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La temperatura baja el nivel erótico de la Love Parade de Berlín

Cerca de un millón y medio de personas participaron en el desfile

La Love Parade de Berlín, la gran cita de la juventud europea, no estuvo a la altura de su propio lema, One world, one love parade (Un mundo, un desfile del amor), al cumplir ayer 12 años de existencia. El número de asistentes - entre un millón y 1,5 millones de personas, según la policía- no rebasó la cifra del año anterior. A Berlín, la capital mundial del movimiento tecno, le han salido otros competidores, como Viena (la semana pasada), Leeds (ayer) o Tel Aviv (en octubre), que quieren ser también destino de los jóvenes europeos.

Los 'ravers'

La promoción comercial de la música dominó sobre la espontaneidad en el desfile. Participaron 53 camiones, perfectamente numerados y con su dirección de Internet en el morro, que en parte pertenecían a casas discográficas, discotecas y agencias publicitarias. Sobre estas plataformas rodantes bailaban quienes habían sido elegidos en diversos lugares de la geografía alemana para animar al público que se concentraba a lo largo del trayecto. Doscientos cincuenta disc jockeys llegados de Israel, Argentina, Holanda, Estados Unidos y Rusia, además de Alemania, ponían los ritmos que los espectadores querían escuchar. Avanzando sobre una alfombra de latas de cerveza, cristales rotos y desperdicios, el desfile cruzó el Tiergarten, el parque central de Berlín, y tuvo su apogeo en la Siegessäule (Columna de la Victoria). Allí se encontraron las dos comitivas que se habían puesto en camino desde dos puntos distintos de la ciudad. Una venía de la Puerta de Brandeburgo en el Este y la otra de la plaza Ernst-Reuter en el Oeste. La temperatura, que no superaba los 20º, rebajó el grado de la exhibición erótica. La cantidad de pechos, muslos y otras partes del cuerpo al descubierto era claramente inferior a la de otros años. No hubo insolaciones ni desvanecimientos producidos por el calor. Los amantes de la Love Parade se vistieron. Se disfrazaron con trajes blancos estériles, se pusieron pelucas de plumas de colores, se pintaron el cabello de verde o de azul, se colocaron zapatos de plataforma, se maquillaron el rostro con pinturas brillantes y trasladaron su imaginación a los sombreros y tocados, convertidos en jardines, esculturas y pasteles.

Este año, los verdaderos ravers, nombre por el que se conoce a los aficionados al tecno, se identifican por usar trajes de entrenamiento deportivo como los que se usaban en la RDA y por sus faldas largas, según dijo Martín, de 18 años, un joven que vino desde Magdeburg, en el este de Alemania. Efectivamente, los hombres con faldas eran el último grito de la Love Parade. Las había de flores, escocesas y vaqueras combinadas con camisetas ajustadas y zapatos deportivos. La Sociedad de Formento de Turismo de Berlín había esperado batir un nuevo récord con una asistencia de 1,7 millones de personas. "Será una manifestación por el respeto, la tolerancia y el entendimiento entre los pueblos", había dicho el disc jockey Dr. Motte, el padre de la Love Parade, que, en realidad, se llama Matthias Roeingh y ha sido considerado como ciudadano ilustre en el pabellón alemán en la Expo, donde su busto coexiste con el de Goethe.

Además de los miles de agentes policiales movilizados, la policía berlinesa creó, por primera vez, 13 unidades móviles, con 150 agentes, cuya misión era atender posibles denuncias de los manifestantes. A media tarde habían sido detenidas 30 personas sospechosas de traficar con drogas, según informó un portavoz policial. El incidente más importante ocurrido durante la manifestación fue el incendio de dos vagones en una estación de metro. No hubo que lamentar heridos, pero sí varias personas intoxicadas por humo. La policía investigaba las causas del incendio y no se descartaba que hubiera sido intencionado.

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