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Sydney 2000 ATLETISMO

Jones hace del 200 un trámite

La estadounidense gana con tanta autoridad que elimina la emoción de las carreras

Santiago Segurola

El segundo trabajo de Marion Jones también fue sencillo. Ganó los 200 metros con un margen apenas entendible en estos tiempos. Superó a Pauline Davis por cuatro décimas, una eternidad en las distancias cortas. Davis, una de las magníficas velocistas de las Islas Bahamas, celebró su segundo puesto como si de una victoria se tratara. Y tenía razón. Jones habita en otro planeta. Su autoridad resulta excesiva, hasta el punto de eliminar la emoción en sus carreras.La estadounidense se hará humana en longitud, donde sus carencias superan a sus cualidades. En las carreras no encuentra rivales capaces de amenazarla. Esto supone un problema para Jones, que está muy lejos de sus límites. Su registro merece crédito si se compara con el discreto panorama que se observa en las pruebas explosivas. Pero en comparación con el pasado, la atleta no ha marcado ninguna diferencia. Bajar de 22 segundos no resultaba tan complicado hasta hace poco. En algunas finales anteriores, dos y tres atletas atravesaban esa frontera. Como corren malos tiempos, las marcas de Jones parecen galácticas. Si el paisaje no se modifica, y por ahora no hay síntomas de que vaya a ocurrir, la estadounidense puede adocenarse en su solitario reino.

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La percepción del público fue diferente a la de Jones. La gente se tomó la carrera como un trámite, un pasatiempo a la espera de las emociones fuertes. Desde ahora, Marion Jones será vulnerable en los tres desafíos que le restan: longitud, 4x100 y 4x400 metros. Se le ha ocurrido buscar cinco medallas de oro en un momento de grave crisis entre las velocistas norteamericanas, que sólo tuvieron la representación de Jones en los 100 metros, lo mismo que en los 200. Es la peor noticia posible para afrontar con alguna garantía los relevos.

Si los espectadores apenas dieron importancia al triunfo de Jones, ella declaró que había pasado momentos de gran nerviosismo antes de la carrera. "Los Juegos Olímpicos superan todo lo que me había imaginado desde niña", declaró. A los ojos del público no hubo carrera. La presencia de Cathy Freeman fue testimonial. No estaba en condiciones de arrebatar el protagonismo a la norteamericana, que salió de la curva con un par de metros de ventaja y luego incrementó la diferencia. Lo hizo sin exigirse demasiado, con una relajación absoluta. La ausencia de Inger Miller aumentó la desigualdad. En la forma que demostró el pasado año en Sevilla, Miller hubiera puesto en graves aprietos a Jones. Pero las carreras se celebran aquí y ahora. En Sydney se ha visto una atleta que tiene derecho a ganarse un puesto en la historia. Y también se ha visto que las pruebas de velocidad viven una época lamentable, con marcas que remiten a los años setenta.

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