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VUELTA 2000 Quinta etapa

Cipollini sale de la carrera a puñetazos

El velocista italiano, expulsado por agredir a Cerezo

Mario Cipollini (33 años) está preparando su despedida del ciclismo profesional con un estilo impropio de su historial. El elegante velocista del Saeco, relegado durante las primeras etapas de la Vuelta a España a un papel secundario en los sprints, desertó ayer. Se marchó a golpes, rodeado por el escándalo. En un arrebato, cuando la etapa aún no había empezado, soltó un puñetazo a Francisco Cerezo (Vitalicio) que le supuso la expulsión automática.Cipollini había accedido al control de firmas entre bromas y chistes junto con su compañero Galletti (un imitador de su líder: cabello largo, con mechas rubias, gafas de diseño y aire de castigador). Subió al estrado, escribió en la casilla del número 184 y bajó. A la salida se cruzó con Francisco Cerezo. Sin mediar palabra, le sacó el puño y lo tumbó. Le abrió una brecha encima de la ceja izquierda, y le produjo un hematoma bajo el ojo. Ahí acabó todo, porque los corredores del Vitalicio separaron inmediatamente a Cipollini de su víctima.

Los hechos que siguieron al incidente fueron los lógicos. Mientras Cerezo se aplicaba hielo en la zona dolorida, el Vitalicio presentó en el acto una denuncia. Los jueces decidieron la expulsión del italiano y la policía le tomó declaración. Y Cipollini puso rumbo a Italia, ahorrándose el esfuerzo en las rampas de Xorret del Catí.

Para entender la relación entre Cipollini y Cerezo hay que recordar la jornada anterior. Marchaban por el kilómetro 40 y se rozaron los manillares. Una anécdota. Nada que no le ocurra a un ciclista varias veces en una misma etapa. Pero Cipollini se enfadó. Le pidió explicaciones y recibió un gruñido de indiferencia por respuesta. Se insultaron y el italiano dio dos golpes en el casco de Cerezo. Intercedió entonces Igor González de Galdeano, pidiendo tranquilidad y Cipollini se alteró aún más.

"Mira cómo estaba él que me mandó del puesto 20º al 130º", recuerda el líder del Vitalicio. Y no contento, Cipollini siguió a la gresca en el pelotón. Al llegar a la meta intentó pegar a Freire, que le había ganado dos etapas. El campeón del mundo esquivó el golpe.

Cipollini, nadie lo pone en duda, está dolido en su orgullo. Ya no tiene la potencia de antes. No arriesga como lo hacía. Y el pelotón le pierde respeto. La Vuelta suponía para él una oportunidad de demostrarse a sí mismo que aún es el rey león, como le llamaban. Otros años ha llegado a la salida desganado, porque le obligaban a correr en España. Esta vez no. Fue a iniciativa propia como se tomó la decisión de que él participara. Sentía que no se le había visto aparecer este año. Y tenía razón. Sólo una etapa suelta en el Giro, y poco más. No pudo acudir al Tour y la gente hablaba de su mala forma, de su decadencia. Se inscribió en Málaga para acallar los rumores, pero no ha hecho sino acentuarlos. La Vuelta le ha desautorizado por completo. Nunca había ganado una etapa en la carrera española, pero este año ha terminado humillado. En su mejor día llegó en el puesto octavo, en un grupo compuesto por 40 corredores. Un fracaso estrepitoso para un hombre con su currículo.

Él no se acostumbra a perder un día sí y otro también, y su carácter se agria. "Llevo 14 años de profesional y soy historia moderna del ciclismo. A mí nadie me insulta", se justificó allí mismo, en caliente. Argumentó que tiene a su madre enferma y que no podía admitir que la menospreciaran. Poco después se disculpó ante Cerezo y le hizo una pregunta retórica: "¿Te duele?". "Hombre, con el golpe que me has dado. Lo que no esperaba es que me la guardaras hasta el día siguiente", contestó el agredido.

El impulso, sin embargo, puede salirle caro a Cipollini. El Saeco, por de pronto, le ha suspendido de empleo y sueldo "durante un tiempo indeterminado" por "dañar gravemente la imagen" del equipo. Al corredor aún le queda un año de contrato, aunque su declive como ciclista ha llegado de manera tan precipitada que su futuro profesional es incierto.

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