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El festival premia a sus impulsores

Seguramente la inauguración de la Fira del Teatre al Carrer de Tàrrega nunca había sido un acto tan protocolario como el de este año. Más que una inauguración parecía un acto preelectoral si se atiende a la presencia casi masiva de consejeros de la Generalitat: Artur Mas, de Economía y Finanzas; Lluís Franco, de Trabajo, y Jordi Vilajoana, de Cultura. El motivo de acto de tanto copete fue la celebración de los 20 años de Fira, cuya primera edición fue en 1981, y la entrega de galardones a quienes fueron sus primeros impulsores y a quienes, a lo largo de su extensa trayectoria, han contribuido a su desarrollo y consolidación. Después del acto, reunidos en el balcón del Ayuntamiento junto al alcalde, quedaron todos apresados en una telaraña de serpentinas plateadas que lanzaron sobre ellos los miembros de la compañía Vernisseurs, que realizaron un pasacalle hasta la nueva sede de la Fira de Teatre al Carrer de Tàrrega, un edificio antiguo completamente reformado para albergar la oficina permanente de la feria.A mediodía del viernes, Tàrrega no es, ni de lejos, la ciudad bulliciosa que será durante el fin de semana. Vive todavía inmersa en los preparativos de una fiesta mientras, poco a poco, van llegando los jóvenes con mochila que constituirán el público más numeroso y, sin duda, el más pintoresco, con sus disfraces tribales, sus artilugios acrobáticos y sus cabelleras leoninas. Ya a las doce habían empezado a desplegarse por la ciudad subidos en monociclos, echando mazas y diábolos al aire o contribuyendo, simplemente, a la escenografía dionisiaca de Tàrrega sentados en bordillos y escalones. Frente a ellos, resulta chocante la elegancia de los trajes de los políticos, tan fuera de su elemento que parecen embajadores en algún continente recién descubierto.

Tàrrega es Tàrrega, y aquí imperan durante cuatro días unas leyes ajenas a toda normalidad. Los actos protocolarios, aunque inevitables, son breves, funcionales, sin declaraciones espectaculares. Pero así como el 11 de septiembre de 1997 explotó la bomba Flotats, este año flotaba en el ambiente la reciente noticia de que el presidente Aznar acudirá el próximo día 21 al estreno de Arte, que Flotats ha hecho coincidir con el estreno, en el Teatre Nacional de Catalunya (TNC), de El alcalde de Zalamea, espectáculo coproducido por el TNC y la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Una circunstancia que Vilajoana ha despachado con una ironía no exenta de metralla, señalando que le parecía estupendo que el presidente de la nación fuera al estreno de un autor francés interpretado por un gran actor catalán, pero que él, ese día, iría a ver un gran autor español dirigido por un director catalán.

Con todo, el motivo principal del acto inaugural era el de la entrega de galardones. Entre ellos a Eugeni Nadal, alcalde de Tàrrega en 1981 y primer impulsor de la Fira. A Joan Font y Comediants, los primeros organizadores. A los tres directores que ha tenido la feria: Llorenç Corbella, Frederic Roda y Ramon Simó. A los grupos que más veces han participado: Marduix, Artristas, Xip-Xap y Gog i Magog. El jefe de la Policía Local, Francesc Martí, enfundado en su traje de gala, ha recibido una mención especial por su contribución a la seguridad, una cuestión realmente peliaguda si se tiene en cuenta que Tàrrega se ve invadida por una masa difícilmente controlable durante los días de la Fira, como lo demostraron los violentos altercados de la edición de 1991.

Poco más fue la inauguración de esta edición de Tàrrega. La compañía francesa Vernisseurs, armados de potentes cañones de aire comprimido, realizó un pasacalle en el que lo más espectacular fue el ametrallamiento de serpentinas a que sometió a las autoridades reunidas en el balcón del Ayuntamiento, para luego arrastrar consigo al público concentrado en la plaza Mayor hasta la nueva sede de las oficinas permanentes de la Fira. Frente a ella, lanzaron al aire una nube de confeti y cintas de colores en un espectáculo vistoso.

Coincidir en la visita del nuevo centro con Joan Font, que al tiempo que se instituía en improvisado cicerone proporcionaba un torrente de ideas francamente lúdicas para el uso de las nuevas instalaciones, fue sin duda uno de los momentos más amenos de una mañana en la que la Fira de Tàrrega no había hecho más que empezar.

Herminia Sirvent
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