_
_
_
_
_

Marinero en tierra

Cuando Bakht Siraj se incorporó a la tripulación del Eurolink, un carguero de pabellón panameño propiedad de la compañía armadora Sygma Maritime, esperaba que aquél fuera un trabajo más. Está acostumbrado a pasar largas temporadas embarcado y a recorrer los puertos del Mediterráneo con buques diferentes, pero este marinero paquistaní nunca pensó que su armador y su capitán se desentenderían de la tripulación y desaparecerían. "Nunca creí que me pasaría esto", dice Siraj.Tras hacer escala en Túnez y Castellón, el Eurolink atracó en Barcelona el 22 de julio del año pasado. Era una etapa más del recorrido de este buque mediano que transporta contenedores, pero desde entonces el barco no se ha movido del puerto de la ciudad. Y allí se ha quedado también este paquistaní, que lleva casi 11 meses viviendo solo en uno de sus camarotes. Los otros miembros de la tripulación, tres griegos y dos egipcios, que pasaron unos tres meses esperando en el barco, aceptaron ser repatriados y abandonaron Barcelona entre noviembre y diciembre del año pasado. En cambio, el tripulante paquistaní se niega a marcharse. "No me voy hasta que me paguen los 14.000 dólares que me deben", asegura Siraj.

Pocos días después de atracar en Barcelona, el capitán desapareció con el dinero de la caja y abandonó el barco, a cuya armadora varios acreedores reclaman deudas de unos 16 millones de pesetas. Pero los problemas empezaron cinco meses antes de atracar en Barcelona, cuando los trabajadores dejaron de cobrar sus salarios. Por ello, la tripulación demandó al armador del barco, que se ha esfumado.

A la espera de que el Eurolink se subaste dentro de unos meses y pueda cobrar el dinero que le deben, Bakht Siraj asegura que se le hace duro pasar todo el día en el barco. Tiene televisión, pero comenta que se ve muy mal y que no le gusta mucho.

Durante los primeros meses, la asociación Stella Maris y otras entidades humanitarias suministraron alimentos, combustible para el generador eléctrico y otros enseres a la tripulación abandonada. Esta organización de asistencia a la gente de mar le sigue ofreciendo ayuda, pero el buque está ahora amarrado en el muelle de Levante y Siraj dice que ya no acude a las instalaciones de Stella Maris porque le quedan lejos. Ahora sale adelante con la ayuda de otros marineros, que le dan comida.

Ricard Rodríguez, delegado diocesano de Stella Maris, asegura que le intentaron convencer para que aceptara la repatriación, cuyos costes asume la Federación Internacional de Sindicatos del Transporte (ITF), pero Siraj ha decidido no abandonar el barco hasta que cobre, pese a que su abogado le ha asegurado que tendrá el mismo derecho a recibir el dinero que el resto de los marineros. Es soltero, pero no le gustaría regresar a casa, después de 31 meses, sin aportar algo de dinero. Prefiere esperar hasta que el barco se subaste.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_