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Reflexiones a contracorriente FRANCESC DE CARRERAS

Francesc de Carreras

La edición del libro de Salvador Millet i Bel Reflexiones liberales (Península, Barcelona, 2000), aparecido hace unos meses, ha pasado casi inadvertida y, sin embargo, se trata de un volumen del mayor interés y actualidad. Millet, fallecido hace poco más de dos años, fue un animador intelectual de gran altura en el debate político y económico de nuestro país, especialmente a partir de la transición política. Precisamente, el libro recoge una selección de artículos publicados en La Vanguardia, seleccionados y agrupados por temas de forma muy inteligente por Juan M. Hernández-Puértolas. Por la actualidad de los temas tratados y por su nivel teórico, el interés de los artículos seleccionados sobrepasan con creces la coyuntura concreta en la que fueron publicados.El libro refleja perfectamente la ideología y el perfil intelectual y político de Salvador Millet. Aunque economista de formación y de profesión, sus intereses culturales van más allá de la mera ciencia económica y se extienden al campo de la historia y del pensamiento. Sus estudios en Heidelberg y en Londres, antes de la guerra civil española, con liberales tan insignes como Hayek y Röpke, le marcaron profundamente y, a lo largo de su vida, a pesar del franquismo dominante en política y del keynesianismo dominante en economía, siempre fue fiel a este liberalismo de sus primeros maestros. Por ello, durante el franquismo, Millet ejerció de liberal conservador ilustrado, catalanista de la línea de Cambó, totalmente ajeno a la política franquista oficial, monárquico de don Juan de Borbón y entusiasta europeísta.

Iniciador de las páginas económicas de La Vanguardia, que luego pasarían a manos de Fabián Estapé, Millet unía a una formación teórica sólida una capacidad periodística poco común. Sus artículos eran un modelo de argumentación clara, precisa y racional: todo se le entendía perfectamente, aunque tratara sobre las más abstrusas materias económicas. Además, sus opiniones expresaban siempre un punto de vista independiente y propio, nunca estaban escritos para abundar en lugares comunes. Esta independencia personal tuvo un reflejo claro en su propia vida social y política. Cuando la burguesía catalana, de la que formaba parte, era franquista, él era liberal y demócrata; cuando los economistas eran seguidores de Keynes, él lo era de Hayek; cuando la oposición antifranquista era mayoritariamente republicana, él fue monárquico; cuando ya en democracia todos se hicieron nacionalistas, él permaneció catalanista y extremadamente crítico con el nacionalismo. Ninguna de estas posiciones era fruto de un gratuito y frívolo espíritu de contradicción, sino producto de la coherencia de sus convicciones, de su sólida formación ideológica racionalista, humanista e ilustrada que estaba en la base de su independencia de espíritu. Basta leer Sobre el raro hecho de pensar, artículo con el que se inicia el libro que comentamos, para darse cuenta de cuál es el talante intelectual de Millet.

Desde este talante, Millet nos habla en su libro de la economía, de la sociedad, de la política, del pensamiento, de Europa, de España y de Cataluña. A este último punto, el compilador le ha dedicado un capítulo que titula Cataluña, nacionalismo y Francesc Cambó, cuyo contenido, visto desde la actualidad, no tiene desperdicio. Ante el congreso que se celebrará este fin de semana, algunos líderes del PP de Cataluña parecen mantener posiciones distantes y hasta enfrentadas en estos puntos. Probablemente, la lectura de algunos artículos de Millet les pueden ser de mucha ayuda para lograr aclararse. Algunos de los títulos de estos artículos ya incitan a la lectura: ¿Por qué no soy nacionalista?, ¿Qué es una nación?, Catalanismo y nacionalismo, Por un patriotismo realista. Todos ellos responden al estilo de Millet: claros, concisos, conceptuales, sólidos, independientes. Son una réplica coherente al nacionalismo transversal que anida en todos los partidos catalanes -a excepción, por ahora, del PP- que han aceptado acomplejadamente el pujolismo. Sólo algunas píldoras de lo que dicen estos artículos. Por ejemplo, Millet expresa la necesidad de acabar con los mitos nacionales catalanes y, siguiendo al historiador Ramon d'Abadal, afirma rotundamente que "ni Guifré el Pelós ni Jaume el Conqueridor fueron nunca nacionalistas y nunca tuvieron la menor idea de patria", sino que únicamente se preocuparon de constituir un patrimonio para darlo en herencia a sus hijos. O bien, yendo más a la actualidad, contrapone nacionalismo y catalanismo: "La gran diferencia entre el nacionalismo y el catalanismo consiste en el hecho de que mientras el nacionalismo de Pujol se halla todavía anclado en la idea revolucionaria, romántica, mágica, irreal e indefinible de la nación generadora de toda clase de derechos y, entre ellos, el derecho a la autodeterminación -'uno de los inventos más desafortunados del derecho internacional', según Dahrendorf; 'un principio absurdo', según Karl Popper; 'una idea peligrosa', según el propio Renan, observaciones que yo comparto plenamente-, el catalanismo que aquí defendemos se basa no sólo en los derechos positivos, reales e irrenunciables de los ciudadanos, sino en la defensa de sus legítimos intereses económicos y sociales".

Por último, mediante una paradoja, expone cuál es su ideal nacionalista: "Personalmente me siento muy catalán, muy español y muy europeo, pero por encima de todo me siento un hombre que ama la libertad. Mi nación es una nación sin límites, una nación abierta que trasciende todas las fronteras. Si nacionalista tuviera que llamarme, me llamaría nacionalista de la libertad".

Lean los amigos del PP -y, por supuesto, no sólo ellos- este libro de Salvador Millet. Quizá les ayude a ponerse de acuerdo y encontrar los fundamentos de una tradición catalanista que andan buscando y que, sin acomplejarse, tienen al alcance de la mano.

Francesc de Carreras es catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.

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