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Reportaje:

Los rumanos de Malmea, un año después del desalojo

Vasile Tanase vende la revista La Farola por las calles y se pregunta cómo será su vida si obtiene el puesto de reponedor de grandes almacenes al que se ha presentado. Él, su esposa y sus tres niños forman parte del medio centenar de familias gitanas rumanas que, tras su desalojo del poblado de Malmea (Fuencarral), fueron alojadas hace un año en los campamentos de prefabricados de San Roque y Valdelatas (Fuencarral), donde siguen un programa de atención social y laboral.Ajena a los esfuerzos de su padre por encontrar un empleo, Mirela, de 10 años, una de las hijas de Vasile, explica, sonriente, que a ella lo que más le gusta desde que vive en Valdelatas es "ir a la escuela" y las excursiones que organizan los monitores. Atrás quedó la sarna, la suciedad y el abandono que ella y los otros niños conocieron en Malmea, donde malvivían en tiendas de campaña y sin servicios básicos.

Hace 12 meses, todas estas familias vivían de la mendicidad (a veces también infantil) y de la venta callejera de la revista La Farola, una publicación cuya presunta finalidad social ha sido puesta en entredicho tras las denuncias de sus ex vendedores. Ahora, 17 miembros (normalmente el marido) de las 42 familias alojadas en San Roque y Valdelatas han encontrado empleos en la construcción y como limpiadores, según explicaron ayer representantes del Ayuntamiento y la Comunidad al ofrecer el balance del primer año de funcionamiento de los campamentos. Otras seis familias están pendientes de recibir el permiso de trabajo y residencia para firmar un contrato laboral."Estas familias están haciendo un gran esfuerzo por integrarse en la sociedad madrileña y, aunque partían de conceptos sobre la vida muy diferentes, los resultados están siendo muy buenos", asegura Julia Fernández, directora de la asociación Comisión Católica de Migraciones, que, junto con Cruz Roja, gestiona estos campamentos.

La búsqueda de un empleo por parte de estos inmigrantes rumanos es uno de los logros destacados por Fernández. La escolarización de los niños y la erradicación de la mendicidad infantil son otras conquistas.

La consejera de Servicios Sociales, Pilar Martínez, y la concejal del mismo ramo, Beatriz Elorriaga, resaltaron ayer los logros del programa. "Se trata de un proyecto innovador, el primero en España, y ahora vemos que también eficaz", señaló Martínez, quien destacó como avances el interés de las familias por escolarizar a sus hijos y su participación en la limpieza y conservación de los núcleos.

La consejera insistió en reclamar a otras comunidades autónomas la creación de campamentos similares a los de San Roque y Valdelatas. "El hecho de que Madrid disponga de estos dispositivos y otras comunidades carezcan de ellos está produciendo un efecto llamada sobre la capital. Se ha detectado la llegada de numerosas familias que provienen de otros puntos del Estado, tanto del interior como de la costa mediterránea".

Pero no todo son éxitos. Por ahora sólo seis de las 42 familias han alcanzado un nivel de inserción social y laboral que les permita pasar a vivir a pisos compartidos. Además, otra veintena ha sido expulsada de estos núcleos por incumplir el contrato de derechos y deberes que firman al entrar en ellos y por el que se comprometen a formarse y a escolarizar a los niños. Los problemas derivados del abuso del alcohol han sido la principal causa de expulsión.

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Asimismo resulta difícil que las mujeres encuentren trabajo, en parte por la reticencia de sus maridos a que ellas sean económicamente autónomas y también por su bajo nivel de formación y por su atuendo, con grandes faldas y pañolones, lo que genera el rechazo de los empleadores.

El responsable de Inmigración del PSOE, Francisco Contreras, considera que el "positivo" balance de este programa de integración contradice las palabras del alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, del PP, que en dos ocasiones ha puesto en entredicho la capacidad de integración de estos inmigrantes. "No vienen a trabajar", dijo en mayo, "sino a situarse en la marginación".

Padres e hijos, en una habitación

El hogar de cada una de las 42 familias alojadas en los campamentos de San Roque y Valdelatas (Fuencarral) es una habitación de 12 metros cuadrados dentro de un módulo prefabricado. En ella duermen juntos padres e hijos. Las cocinas, las duchas y los servicios se encuentran en unos prefabricados comunes, igual que la escuela infantil para niños de cero a tres años y el aula de alfabetización y apoyo escolar.Los trabajadores sociales de Cruz Roja restan importancia al hecho de que niños y adultos deban dormir juntos, por considerar que se trata de una situación temporal (por un máximo de un año).

Añaden, asimismo, que entre los inmigrantes llegados a Madrid es frecuente compartir habitación y que estas familias también vivían así en Rumania.

Además de los campamentos de Valdelatas y San Roque, formados por prefabricados, existe un tercero, el de la Cañada de los Canteros, en Vallecas Villa, con 75 plazas en tiendas de campaña, para estancias de tres a seis meses. El asentamiento de Cañada es de paso, pero las familias que residen en él pueden acudir después a los otros dos campamentos si quieren quedarse en Madrid y si lo creen adecuado los trabajadores sociales.Hace un mes, en la Cañada vivían 84 familias. Ahora quedan sólo 48. Otras 20 se han ido a la costa a vender La Farola y 16 han pasado a los campamentos de larga estancia.

El concejal de IU, Ángel Lara, opina que el núcleo de Cañada, por su cercanía al basural de Valdemingómez, "no es un lugar adecuado ni para los animales". También el PSOE critica su ubicación.

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