igual. Con las dos medallas de oro logradas en el campo de regatas de Penritt, en los barcos de K-2 (piragua de dos palistas) y K-4 (con cuatro), suma ya siete títulos y 10 medallas en total. Birgit se ha acercado así a los nueve oros de leyendas como Paavo Nurmi, Mark Spitz, Carl Lewis y Larissa Latyninina. En las aguas de Sydney sólo un remero británico ha hecho sombra a Fischer. A sus 37 años y con una diabetes aguda, Steve Redgrave, para el que ya se pide en su país el título de sir, ha ganado su quinta medalla de oro consecutiva.

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