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El sesgo político de la ponencia de Piqué inquieta a la cúpula del PP de Cataluña

El marcado tono político de la ponencia elaborada por el ministro de Asuntos Exteriores, Josep Piqué, a quien se le había encargado estrictamente un trabajo de índole económica, ha provocado inquietud en ciertos sectores de la cúpula del PP de Cataluña, recelosos ante su fuerte componente catalanista. Cuando faltan poco más de dos semanas para el congreso regional del PP, el presidente del partido en Cataluña, Alberto Fernández Díaz, mantiene un silencio sepulcral sobre sus objetivos ante el evento y ni siquiera ha querido hacer explícito y público que opta a la reelección.

La ponencia elaborada por Piqué, quien lleva menos de dos años afiliado al partido, supone un vuelco a las concepciones clásicas del PP y acerca el partido a las posiciones históricas del catalanismo: entre otros aspectos, habla de Cataluña como "país", admite sus "derechos legítimos como pueblo", justifica la génesis del nacionalismo político, a principios del siglo XX, y califica al franquismo de "represivo y empobreceder" (véase EL PAÍS de ayer).Estas posiciones llevan el giro catalanista eternamente anunciado bastante más allá de lo que ha sido hasta ahora, y a partir de un mecanismo no controlado por la cúpula que ha dirigido el partido desde hace cuatro años: a través de una aparentemente inofensiva ponencia de carácter económico. Ayer, un alto dirigente del actual organigrama auguraba que algunas de las expresiones utilizadas podrían encontrar contestación por buena parte de los compromisarios.

La ponencia supone también un nuevo motivo de recelo en las ya de por sí frías relaciones entre Piqué y Alberto Fernández. Éste último encarna, en su condición de presidente regional, el giro catalanista, pero en cambio mantiene en el interior del partido las posiciones más españolistas.

A pesar de que se da por descontado que Fernández Díaz será reelegido presidente regional, lo cierto es que aún no ha soltado prenda respecto a cuáles son sus intenciones. En los últimos meses ha rehusado en multitud de ocasiones confirmar que se presenta a la reelección y no ha apostado todavía abiertamente por quién debe ser secretario general.

Fuentes de su entorno y algunos de sus colaboradores vinculan su silencio precisamente a la batalla que se avecina ante el congreso sobre quién ocupará el cargo de secretario general, una de las principales incógnitas que quedan por resolver. Fernández Díaz apuesta por la continuidad de Rafael Luna como número dos, mientras que los dirigentes más abiertos al cambio creen que un relevo en este puesto simbolizaría mejor la asunción de las nuevas tesis, más catalanistas y menos conservadoras.

Uno de los nombres que se barajan para la secretaría general es el de Alicia Sánchez Camacho, diputada en el Parlament. Sánchez Camacho ha redactado la ponencia de política social que debatirá el congreso, Hacia la sociedad del bienestar, un texto de barniz socialdemócrata en el que se reconocen las aportaciones de economistas como John M. Keynes, se advierte de algunos de los peligros de la globalización -como la externalización de servicios y el dumping social- y se exige al Gobierno catalán un plan de choque contra la siniestralidad laboral y la precariedad en el empleo.

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