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Sydney 2000 JAVIER CAPITÁN NARVIÓN

Olimpiadas diferidas

Tengo que agradecer a la representación española que haya conseguido que no me haga insomne. No sé si por un acuerdo secreto con Rodrigo Rato o con las organizaciones empresariales, el equipo olímpico español ha hecho una contribución ejemplar y decisiva a que durante estas semanas no haya bajado la productividad en el trabajo. Los españoles, a pesar de los Juegos Olímpicos, seguimos llegando frescos a trabajar.La forma en que nuestra delegación ha asumido esa misión ha sido ejemplar. Frente a quienes hablan de la típica improvisación hispana, esta vez nos encontramos ante un gran juego estratégico cuyo objetivo era el de preservar el sueño de los españoles. El manual que ha presidido la actuación de nuestro equipo, quién sabe si preparado por insignes miembros del Cesid, se detalla a continuación.

Primera instrucción: decepcionar a las primeras de cambio. Que los primeros fiascos lleguen al principio es importante. Un par de cabreos seguidos hace que uno se replantee seriamente tener que hacerse un adicto al café para disfrutar de los Juegos.

Segunda instrucción: decepcionar en aquello en lo que se depositan más esperanzas. El desánimo cunde más rápidamente y uno se plantea que, para ver esos desastres, es mejor leerlo al día siguiente y tener la impresión de que has sido inteligente al irte a dormir.

Tercera instrucción: no defraudar en el deporte nacional. Tan preocupante es que la gente llegue machacada al trabajo por ver las olimpiadas, como poder generar, en torno al fútbol, conversaciones interminables sobre el fracaso. Al mismo tiempo, conviene hundirse de forma espectacular en el baloncesto. Tiene la ventaja de ser muy desmotivante, pero genera la quinta parte de tertulias que el fútbol.

Cuarta instrucción: ganar medallas en deportes en los que, a priori, no contamos con posibilidades. Lejos de provocar un efecto enganche a las transmisiones, lo que causan es despiste. De esa forma, ante el desconcierto, lo mejor es optar por irse a descansar.

Quinta instrucción: dejar a salvo el prestigio de las instituciones o, lo que es lo mismo, hacer un papel digno en balonmano. La presencia de Urdangarín debe producirse en un equipo campeón, máxime cuando él ofrece la ventaja equilibrante de manejarse con la mano izquierda.

Ante una campaña perfectamente diseñada, lo mejor que se puede hacer es dormir de noche, enterarse de lo que ha sucedido por la mañana, y ver las retransmisiones en diferido con la seguridad de saber de antemano las sensaciones que vamos a vivir. En tiempos de un euro débil y un petróleo por las nubes, nuestra economía nos lo agradecerá. ¡Viva el diferido!

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