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Una película de Lombardi y un raro documento sociológico alemán bajan el nivel del concurso

El certamen abre con el filme mexicano 'Amores perros', una repesca de joyas de otros festivales

El filme mexicano Amores perros, que alcanzó gran resonancia en el último Festival de Cannes, trajo ayer a un rincón de la sección paralela Zabaltegi o Zona Abierta lo que la sección oficial no pudo aportar al concurso: un cine de alto riesgo, inteligente, bien hecho, vivo y original. Dos filmes, el peruano Tinta roja, dirigido por Francisco Lombardi, y el alemán Alaska.de, obra muy primeriza de la alemana Esther Gronenborn, hicieron bajar al nivel de lo rutinario y lo simplemente pasable la gran altura alcanzada por el concurso gracias a La comunidad, de Álex de la Iglesia, cuyos ecos aún resuenan aquí.

Con Amores perros, dirigida por el mexicano Alejandro González Iñárritu, y En pleno verano, obra del vietnamita afincado en el cine francés Tran Anh Hung, el festival donostiarra inició un precioso y más que prometedor apartado dentro de su sección paralela Zona Abierta o Zabaltegi, pues a la ya habitual riqueza de este rincón de la programación se suma, gracias a este nuevo apartado, una riqueza añadida: la contrastada por el triunfo de las películas programadas en otros festivales internacionales.Es penoso comprobar con frecuencia que hay películas excelentes, que han conquistado con su empuje un lugar entre las mejores que se ven cada año en los escaparates internacionales del cine, que luego desaparecen sin dejar rastro. El aparato de la distribución se olvida de ellas, y no llegan nunca, o llegan muy a destiempo, a nuestras redes de exhibición. El festival donostiarra pretende mantener viva con esta repesca de joyas de otros festivales la memoria de estas películas, y así sostener la tensión informativa sobre ellas, lo que puede conducir a ese estreno español que se merecen y no siempre nos llega.

En esta primera repesca encontramos, además de las dos obras citadas, filmes tan poderosos e inteligentes como Así es la vida, del mexicano Arturo Ripstein; Bajo sospecha y Nurse Betty, de los estadounidenses Stephen Hopkins y Neil LaBute, junto a obras de talla excepcional como Infiel, de Ingmar Bergman y Liv Ullmann, y la sorprendente In the mood for love, del chino hongkonés Wong Kar-wai, consideradas unánimemente como dos de las más importantes películas del último año. Cerrará ese ciclo de oro la conmovedora y admirable Camino a casa, con la que Zhang Yimou se llevó en 1999 a su casa de Pekín el segundo León de Oro del Festival de Venecia que se ha ganado a pulso.

Y si el gran cine llegó ayer a San Sebastián por la puerta trasera de una sección paralela de repescas de lo ajeno, el cine pequeño se adueñó del escaparate de la sección oficial y el concurso. Allí nos enfrentamos a Tinta roja, una película dirigida por el peruano Francisco J. Lombardi que, como todas las suyas, está bien, incluso muy bien realizada, pero que en este caso se queda sólo en eso, en una buena realización mecánica, con un reparto irregular subido al caballo cojo de un guión argumentalmente trepidante y con personajes muy interesantes pero que peca de una construcción circular algo reiterativa y de un desarrollo plano.

El Francisco Lombardi de La ciudad y los perros, La boca del lobo y Bajo la piel que en 1985, 1988 y 1996, respectivamente, obtuvo un hueco importante y merecido en la lista de premios final de este festival puede prolongar su hazaña en un cuarto episodio gracias a su brillantez y a su dominio del oficio de filmar, pero que esto sea merecido dependerá de que el nivel medio de la programación que viene no alcance calidades muy altas. Tinta roja está bien construida, es correcta, se sostiene, es cine astutamente rodado y que refleja con habilidad los mecanismos profesionales que mueven el mundo, o el submundo, de la prensa amarilla peruana, pero su contribución a la evolución del lenguaje cinematográfico, que es lo que da sentido a la presencia de un filme en un festival de este alcance, es más bien escasa, por no decir nula.

En el polo opuesto, la directora de Alaska.de, la otra película que ayer concursó, es la documentalista alemana Esther Gronenborn, formada en la televisión, y ésta su primera película de ficción es acusadamente deudora de la lógica del documento televisivo en que la cineasta ha forjado su peculiar estilo. En realidad es ésta su más atractiva aportación como juego de lenguaje. Hay en el despliegue visual que Esther Gronenborn lleva a cabo sobre la vida dura y mugrienta en un barrio obrero de una ciudad de la Alemania pobre y deprimida momentos de viveza y fuerza, pero, como conjunto, la película se resiente de una construcción endeble, de una sucesión de imágenes sólo hilvanadas y algunas de ellas balbucientes e imprecisas. E incurre, junto a hallazgos visuales inquietantes, austeros y poderosos a ráfagas, en tics y amaneramientos, además de en un juego demasiado calculado y no enteramente convincente al feísmo y a la pobreza estudiada de la imagen.

MICHAEL CAINE RECIBE HOY EL PREMIO DONOSTIA.

El actor británico Michael Caine (en la fotografía a la izquierda, junto a Diego Galán, director del festival) llegó ayer por la tarde a San Sebastián, en donde hoy recibirá el Premio Donostia como reconocimiento a su carrera.

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